De encuentros y juegos
El ligero gruñido de fastidio de Aaron chocó contra su rostro, de pronto tenso y nuevamente fastidiado cuando la joven volvió a insistir.
—No puedo creer que no hayas sido capaz de avisarme que vendrías.
Entonces la vio. Observó confundida a la muchacha bella en su, seguro costoso, vestido rojo intenso. Toda ella parecía haber sido sacada de alguna revista, los ojos oscuros y el cabello castaño parecían brillar por sí solos. Era aquella chica que no había visto nunca antes en su vida quien Aaron acababa de afirmar como su hermana. Y quizá lo fueran, aunque no eran muy parecidos, por aquella pose tan erguida y confiada de sí misma que mantenía la castaña.
No dejaba de mirar a Aaron con reproche sobre algo que Amber obviamente no podía entender, los labios fruncidos y una ligera mueca de haberse ofendido en el rostro.
—No vine por ti —respondió Aaron como si fuese lo más lógico del mundo.
Y por la lánguida sonrisa burlona que la castaña realizó al mirarla, confirmó levemente sus sospechas. De pronto se encontraba bajo un análisis exhaustivo que la supuesta hermana de Foster estaba haciéndole con la mirada.
—Lo he notado —Y sonrió aún más cuando de un momento al otro extendió la mano hacia ella con la voz cargada de emoción, extasiada y los ojos brillando a la espera de la respuesta de Amber—. Soy Maddison, encantada.
—A ella no le importa, vete ya —rugió Aaron, presionando los dedos en torno a su hombro con firmeza, estrujándola contra él cuando Larousse se dispuso a responder con la misma amabilidad, aunque algo extrañada y reacia.
—Soy Amber —dijo con una ligera sonrisa mientras le estrujaba la mano como respuesta.
El silencio en el trío inundó la tranquilidad cuando Maddison empezó a dirigirle miradas cómplices a Aaron, haciendo bailar las cejas mientras, supuestamente de manera disimulada, señalaba con la cabeza a Amber. Algo que al parecer hizo bufar a Foster con cansancio.
—¡No lo puedo creer! —chilló Maddison de pronto, emocionada mientras presionaba las manos y sonreía a más no poder, todo su rostro encendido de felicidad—. ¡No puedo creerlo! ¡Aaron tiene...
—Cállate, Maddison —La silencio Aaron con desesperación en un murmullo fuerte—. Eres muy escandalosa, no hay necesidad de llamar la atención.
—Oh, vamos —siguió diciendo la joven—. Recuerdo que siempre que veníamos aquí jurabas que jamás traerías a ninguna chica —sonrió con sorna, una sonrisa maliciosa invadiendo sus labios—. Es más, decías que nunca te veríamos trayendo a ninguna chica porque según tú es asquerosamente cursi.
Amber evitó soltar una risotada cuando vio, por primera vez, el rostro de Aaron sonrojarse de tal manera que podía confundirse con el vestido de su hermana. La manera en la que abría y cerraba la boca, lanzándole miradas avergonzadas de reojo, la hicieron sonreír apenas un poco. Porque no todos los días veáis a Aaron sin palabras ni mucho menos tan avergonzado.
Y bueno, sí, estaban en una de aquellas mesas cuya iluminación era muy escasa y cuyo ambiente era completamente uno romántico y rosa.
—Eso no... —carraspeó incómodo—. Diablos, Maddison, sólo déjanos en paz.
—Pero es verdad —Se mofó antes de posar toda la atención sobre Amber, sonriéndole con un brillante semblante en el rostro. La miraba con fascinación, como si ella fuese un sueño o algo realmente espectacular—. Aunque pienso que debes quererlo mucho como para soportarlo, ¿verdad? Ya sabes, es muy gruñón.
Ella se encogió de hombros, apenas pudiendo movilizarse bajo el fuerte agarre que Aaron mantenía sobre sus hombros, manteniéndola aferrada contra su agitado pecho.
—Bueno, en realidad suele ser algo...
—Y cuando una chica lo pone nervioso se pone más estúpido de por sí, créeme, lo he visto —empezó a decir rápidamente, como si narrara una historia cómica—. Así que no me sorprendería si te ha fastidiado tantas veces como para querer desaparecerlo del...
—¡Maddison, basta!
Un molesto silencio invadió el lugar. Y sólo entonces pareció incómodo por, además, el rostro compungido y avergonzado de Maddison por el reciente grito que Aaron acababa de hacerle en aquel lugar tan lujoso. Era eso lo que la castaña creyó cuando vio a la joven hermana mirarlo entre fastidiada e impotente.
—Sólo decía la verdad, eres un idiota altanero cuando alguien te... —Pero de pronto calló—. Como sea, será mejor que me vaya o mi madre empezará a llamarme —Dio una fugaz sacudida de cabello y extendió otra sonrisa en el rostro—. Fue un gusto conocerte, Amber. Adiós, Aaron, iré a visitarte pronto.
—Adiós, Maddison, también fue un gusto.
—Demonios, al fin se fue —bufó Aaron en un largo resoplido, aliviado—. Ya tengo suficiente de mi familia, no quiero más —murmuró suplicante, tan bajo que apenas pudo entenderle con mucha dificultad.
—A mí me pareció agradable...
Su mirada se perdió a su alrededor, cuando empezó a observar fijamente todo el lugar y analizando a cada uno de los señores elegantes que cenaban en ropas seguramente caras. Se quedó observando todo su entorno hasta que un cálido soplido cosquilleó la curvatura de su cuello ligeramente. Sus dedos se crisparon entorno a la mesa de manera inmediata hasta que unos fríos labios empezaron a besar su barbilla.
—No tienes que creer en todo lo que dice, es una niña algo imaginativa y eso —Se excusó.
Amber alzó una ceja como acto reflejo al caer en un pequeño detalle que fácilmente podría confundir a cualquiera.
—No es una niña.
Él soltó una risa burlona, los labios curvándose cuando sus rostros quedaron a centímetros de distancia.
—Para mí siempre será una niña, además acaba de cumplir quince y...
—¿En serio? —Exclamó sorprendida—. Parece algo mayor
Aunque ahora que analizaba abra bien la situación, incluso la voz de Maddison era algo más de alguien de catorce, por mucho que pareciera cinco años mayor.