Descubierto
—Gracias por ayudarnos pero ya no te necesitamos. Déjala en paz, no te quiero ver cerca a Amber jamás. Nunca o voy a enfadarme demasiado y sabes que no te gustará ni una mierda.
Entonces quiso zarandearla al verla sonreír de manera desquiciada, tambaleándose borracha frente a él y riendo con fuerza. Y además de sentirse humillado, sintió la furia consumir cada célula de su cuerpo. La ira, la impotencia y desesperación por evitar hacerle más daño a Amber lo abrumaron por completo. No podía, ella no podía siquiera enterarse de que su tonta prima Megan le rogó por días para que la jodiera hasta el final. No importaba si nunca había aceptado aquella propuesta que siempre le pareció tan ridícula y fuera de lugar, Miller era capaz de mentir y convencerla de que debía odiarlo.
Todo podía salir mal.
—Haré lo que quiera con ella —murmuró ella, dirigiéndole una mirada cargada de odio—. Al fin encontré tu debilidad y si tengo que destruirla para acabar contigo, pues lo haré.
Aaron Foster no tenía paciencia ni mucho menos los ánimos necesarios como para no estallar en rugidos furiosos frente a ello. Porque entonces sí que se descontroló. La imagen de Amber dolida y herida por culpa de Megan lo enfermó de tal manera que atestó un furioso golpe en la puerta de madera que pudo haber despertado a cualquiera. La miró con tanta furia que se regodeó internamente al verla aterrada, de pronto temblando frente a él. Y así debía ser, porque Aaron no se arrepentiría ni un poco en hacerla sentir así con tal de mantenerla muy alejada de Larousse.
—No vas a hacer una mierda. ¡No vas a joderla, demonios! —gritó a todo pulmón antes de sacudirse el cabello interminables veces—. A ella no. A Amber... —musitó con la voz cada vez más apagada, su mano temblorosa y sus ojos desesperados—. Haz lo que quieras pero no voy a permitir que le hagas daño. A Amber vas a dejarla tranquila porque soy capaz de mandar todo a la mierda si veo que cualquier jodido idiota le hace daño y tú no serás la excepción.
Megan compuso una sonrisa débil y cargada de tristeza cuando, aún aterrada y ebria, continuó enfrentándose con mayor ímpetu a él. Tan borracha que no medía las consecuencias de sus palabras ni en lo enfado que él estaba. Porque de haberlo sabido, estaría en cualquier lugar menos discutiendo con un furioso Foster.
—Créeme que lo haré. Ella solo es una estúpida niña que cree que todos son buenos, que nadie le hará daño. Sólo voy a demostrarle que...
Presionó los dedos sobre las sonrojadas y húmedas mejillas de la cobriza con brusquedad, demasiado enfadado como para poder medir su fuerza. Ni siquiera intentó ser delicado porque, después de todo, si apenas podía evitar ser algo tosco con Amber, Megan le traía sin cuidado.
—Inténtalo siquiera —Se burló—. Y voy a mandarte muy, muy a la mierda.
Entonces Megan soltó a dolorida algo más que lo desconcertó.
—Si logré que Jayden la dejara tirada como a un perro... Tú no serás muy diferente —Se burló—. Antes de que lo sepas ya estarás rompiéndole el corazón.
¿Jayden? ¿Quién jodidos era Jayden? Es más, ¿Por qué Amber nunca le había hablado de ese idiota? Saber que hubo alguien antes que él le sentó como una patada en el estómago, todo él se revolvió con frustración y decepción, un pizca de celos bullendo en él.
Pero de pronto sus ojos cayendo sobre una sorprendida Amber, de pie a metros de él lo desconcertaron. Verla al final del pasillo bajo la poca iluminación, su silueta como una sombra atormentada, lo heló como lo calentó por partes iguales.
Se quedó removiéndose el cabello, confundido por todo lo que acababa de enterarse. Él solo quiso encontrar a Amber y largarse de allí para siempre. Pero un ridículo encuentro con Megan Miller nunca estuvo en sus planes.
—¿Aaron? —murmuró ella sorprendida, bostezando ligeramente y sobándose los ojos con cansancio.
No sabía lo que hacía exactamente cuando él, enfadado hasta la médula y con todos sus impulsos bullendo a flor de piel, fue hacia ella rápidamente. Amber apenas lo había notado, demasiado somnolienta como para poder saber lo que sucedía a su alrededor. Y él tampoco se contuvo ni un poco cuando la rodeó con los brazos en un supuesto intento de abrazo, estrechándola contra él y arrinconándola contra una de las enormes puertas de aquella mansión. Inhaló profundo cuando un conocido y delicioso aroma llegó a él de golpe, manteniéndola aferrada contra su pecho.
—¿Qué te sucede? —preguntó ella con cierto enfado, acusándolo.
Y un gruñido brotó desde lo más profundo de su garganta cuando la mirada de Amber, confundida, se posó sobre él en una caricia. Las pestañas aleteando hacia él, intentando sonreírle con algo de temor lo sacaron de lugar.
Sus manos bajaron por la cintura de Amber detenerla en sus caderas y, en un rápido movimiento, la alzaron hasta que los pies de la castaña dejaron de tocar el suelo. Las piernas se enroscaron en su cintura, Larousse mirándolo con frustración pero aferrada a él.
—¿Dónde estuviste metida? ¿Eh? Estuve buscándote como un estúpido durante las últimas dos horas —farfulló con recelo contra la boca de la chica.
Tuvo que inclinar el rostro hacia arriba para poder verla directamente. Aún la furia seguía vivo en él como brasa caliente quemándole las entrañas. Estaba muy sumido en sus pensamientos cuando una suave caricia arroparon sus mejillas.
Amber le sonreía con tanto cariño que lo hizo sentir culpable, deseoso de salir de allí lo antes posible.
—Estaba en la azotea —Se encogió de hombros—. Ahora... —murmuró incómoda, mirando a alguien por detrás de su hombro—. Bájame, Aaron.
Giró el rostro apenas un poco y todo él volvió a enfurecerse cuando vio a una cobriza fulminando los con la mirada.
No valía la pena desperdiciar el tiempo con Megan, así que toda su atención regreso a la castaña sonrojada que tenía encima, o enfrente, suyo.