Perdóname
Sabía todo sobre ella aunque Amber no lo supiera. La vigilaba todo el tiempo solo para asegurarse de que estaba bien. Mejor que nunca, había un estúpido chico pretendiéndola y queriendo salir con ella, con esa maravillosa chica que debía ser solo suya.
Pero Amber no estaba feliz y eso de alguna manera lo enfurecía muchísimo. Porque al contrario de lo que él quería, estaba triste, decaída y siempre con la mirada perdida, vacía y carente de emoción alguna.
Le enfurecía con todo su ser que todo su sacrificio no había válido una mierda. Que se había alejado por su felicidad pero Amber no estaba nada contenta. Que ahora estaba lejos de ella por una decisión que no había dado ningún resultado.
Y después de aquella noche no había conseguido hablar con ella. Pasaron los días y Aaron aún pensaba la manera correcta en la que debía decirle la verdad a Amber. Sí, se lo había confesado absolutamente todo, pero en ese estado tan denigrante en el que estuvo dudaba mucho que ella le hubiese creído algo.
Es más, ella seguramente creía ahora que estaba jugando o se trataba de alguna tonta broma.
Después de haberla visto llorar, después de que ella derramara lágrimas por culpa suya, se había torturado hasta entonces. Había fallado en su intento de hacerla feliz y, en realidad, cada vez que lo recordaba, se recriminaba a sí mismo por haberlo hecho.
Desearía jamás haber terminado con aquella maravillosa relación que tenía con Amber. Y deseaba aún más, con toda su ser, que ella le diese otra oportunidad. Porque de hacerlo él no dudaba que podría quedarse a su lado, tan felices como lo fueron juntos.
Le había hecho mucho daño a Amber y se odiaba por eso.
Sentado una tarde cualquiera en las afueras de su apartamento, exhaló ligeramente, mirando la nada cuando, de pronto, alguien le arrebató el cigarrillo de la boca. Giró enfurecido hacia aquella entrometida persona que acababa de arruinarle la diversión y alargó las cansadas piernas en la fría acera grisácea.
—¡¿Qué diablos te crees que...
Pero cualquier palabra posible se apagó al ver a la chica que llenaba todos sus pensamientos, delante suyo.
—Tú no fumas— dijo entre dientes
Se encogió de hombros sin ser capaz de alejar la mirada de ella. Estaba sorprendido, observándola como si estuviera viendo algún ángel, algo maravilloso y precioso. La miró de pies a cabeza y una sonrisa ladina se alargó en su rostro con anhelo, no importaba lo muy abrigada y envuelta en ropas estaba, o lo cubierta por sus cabellos castaños y la pequeña gorra azulina que traía, ella seguía luciéndole tan hermosa como siempre.
—Encontré una nueva diversión.
Abrió los ojos desmesurados, sorprendido cuando Amber le estampó una fuerte bofetada.
Su cabeza viró mientras se tocaba la mejilla y, aunque aquel golpe no le dolió lo suficiente como para dejarle al menos una marca rojiza, le ardió en el pecho saber que, después de tanto tiempo, había logrado enfadarla. Antes incluso recordaba que solía hacerla enrabiar por diversión, pero en aquellos tiempos ni siquiera tenía una mínima noción del daño que le hacía.
—No puedo creer que fueras tan cobarde como para no decírmelo en un inicio— le espetó dolida y furiosa—. Supongo que es más fácil alejarse de los problemas que enfrentarlos para Aaron Foster, ¿verdad?
Levantó la vista hacia ella con el pecho doliéndole de pronto, un agujero tan fuerte y profundo que su respiración se hacía más irregular con cada segundo que transcurría. La miró boquiabierto y por primera vez, Aaron no supo qué decir. Lo agarró tan desprevenido y frío que el supuesto discurso que tendría había quedado en blanco en su cabeza.
—Amber, sólo déjame explicártelo. Sé que esa noche dije muchas cosas pero...
Se calló abruptamente y chasqueó la lengua al notar que aquello no estaba oyéndose como deseaba. Negar aquello que le dijo en la fiesta no era precisamente lo que deseaba hacer.
—Suponía que era mucho pedir que fuera cierto —rió ella con dureza—. Yo di mucho por ti, Aaron, te amé tanto... hice muchísimas cosas que jamás pensé haría alguna vez por nadie— rió— Y tú... pues a ti te importé una mierda, me convertiste en uno de tus juguetes y eso no te lo permitiré. Esto acaba aquí, Aaron Foster —Entonces dio media vuelta, los brazos a su alrededor temblando—. Suerte.
Apenas había entendido lo que ella le estaba diciendo pero en algo sí tenía convicción. No la perdería una vez más, no esta vez. No soportaría mucho menos saber que la había perdido para siempre, que no podría recuperarla por una tontería que él mismo había hecho.
Amber iba a oírlo aunque tuviera que llevársela toda la semana a su apartamento, idea que, por supuesto, no le molestaba en lo absoluto. Así que fue tranquilo hacia Amber, intentando relajarse mientras avanzaba en silencio hacia ella.
Y a centímetros de distancia, apenas a una mano de diferencia, rodeó los brazos en ella de manera tan repentina y veloz que la sintió sobresaltarse.
—¡Mierda!
Aaron se inclinó hacia ella, rozándole los labios en la oreja y siseó lentamente en un intento por callarla.
—Era verdad, todo lo que te dije esa noche era real, Amber. Terminé contigo porque Marcel me odia y ustedes discutían tanto por mí que me hacía sentir culpable porque no podía hacerte feliz con tu hermano, con aquello que siempre deseaste toda tu vida —Le murmuró—. Y también es verdad que te extraño tanto, que te quiero tanto que no me hago la idea de estar sin ti. Así que... Que se joda Marcel porque no puedo mantenerme lejos de ti, te extrañé tanto que cuando te vi me dolió como nunca antes verte tan herida, lejos de mí y sin poder cuidarte de tu propia torpeza.
—Sólo déjalo, Aaron —Se soltó de su agarre y, con los brazos cruzados, lo encaró.
—No, es que debes creerme. Nunca te he mentido y mucho menos ahora —Se sacudió el cabello tan nervioso como impaciente—. Te lo dije una vez y te lo repito ahora, porque me conoces tan bien que sabes que es verdad. Yo jamás perdería mi valioso tiempo en algo que me importa una mierda. ¿Y adivina qué? —La tomó de la mano y la empujó hacia él hasta abrazarla una vez más, dejando que su pecho descansara en ella—. Te quiero, Amber, te amo tanto que sólo quiero hacerte feliz. He intentado hacer esto hace tantos días que me aterraba la idea de que me dijeras que no, no podría soportarlo más porque todo esto es culpa mía. Y lamentó decirlo tan tarde, pero te amo, realmente lo hago, te amo con todo lo que soy.