¿Aaron o Marcel?
Aaron no necesitó pensarlo dos veces antes de tomar una decisión. Tomó una de sus mochilas desgastadas e introdujo algunas prendes que pensó poder necesitar en esos días. Condujo veloz y con una molestia presión en el estómago que apenas le dejaba respirar con tranquilidad. Deseaba hacerle saber a Amber lo dispuesto que estaba a hacer de todo, lo que fuese, por ella. Si quería que estuviera con su molesto hermano mayor, pues ahí estaría. Soportaría los días y horas necesarias por ella. Pero otra parte de él yacía fastidiado por tener que soportar al idiota de Marcel.
Había sido lo suficientemente precavido como para haberse quedado con la dirección donde los hermanos Larousse acamparían. El lugar estaba a casi hora y media de la ciudad, por lo que el viaje por carretera le resultó demasiado agobiante. Estaba tan impaciente por llegar que, a final, todas las energías y ganas que tenía por verla fueron aplacadas por cansancio y frustración. Era ya demasiado tarde cuando llegó aquella madrugada, sus ojos estaban tan rojos y secos que sentía no poder caminar después del trayecto que pareció interminable. El cuerpo le pesaba y los hombros le dolían demasiado, cada órgano de su cuerpo parecía haber reaccionado de la peor manera aquella noche.
Y tampoco fue fácil encontrarlos. Pensó que estarían durmiendo en alguna de las carpas que estaban amontonadas en el verdoso suelo del campo, riendo o que, posiblemente, ni los encontraría. Al menos hasta que vio a un grupo de jóvenes cómodamente abrazados alrededor de una fogata. Reconoció fácilmente a Marcel besando a una joven rubia, a Amber y otro muchacho que la abrazaba con firmeza de los hombros. Estaban juntos, compartiendo una manta y riendo ajenos al momento romántico que el mayor de los Larousse se daba con, quizá, su pareja.
Se acercó algo fastidiado, dando pasos firmes hacia ellos con una mueca de enfado en el rostro y la tensión en el cuerpo con cada segundo que trascurría. Quizá estaba exagerando un poco, pero ¿quién era ese idiota que estaba hablándole al oído?
De pronto estaba tan cerca que podía verla esbozando una sonrisa triste, la mirada tan perdida en la nada que Aaron podría haber jurado que ni siquiera prestaba atención a lo que el pelirrojo le decía.
Hasta que ella lo vio. De pie a escasos metros de distancia, la vio fría y directamente a aquellos ojos oscuros que no dejaban de observarlo sorprendida. Presionó la mandíbula y se obligó a regular la respiración que había tenido desde que había llegado al ridículo campamento. Pero tampoco sentía ser capaz de hacer algo más que mirarla. Seguía fastidiado, de alguna manera, tenso y vagamente molesto por algo que no podía comprender.
―Aaron... ―murmuró ella con sorpresa, mirándolo con los ojos abiertos en desmesura como si acabara de ver a un fantasma. Se levantó de golpe y empujó la manta de su regazo como si un trapo se tratase―. Aaron, ¿cómo llegaste aquí?
Soltó una risa cínica y poco le importó que Marcel también acababa de verlo.
―Veo que la estás pasando muy bien, Amber. Es más, creo que debí haber venido hace...
Calló y su voz quedó amortiguada por el cabello de Amber cuando llegó a él lo más rápido que pudo. Sus ojos se cerraron y se sintió aún más culpable al sentir la manera tan efusiva con la que lo abrazaba. Con la cabeza apoyada en su hombro, Amber no dejaba de abrazarlo y darle pequeños besos en el cuello.
―No puedo creer que hayas venido ―La oyó decir con emoción, ajena e indiferente a las fulminantes miradas que Aaron le dirigía al pelirroja mientras la abrazaba con fuerza―. Lo pasaremos muy bien, lo prometo.
Sonrió de lado y un suspiro contenido se escapó de sus labios sin poder evitarlo. Se sentía relajado de pronto, como si acabaran de quitar un molesto peso de sus hombros. Ella era todo lo que quería.
―Claro que sí, amor.
―Ven, quiero presentarte a alguien.
Demonios no
Su mano se entrelazó con la de Amber y dejó que lo guiara en silencio hasta que quedaron de pie frente a una muy cariñosa pareja que no dejaba de hacerse mimos y besarse cada segundo.
―Marcel...
Marcel se alejó a regañadientes de la rubia y levantó una ceja hacia él sin ninguna gracia. Lo miró con tanto desprecio y enfado que Aaron dudó seriamente que realmente lo hubiera invitado a ir allí. Lucía molesto por tener que verlo, como si lo echara con la mirada. Algo simplemente le dijo que, al parecer, Amber le mentido sobre un par de cosas.
No era bienvenido allí, qué novedad.
―¿Qué demonios haces...? ―escupió Marcel, de pronto rodeando a la rubia de la cintura como si, de alguna manera, estuviera marcando territorio.
Se contuvo todo lo que pudo de no gritarle y pelearse como tenía las ganas de hacerlo. De decirle que si estaba con Amber, su hermanita, era porque la quería y que no tenía ninguna intención de pensar en nadie más. Además de dejarle en claro que no estaba allí'por él, en lo absoluto. Solo respiró profundo y se recordó que no iba a desperdiciar sus dos horas de trayecto para que todo saliera mal. Quería que Amber estuviera tranquila y sin tener que lidiar con las discusiones entre Marcel y él.
―Feliz cumpleaños, Marcel, lamento no haberte traído nada pero estuve muy ocupado hoy ―sonrió con burla―. Espero lo estén pasando de maravilla ―se obligó a decir.
―Pues no lo pasaremos muy bien si estás...
―¡Bueno, genial! ―intervino Amber rápidamente―. Aaron, ella es Jazmín.
La rubia que parecía estar analizándolo muy seriamente, esbozó una sonrisa hacia él.
―Encantada.
Marcel soltó un bufido y Aaron sonrió aún más.
―Igualmente.
Su cabeza giró de lado y se sorprendió al ver que el pelirrojo, a quien nadie había llamado, acababa de acoplarse a la nada―agradable―conversación y estaba ahora muy cómodo y sonriente abrazando a Amber de los hombros.