LAS REGLAS NO CAMBIAN
Al despertar mi madre ya estaba preparando el desayuno, ella amaba ponerse el delantal de chef y yo amaba vérselo puesto me parece que combina con los hoyuelos en sus mejillas. Tampoco puede faltar su concierto favorito de Beethoven sonando al fondo del salón, mi gusto por la música clásica venía de ella. El plan de ir a la playa en las noches, relajarnos y escuchar los clásicos más exquisitos es de nuestros favoritos.
—Mmm… Huele delicioso. ¿Qué es? —Pregunto a mi madre mientras poso un beso en su mejilla.
—¿Qué crees? —Responde y yo río.
Cada mañana, o por lo menos cuando ella está, prepara unos deliciosos Pancakes con miel y fruta, y no es posible que el café esté ausente, a mí me queda rico pero el de mi madre es incomparable. No cambiaría el desayuno con ella por nada, ni siquiera por las salidas a la playa creo que sí pudiese enumerarlos sería desayuno 1 y playa 2.
Durante la plática con Lucy le conté como estuvo la fiesta de cumpleaños de Jacob y preferí omitir la razón de porqué llegué más temprano a casa. Estoy segura que mi madre sabe de mi crush hacía él pero ella es prudente y a pesar de que tenemos una excelente relación madre e hija no estoy preparada para enfrentar a otra Ashley, repitiéndome lo que ya sé, porque la conozco y estoy segura que eso es lo que hará. Ayudé a limpiar la cocina, me di una ducha rápida y partí hacia la universidad.
Antes de que iniciara mi primera clase voy corriendo a la sala de descanso de los maestros. Tengo entendido que se mantienen allí antes y después de todas sus clases, averigüé y la maestra Jefferson no es la excepción. Algunos de ellos parece que incluso viviesen en ese lugar, nunca he estado allí pero por lo que me han contado no sería mala idea, tienen su propio baño, uno para mujeres y otro para hombres, escritorio con almacenamiento para cada uno, televisión, Wii, libros de entretenimiento y comida gratis todo el día, incluso hay rumores de que tienen duchas y un par de habitaciones con camas. Yo personalmente me la pasaría allí metida.
Golpeo la puerta y la abro sin haber recibido respuesta alguna. Miro perpleja a mí alrededor y confirmo que sí parece un lugar de descanso pero tampoco es lo que esperaba. Me adentro en la iluminada y pacifica habitación, me abro paso por los espacios pequeños espacios que dejan los escritorios con computadoras, otros están vacíos o con unos cuantos libros encima. Todas las mesas tienen sus respectivas sillas de oficina y están organizadas de manera simétrica, efectivamente la maestra se encuentra en uno de los escritorios del fondo, de los que divide la parte del trabajo con el espacio libre antes del ventanal, lleno de pufs y espumas para descansar, todas repartidas en las tablas de madera, sin camas ni televisiones.
—¿Si dime? —Pregunta aun mirando su computadora en cuanto nota mi presencia.
—Perdone que la moleste señorita Jefferson. Solo venía a informarle que prefiero hacer el trabajo final yo sola.
La maestra posa los lentes sin aumento que lleva en la punta de su respingada nariz y me observa por encima de ellos. —¿Disculpa? —Parece confundida.
—Sí, es que estoy segura que lo haré mejor, suelo ser más creativa y puedo concentrarme más. No creo que haya problema con eso ¿O sí?
—Jovencita Emma —Dice como si ella no lo fuese también, como si su edad doblara la mía y no, su áurea cabellera y su conjunto de ropa moderna la delatan. —¿Cree usted que si no hubiese problema habría perdido el tiempo asignándoles un compañero para hacerlo?
—Per… —Antes de que pueda decir algo me interrumpe.
—El trabajo es bastante complejo y largo, no podría hacerlo sola. Escoja bien a su pareja para que no lo lleve tan mal —Aconseja y pone los lentes nuevamente en su lugar.
Mira su reloj haciendo evidente que llegaré tarde a clase y que no hay nada más que discutir, así que me marcho derrotada.
El día se me hace cada vez más largo. No pude solucionar mi problema con el trabajo final y no dejo de pensar en Jacob, bueno, en la escena que protagonizó ayer. Siempre que sucede es con una chica diferente y tardo casi una semana en superarlo, ya tengo la cuenta, trato de convencerme a mí misma de que no me importa pero mi corazón es un poco lento en procesar ese tipo de información, a veces parece que pierdo el mando sobre él, afortunadamente no del todo, en los últimos años he aprendido a controlarlo. Me frustra pensar cómo es que Jacob Gosselt y yo somos tan amigos, odio las personas egocéntricas y él es el número uno, aunque no siempre lo fue y soy la única que lo sabe.