Confesión
Iba a recuperarla. Iba a terminar con aquel jodido sufrimiento y le pediría a Amber una oportunidad. Quería explicarle todo y volver a empezar con ella.
El problema era que no sabía cómo. Pero, a como diera lugar, haría lo que fuera para que las cosas entre ellos se solucionarán. No podía vivir pensando que seguramente Amber, después de todos esos encuentros, se consideraba como una más para él. Y la extrañaba tanto... Quería poder borrar aquella carita triste y hacerla feliz por siempre.
No sabía cómo empezar.
Aaron Foster nunca había sido muy apegado a su madre, mucho menos después de la muerte de su padre, aquellos últimos días en los que él le confesó las infidelidades que ella le había hecho incluso antes de que él naciera. Quería muchísimo a sus medio-hermanos menores, realmente lo hacía, pero eso no fue un impedimento para huir de su hogar cuando se enteró de todo ello.
Su padre falleció y él entonces se había mudado a aquella cuidad donde ahora residía y, además, la conoció. Su madre y Thomas, su padrastro, tenían tanto dinero que los amigos con los que frecuentaban eran también millonarios y con muchas casas lujosas al rededor del mundo. Era esa una de las razones por las cuales había conocido a personas como los hermanos Bradford, con quienes prácticamente se crió, a Megan, la prima de Amber, y a su buen amigo Rex.
Así que allí estaba él, vestido en traje formal, la corbata lila y la camisa blanca bien pulcra con un vaso de champagne en una mano. No le gradaba en demasía estar en aquella casa donde alguna vez había sido su hogar pero, ahora, debía permanecer en el cumpleaños número dieciséis de su pequeña hermana Madison. Todos quienes alguna vez fueron sus amigos, jóvenes de todas las edades y adultos conversaban en el enorme salón, presentes en la fiesta que celebraban.
—Mira allí —Le dijo Rex con la voz baja y aburrida, la mano izquierda escondida en el pantalón de sastre mientras bebía un poco. Entonces señaló con su dedo meñique a alguien detrás suyo antes de volver a fijar la mirada sobre alguien que se movía de un lado al otro en la pista de baile.
Pero apenas pudo voltear porque, cuando logró mirar detrás de su hombro cuando
—Vaya, vaya, pequeño Aaron —canturreó Trent con una lánguida sonrisa, acompañado un Taylor tan aburrido que parecía realmente desear huir de ahí—. Ya casi no te veíamos por aquí —rió encantado, dándole un leve golpe en el hombro—. Todo esta hermoso, ¿eh? Y las chicas...—Soltó un largo silbido, deslizando la mirada sobre las muchachas que yacían a su alrededor—. La pequeña Madison se ha puesto muy sexy, ¿eh? No está nada mal... Es más, he pensado darle su lindo regalo ahora mismo, así que tranquilo, ambos lo disfrutaremos —bromeó.
El cuerpo de Rex lo bloqueó bruscamente, impidiéndole hacer algo al respecto ante aquellas palabras tan maleducadas que acababa de soltar Trent. No importaban cuantos años pasaron, ese idiota nunca cambiaría.
—Basta, Trent, deja las niñerías —gruñó Taylor Bradford con aburrimiento en demasía, ajeno a la conversación y pequeña discusión que se daba frente a él—. No puedes hacer esas bromas a Aaron y no esperar un buen golpe.
—¿Puedo saber qué jodidos haces aquí? —siseó furioso, tomándolo del cuello de la camisa y zarandeándolo como pudo antes de que Rex lo alejara.
—Nos invitaron, genio —refutó con una sonrisa de lado a lado—. Mira qué coincidencia, ahí viene —soltó burlón, mordiéndose el labio inferior suavemente.
—Pues no me importa, vete con quién diablos quieras pero a mi hermana la dejas en paz, joder —bramó serio y fastidiado. Poco le importaba que alguien allí, alrededor de tantas personas importantes, lo oyeran—. No sé ni por qué están acá —bufó.
Un silencio sepulcral retumbó en todo el salón y, de pronto, una sonriente rubia los miraba emocionada, deslizándose un mechón de cabello dorado detrás de la oreja al verlos. La miró anonadado, viendo, tal como había visto muchísimas veces, las mejillas de Madison sonrojarse de golpe.
Incluso lucía tímida y eso lo sorprendió como una una bofetada repentina.
—¿Y bien? ¿La están pasando muy bien?
—Ahora todo perfecto, preciosa —siseó Trent con la voz baja y ronca, mirándola encantado—. Y...
—Estás hermosa, Madi —Interrumpió Rex con una sonrisa amplia—. Te hemos traído algo increíble —siguió diciendo con toda la tranquilidad que a Aaron le faltaba mientras veía cómo Trent parecía desnudar a su hermana con la mirada—. ¿Te parece so vamos por él? —Entonces tomó a Trenton con toda la fuerza que Aaron pensó que no tenía y lo sacudió lejos de allí, arrastrándolo por toda la pista de baile—. ¡Nos vemos luego!
Taylor bufó aún más aburrido y siguió a su hermano mayor a dónde fuera que estuviese llevándolo Rex.
Pero al menos su buen amigo había logrado alejarlo de ella. Con los brazos cruzados, pensaba decirle que se alejara de los Bradford cuando, al girar a verla, la vio suspirando y mirando con los ojos grandes y brillantes por donde ellos acababan de irse. Lucía aquel rostro enamorado, con una sonrisa enorme y boba que le teñía las mejillas de color carmín.
—¿No crees que es tan... guapo? —murmuró con la mirada perdida y suspiró una vez más—. Podría observarlo todo el día y no me cansaría nunca.
Joder, eso estaba muy mal
¿Por qué demonios tenía que fijarse en Trent, en el chico malo y el peor de todos los Bradford? Eso le iba a traer muchísimos problemas y seguramente poco podría dormir porque, por sí no fuera poco, a Trent le gustaba de la manera más física mientras su hermana lucía muy enamorada.
—Trent es un idiota de primera —escupió con fastidio, viendo cómo, en las afueras, el susodicho discutía con el bueno de Rex, eran tan distintos que incluso contrastaba en la distancia aquella diferencia—. Ni pienses que te dejaré...