La última noche
Al menos ella lo estaba pasando bien. Aaron podía pasarlo bien en cualquier lugar mientras los molestos amigos de Rex, tan pedantes, no estuvieran allí. En otro momento incluso les hubiese seguido el juego pero ahora, sin poder evitarlo, se veía a sí mismo reflejado en ellos. Tan arrogantes, altaneros y capaces de destruir todo a su paso sin importarles lo más mínimo. Era quizá esa una de las razones por las que estar cerca a ellos, oyendo cómo despotricaban y desvalorizaban a los demás sin importarles nada, lo hacía enfadar tanto.
—No seas tan aburrido —Lo sobresaltó un chico alto a su lado, el cabello oscuro y despeinado, que lo acompañaba en uno de los asientos desolados mientras la música agolpaba con fuerza en sus oídos. Su fría mirada se perdió sobre las lánguidas siluetas que se movían rítmicas, todos pasándola bien a su alrededor—. ¿Hay algo que te preocupa?
Rex era su mejor amigo pero, sinceramente, odiaba ver cómo los idiotas que tenía como amigos eran capaz de doblegarlo por "presión social". Es decir, ¿desde cuándo su amigo bebía, al menos? No podía verlo tomarse vasos de vasos de alcohol, riendo como idiota mientras los demás lo aplaudían. Rex estaba haciendo el ridículo y eso lo enfermaba.
—No, da igual...
Ya se encargaría de poner las piezas en su lugar en cualquier instante. Así podría desquitarse dándoles una "lección" a Dexter, por ejemplo. Su mirada se escabulló con pereza por todo el lugar, ignorando al muchacho que, a su lado, daba un largo sorbo al vaso que tenía en mano.
—¿Conoces a Rex? —preguntó con cautela antes de lanzarle una mirada desconfiada a su acompañante.
Era más grande que él. Lucía tan fuerte y brusco que algo lo hizo retroceder antes de decirle un "Déjame en paz y lárgate". Los brazos descubiertos y la sonrisa burlona que traía en el rostro le daban un aspecto de tal frialdad que no dudaba que podría alejar a todos los estúpidos niñatos que molestaban a Rex de un golpe.
—No exactamente, un amigo me invitó —dijo dándole un codazo a manera de broma que, en realidad, terminó doliéndole—. No me pierdo estás fiestas de millonarios por nada del mundo.
Lo sabía, por algo lo supo al notar sus movimientos no tan refinados como los niños ricos de allí, como si caminaran tocando el cielo.
—Soy Jayden Smith, pero puedes decirme Jay, pequeño.
Levantó una ceja mientras una inevitable sonrisa amenazaba por cruzar sus labios. No sabía si sentirse ofendido o más confundido aún con él.
—¿Pequeño? Me estás jodiendo, ¿verdad? —soltó un bufido cuando, ambos con las miradas puestas en la pista de baile—. Soy Aaron.
—Suena bien. ¿Eres uno de esos amiguitos del niño?
—En serio, hermano, ¿niño? ¿Pequeño? ¿Cuántos años tienes? Pensé que eras más joven —se mofó.
Apoyando la cabeza ladeada en la palma de su mano, soltó otra risa corta al oírle, apenas prestándole atención cuando después de largas horas pudo visualizarla riendo y bailando con un grupo de chicas. No pudo evitar sonreír verla tan feliz, su pecho inflándose de un profundo suspiró que lo dejó sin aliento. Le gustaba tanto ver aquella sonrisa en el rostro de la castaña que era capaz de hacer de todo solo por verla dichosa, tan ufana y ardiente como no muchas veces la había visto antes.
—Es linda.
—Lo sé —respondió inconsciente.
—Pero no vale la pena, es... aburrida—soltó con rencor, la voz baja y furiosa—. Cuando salía con ella... Joder...
Toda perfecta imagen se derrumbó frente a sus ojos cuando las palabras de Jayden lo despertaron como de un sueño. Se giró bruscamente hacia él y sintió su cuerpo tensarse de golpe al verlo anhelante y enfurecido a partes cuales.
—¿De qué hablas? —murmuró con la respiración profunda e irregular, un tumulto de recuerdos inconexos uniéndose en una respuesta clara que lo sacudió de pies a cabeza—. No estás hablando de...
—De Amber, imbécil —cortó Jayden con burla, dándole una mirada gélida y furiosa—. ¿Ya no me recuerdas, Foster? Diablos, no he cambiado tanto.
Sus labios se presionaron y sus puños se cerraron con fuerza al verlo levantarse y salir al patio trasero. Estaba hecho una furia cuando, sin pensarlo ni un segundo, fue tras él, preguntándose quién demonios se creía que era para hablarle de esa manera. O, peor aún, para estar allí mirándola con tanto descaro. No tardó ni cinco minutos cuando lo vio apoyado en una de las casetas de Rex, los ojos cerrados y la mandíbula presionada en una fina línea recta.
Aaron Foster creyó enloquecer al ver al mismo Jayden Smith, con la típica chaqueta de cuero, recostado tranquilo y riendo con burla a más no poder. Lo odiaba. Jayden Smith, sólo de pensar que estuvo metido con Amber, fundiéndose en ella hasta lo más profundo, lo enrabió por completo.
—Vaya, ¿por qué esa cara? —sonrió ampliamente Smith, alzando el rostro con altanería hacia él y soltando risas contenidas—. ¿Qué sucede? ¿Ya te aburriste de comer mis sobras?
Lo detestaba muchísimo. Por eso no pudo evitar ir furioso hacia él y empujarlo con fuerza desmedida contra el muro de un arrebato.
—Déjala en paz, joder, deja de meterte con Amber —espetó con dureza, escupiendo las palabras dolídas hacia el moreno.
Pero Jayden solo tuvo que poner un par de dedos encima suyo y empujarlo para alejarlo lo suficiente de él. Sus ojos azules chispearon sobre los negro intenso del alto y fornido joven.
—Deberías saber ya que ser impulsivo no es bueno, Foster, ¿cuándo piensas aprender?. De hombre a hombre te recomiendo que te alejes de ella, no querrás irte más a la mierda, créeme —escupió con resentimiento, rencoroso.
Se removió molesto antes de abalanzarse repentinamente sobre el pesado de Smith. Tiró puños y patadas hacia él con fuerza, incapaz de controlarse cuando aquellas palabras se repitieron sin cansancio en su cabeza. Estaba más que molesto, gotas de furia ensuciaban sus entrañas hasta hacerle doler de la rabia.