¿Juegas?
Aquellos días lo único que Aaron quería hacer era divertirse con sus amigos y olvidarse de sus fastidiosos problemas. Además, aunque los amigos de Rex eran una molestia incomparable, no le había sido nada difícil cuando finalmente pudo llegar a la enorme y encantadora casa donde se quedarían hasta la siguiente semana.
Él había bajado entre impaciente y emocionado como un niño en Navidad por, en realidad, ver cómo sería la diversión de aquel año. Imaginaba ya la noche repleta de música increíble y gente con quién divertirse, un buen ambiente y entretenimiento infinito. ¿Qué más podría pedir? Así que, después de dos horas de desempacar y lanzarse a la piscina, estuvo relajado junto a Joe, Steve y Zack como hacía mucho no lo estaba.
—No está nada mal... —farfulló Zack mientras miraba las siluetas de muchachas en bikinis pasar frente a ellos—. No entiendo cómo Rex puede conocerlas y yo no...
—Son niñas ricas, ¿qué esperabas?
La brisa calando sus huesos y sacudiéndolo en ligeros espasmos lo hicieron sacudirse cuando sintió el ambiente ponerse cada vez más aburrido. Necesitaba un poco más de acción, diversión, algo que lo hiciera gritar todo aquello que tenía acumulado en el pecho.
—Aaron, sonríe un poco, ¿por qué tan serio? —espetó Joe entre risas, codeándolo burlón.
—Te dije que invitar a Amber era una mala idea —intervino Steve—. A fiestas como estas no puedes llevar a tu pareja al menos que planees quedarte sentado toda la noche.
—Oh, vamos, esa chica no se entera de nada —siguió Zack—. Aaron podría ponerle los cuernos aquí mismo y ella nunca se enteraría.
Con puños presionados, abrió los ojos con fingida tranquilidad mientras, de manera paralela, oía un suave silbido salir de los labios de Joe. A él le traía sin cuidado lo que los demás dijeran de él. Le importaba una verdadera insignificancia que alguien comentara tonterías de su persona o que opinaran lo que fuera. Pero por alguna razón, aquello sí le fastidio. ¿Por qué insinuaban que sería capaz de engañar a Amber? Demonios, le había costado tanto tenerla a su lado que le hería en el orgullo oír que lo creyeran tan idiota.
—No seas estúpido, ¿quién diablos crees que soy para hacerle eso?
Joe rió entre dientes sin poder evitarlo antes de, mordiéndose los labios, reprimir una carcajada cuando recibió la mirada furiosa de Foster.
—Eres Aaron, ¿necesito más explicación? Sólo decía... La tienes comiendo de tu mano, puedes pedirle que se largue y ella lo haría.
Con los ojos cerrados, continuó fingiendo no oír los tantos comentarios sinsentido que decían para arruinar su tranquilidad. Cruzó los brazos detrás de su nuca, pensando en todo el tiempo que tenía para pasarla bien hasta que un último comentario terminó por arruinar su inexistente paciencia.
—Al menos que alguien la cace antes, uno de esos amigos ricos de Rex, por...
Aaron nunca perdía el control. Así que no dudó ni un segundo en actuar cuando, de pronto, sus dedos se cerraron entorno a la camisa de Steve, presionando en un puño con tanta fuerza que sus rostros coincidían casi a la misma distancia. Lo miraba directo con los ojos brillantes hasta que logró oír un ligero quejido.
—¿Qué pretendes? No tienes por qué ponerte a hablar de ella. Si quieres joder búscate a otra pero, en serio, idiota, no me colmes la paciencia —murmuró gélido con impaciencia.
—Joe, dile que lo suelte —instó Zack con cierta preocupación.
El susodicho, por su parte, se limitó a ponerse de pie cuando su grupo de amigos aparecieron a metros de distancia.
—¿Te crees que soy Rex para andar cuidando del idiota de Aaron? No, gracias.
Soltó el agarre como acto reflejo y, molesto, se puso de pie al haber ocasionado otro acto de estupidez impulsiva. No era fácil pero intentaba realmente ser cada vez más paciente, más racional y menos impulsivo. No era fácil cuando personas como Steve se cruzaban en su camino.
Tenía toda una tarde por delante, así que lo primero que hizo para reponer energías después de tanto estrés acumulado y falta de horas de sueño, terminó tendido en ya de las cómodas camas que Rex le otorgó en aquellos días. Unas cuántas horas de sueño no le harían daño a nadie.
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¿Dónde diablos estaba ella?
Es más, ¿no podía sólo olvidarla y darle su espacio por un momento? No había ninguna necesidad de estar colgado de ella todo el tiempo. Menos ahora que seguramente la estaría pasando bien. Aaron la esperaba encontrarla en los jardines o merodeando por ahí, pero lo que no esperó fue ver a los molestos amigos de Rex en medio en su camino.
—Yo me la pido, es mía esta noche.
—¿Cuánto por ella?
Rodó los ojos y los evadió con cuidado, refunfuñando internamente por lo maleducados que eran al interrumpir el paso al ponerse a conversar tonterías en mitad del pasillo. Un chico bueno, responsable y amable como Rex no podía solo ser amigo de aquellos muchachos tan... tan...
—Veinte, será muy fácil.
Pero al sentir una mano presionando su hombro, se detuvo bruscamente a mitad del pasillo
—Aaron, ¿juegas? —sugirió uno de ellos mientras hacia bailar las cejas de manera sugestiva—. Prometo darte una buena pieza.
¿Una buena pieza? Debía ser una broma.
—¿Para qué? Va a perder, no es capaz de conseguir agradar a ninguna —rió otro mientras le lanzaba una mirada de desprecio—. Sólo mira su cara de perro enfadado, va a espantar a todas las chicas.
¿Para qué desperdiciar saliva con idiotas que no tenían suficientes neuronas como para decir algo coherente? No iba perder el tiempo allí, así que se limitó a sacudir el agarre y salió de allí con la frente en algo y los puños presionados con fuerza dolorosa. "No es capaz de agradar a ninguna"
Lo peor es que era más que cierto. No era como si alguna vez las chicas se hubiesen lanzado a sus brazos con facilidad, aunque ahora le importaba una mierda. Era esa la razón por la que andar con los hermanos Bradford era fastidioso. Entre empujones, siguió su silenciosa e inconsciente búsqueda hasta que finalmente dio con ella. Con una sonrisa inmediata, caminó lentamente al grupo de chicas que yacían, como siempre, tomando el sol sobre sus toallas.