«Nunca podría odiarte»
Aaron Foster estaba muy ocupado siendo feliz al recordar lo bien que había resultado todo con ella como para notar lo que sucedía a su alrededor.
—Entonces el viernes vamos, esas fiestas son jodídamente grandes, las mejores —puntualizó Joe a su lado—. Le toca conducir a Aaron, así que...
—Da igual, nunca tomo.
O al menos no solía hacerlo. Porque ahora había conseguido un increíble gusto por los tragos fuertes. Aunque ahora, después de haberla visto y sentido una vez más, no necesitaba de nada.
—Pues bien porque es tu turno. No quiero tener que llevarte a rastras —rió Rex mientras salían al estacionamiento casi descampado del bar.
El lugar estaba ligeramente desolado y, por lo tarde que era, no había nadie más allí afuera hasta altas horas de la noche por lo frío que estaba. Apenas habían unos cuantos autos y nadie más.
—¿Qué es eso?
Y entonces los vio. Aaron sintió la furia corroer sus entrañas al ver cómo un alto muchacho, grande y fornido, sacudía a una castaña bruscamente contra un auto. La manera en la que se acercaba a ella y la tocaba le dieron tantas náuseas que todo su rostro empalideció al instante. Estaba desbordando de ira, se sintió tan enfermo al ver a aquel idiota forcejeando con la joven y tocándola por todos lados que por primera vez en toda su existencia no pensó en contenerse.
—Aaron, tranquilo.
—Suéltame, Joe —dijo antes de sacudirse violentamente y avanzar hecho una bestia hacia la pareja de jóvenes—. ¡Que me sueltes, joder! —bramó tan alto que su voz se oyó en todo el sótano.
Forcejeó brusco y fastidiado, escaso de paciencia como para pensar al menos en tranquilizarse.
—Déjalo, Joe —murmuró Rex.
Los brazos de su amigo lo soltaron para alzarse en señal de rendición, extendidos sobre la cabeza. No perdió siquiera ningún segundo y tampoco esperó a que ellos lo acompañarán. No necesitó a nadie. Nunca se había sentido tan furioso como en aquel instante. Fue molesto y dando firmes pasos, presionando las manos en un par de firmes puños.
—¡Suéltame, Ray! —vociferó desesperada una voz femenina, angustiada—. ¡Por favor!
—Tu también quieres esto, ¡deja de hacerte la difícil!
Un par de autos apenas permitía dejar ver lo que sucedía pero aquello no fue suficiente para que Aaron se calmará al menos un poco. Tan angustiado como furioso, dio pasos veloces hasta que quedó tras del idiota que quería aprovecharse.
No esperó ninguna señal y lo sujetó del cuello de la camiseta con toda la fuerza que le fue posible.
Estaba tan molesto, tan enfurecido entonces que no le supo ninguna dificultad levantarlo a centímetros del suelo y golpearlo contra la camioneta negra en la que yacía apoyada la castaña. Lo estampó rápido y sonoro, manteniéndolo quieto con los dedos engarrotados en el cuello del estúpido enfermo. Sus ojos azules brillaban rojizos cuando alzó el brazo y pegó su puño firme y directo contra él.
—Vuelve a tocar a Amber, jodido animal... —rió con dureza antes de pegarle aún más fuerte—. Tócale un solo cabello y voy a matarte.
Y además sabía quién era él, reconocía a aquel idiota que había intentado propasarse con su chica. Era Ray, un amigo de Marcel que conoció algún día. Era ese idiota quien había intentado tocar a Amber Larousse.
Le golpeó furioso una y otra vez sin descanso, incapaz de detenerse del cansancio por la tensión que tenía encima de ver tan solo aquellos detestables ojos verdes. Podía oír los quejidos de Ray y los jadeos de dolor que profería, pero también lograba oír un sollozo bajo y quedo a su lado,
—Ella... Sólo... —jadeó el muchacho, girando el rostro con desesperación a todos lados, los labios rojizos ensangrentados—. Quería esto...
—Lo dudo, imbécil. No te quiero ver —golpeó— tocándola —pegó una vez más— ni hablándole —estampó el puño hacia Ray— nunca jamás.
Dejó el cuerpo casi inerte caer al suelo y le importó una mierda oír cómo soltó un gemido de dolor tan profundo que se oyó en todo el lugar. Entonces respiró profundo y se contuvo como pudo al ver a Amber abrazándose a sí misma a un lado de ellos, distante a varios metros.
Camino hacia ella a pasos lentos, su corazón latiendo aún frenético por el encuentro y dejó que la tranquilidad lo invadiera al notar que verla bien era tan relajante como pacífico. Inspiró profundo y no esperó nada hasta que ella estuvo una vez más protegida entre sus brazos. No le importaba si Amber era su ex y debía mantener distancia con ella. Jamás dejaría que absolutamente nadie volviera a maltratarla ni ha hacerle daño. Pasarían primero por encima de él antes de volver a ver herida a su...
—¿Estás bien? —Le susurró al oído, examinándola preocupado una vez estuvieron separados a una distancia corta pero considerable—. ¿Te hizo algo? Porque...
—Estoy... bien... —Lo tranquilizó, temblando ligeramente antes de abrazarse a él con fuerza—. Ahora lo estoy... Aaron, no te vayas nunca, ¿sí?
Fue al oírla cuando notó que Amber no estaba bien en lo absoluto. Hablaba tan lento y extraño que se obligó a sujetarla del rostro con firmeza de la preocupación para examinarla cuidadosamente. Lucía borracha.
—¿Qué diablos tomaste? —exigió saber con molestia, deseando saberlo para volver descargar su furia una vez más.
Los labios de la castaña temblaron hacia él en un puchero apenas perceptible.
—Sólo tomé un poco —dijo arrepentida—. ¿Estás molesto conmigo? —lloriqueó.
¿Un poco? Lo dudaba. La última vez que ella había estado borracha, Aaron terminó acompañándola hasta el baño.
—Sólo fue un poco, amor, lo prometo —insistió Amber con aflicción, abrazándolo tan fuerte como podía, como si temiera alejarse de él—. Pero estoy bien, bebé, tranquilo, ¿sí?
Y el corazón de Aaron se detuvo antes de romperse de la manera más dolorosa posible. Le dolió en el pecho oírla llamarlo de aquella manera, le dolió tanto que no pudo sentirse menos culpable por haber herido a Amber cuando sólo deseaba protegerla. "Amor"