Caminar con este vestido se me hace más difícil, me quite los tacones para caminar más rápido. Todavía nos falta demasiado camino, pero sé que podemos hacerlo y agradezco que él esté aquí conmigo, para apoyarme en todo, pensé que nunca lo diría, aunque literalmente no lo estoy diciendo en voz alta, si no yo lo estoy admitiendo, estoy admitiendo que lo quiero, lo quiero muchísimo. Nunca pensé que lo iba a querer, con lo fastidioso que es.
Volteo a verlo y me da una linda sonrisa y sin darme cuenta ya se la estoy respondiendo. Lo quiero.
Oigo el sonido de unos carros detrás de nosotros, cuando volteo hay cuatro camionetas negras a lo lejos.
—Nos encontraron... —le digo.
—Mantén la calma, —me dice, las camionetas aumentan la velocidad y eso me pone más nerviosa—corramos.
Empezamos a correr por la carretera solitaria. No hay escapatoria, en una simple carretera, plana y recta, no podemos escapar. Los ojos me empiezan a arder, todo esto es mi culpa y ahora es mi culpa que él esté aquí por mí.
—Disculpa... —le digo y lágrimas salen de mis ojos.
—No es tu culpa, estamos juntos en esto.
Las camionetas ya están detrás de nosotros, se estacionan y aumentamos la velocidad de nuestros pies. No aguanto, cada piedra raspa mi pie desnudo, ya no aguanto.
— ¡Paren! —gritan por detrás de nosotros.
Nos volteamos y muchos tipos con armas salieron de las camionetas, y no es lo peor, nos están apuntando. Paramos de correr no volteamos por completo y subimos las manos de forma de paz.
Dos tipos se nos acercan. Uno me apunta a mí y otro apunta a él.
Por mi mente solo paso un simple: Mierda.
El tipo tira del gatillo.
Y dispara.