Amelia
Ya estaba lista para ir al instituto, me estaba terminando de cambiar, ya era muy tarde porque la alarma no había sonado. Mi mamá me molestó pero por alguna razón me castigó y obviamente no le iba a preguntar "oye, mamá ¿Por qué no me castigas por desobedecer ayer?". Ya estaba abriendo la puerta para irme, la moto se me quedó ayer sin gasolina y para rodar la moto de aquí a la estación nunca llegaría a el instituto, estamos en agosto pero el frío y la neblina parece de diciembre, Calistoga, donde vivo es un pueblo chiquito lleno de puros árboles a su alrededor y un hermoso río, hay como treinta casas y una estación de policía que no servía para nada, no hay para poner denuncias ni una cárcel, tienen que trasladar a los que ponen bajo arresto y para trasladarlo a la cárcel o a una fiscalía serían una hora y media el viaje, la verdad esos policías no sirven para nada, aquí es muy raro que cometan un delito porque todos nos conocemos y somos una población chiquita. Saqué mi abrigo del bolso para salir del patio delantero y entonces vi al perro gigante de mi vecino.
Siento que el perro se me viene encima y me caigo de culo por la fuerza y el impulso que agarro el perro. Ahogó un grito pero me salió un chillido, me empezó a lamer la cara, no me lo de encima porque quedó paralizada.
—¡Nala! —grita mi vecino corriendo hacia mí para quitármela de encima. Le puso una correa y la metió en su patio cerrando la puertica para que no escapara—, hola A-Amelia, perdón es que es muy cariñosa. — dice apenado ayudándome a levantarme del piso.
—Hola Jack, tranquilo. —digo dándole la espalda para seguir mi camino. Me limpie la cara con la manga del suéter gracias a que ese perro me había llenado toda la cara de saliva.
—Mmm... Si quieres te llevo a la escuela. —dice Jack. En realidad era una oferta muy buena, me ahorraría diez minutos caminando.
—Bien. —le digo asintiendo con la cabeza. Me abrió la puerta la puerta de copiloto de su hermosa camioneta gris plomo. Me monte y el cerro la puerta con cuidado. — Gracias Jack.
—No hay de que Amelia, —dice un poco nervioso apretando el volante— perdón por lo de hace rato sé cuánto te dan miedo los perros y...
Lo interrumpo
—Tranquilo, déjalo.
El camino fue aburrido, Jack conduce muy lento, sin embargo no llegamos tan tarde como creí. Le agradecí por traerme al colegio, cuando entré saludé a las locas de mis amigas y entre a las primeras clases hasta llegar a la hora de desayunar y me dirigí a la cafetería.
—Amelia, ¿Tú qué piensas de eso? —me pregunta Jessica, mirándome fijamente con sus intensos ojos azul cielo.
Las dos me miran esperando mi respuesta pero yo las miro con desconcierto, porque desde hace rato no las estaba escuchando.
—Perdón, no las estaba escuchando. —le respondo.
—Nunca escuchas Amelia. —reclama July.
—Claro, como su sexy y hermoso vecino te trajo al instituto ya no importamos. —dice Jessica.
—¿Cómo sabes eso? —le pregunto porque no les había contado.
—Los vi cuando llegaron, —dice Jessica cómo si fuera lo más obvio— de lo que hablábamos era que las porristas están llorando, como quisiera grabarlas y subirlas a Instagram. —dice con una risa maliciosa.
—No lo hagas, que no entraras al grupo de las porristas no es declararle la guerra y además no sabemos porque lloran, quizás es algo familiar o algo así. —digo encogiendo los hombros y jugando con mis macarrones con queso.
—Sí, es verdad. —dice Jessica rodando los ojos.
—Vieron que abrieron un bar para mayores de quince años. —dijo July.
— ¿No es ilegal? —pregunto.
—Amelia, lo que Kytty está tratando de decir es que debemos ir, no que si es ilegal. —me responde Jessica con mucho entusiasmo.
—No es lo que trato de decir, es que venden alcohol y es ilegal para menores, pero la parte más extraña es que la policía les dio permiso — dice July arreglando sus lentes, mientras hace un gesto de que se le olvidó mencionar algo importante— y no es lo único, el dueño en anónimo —culmina.
A Jessica se le fue todo el entusiasmo y puso una cara de aburrimiento.
— ¿Y a quién crees que le pertenece? —preguntó con curiosidad del tema.
—Pues en realidad no sé pero supuse que puede ser alguien nue...
—Dejen de hablar suposiciones y vamos hoy en la noche para ver qué tan lindo es el lugar, así aclaran las dudas. —dice Jessica interrumpiendo a July con una risita, claramente quiere ir a emborracharse.
—Primero estamos en jueves, segundo no tengo dinero y tercero tengo que trabajar, para echarle gasolina a la moto. —le digo.
—Yo te puedo dar dinero Amelia. —dice Jessica.
—No Jessica. —le digo.
Mientras July nos ve como si fuera un partido de Ping Pong.
—No empieces con tu mald...
La interrumpe el timbre sonando a todo pulmón y salvándome de una discusión sin final.
—Voy tarde a clases. —le digo mientras le lanzó un beso en el aire mientras ella me muestra su dedo del medio.
Caminé por los pasillos del gran edificio y entré al salón de Historia —que gracias a Dios no me tocaba ni con Jessica ni con July— y me senté en uno de los pupitres de atrás donde nadie se sienta. Un chico de cabello castaño claro y con ojos color miel —bonito a decir verdad— se sienta a mi lado regalándome una sonrisa —que no le respondí—, nunca lo había visto en clases.
—Hola, me llamo Collins pero me puedes decir Coll, bueno es si tú quieres, todos me llaman así. —dice regalándome una sonrisa, su voz es dulce y tierna— Y... Tú, ¿Cómo te llamas? —me pregunta con un poco de pena.
—Amelia. —le respondo con fastidio.
— ¡Que hermoso nombre!, Tengo una tía que se llama así y estaba embarazada, pero perdió el bebé porque mi tío le pegó en la barriga con una tabla de picar carne. —dice aún sonriendo, me pregunto si no le duelen los cachetes de Tandil sonreír. Lo miro con cara de desagrado por aquella información que dio de más— Perdón me pongo muy nervioso cuando conozco personas, ya voy a dejar de decir estupideces , pero solo quiero una amiga, como ya te dije soy nuevo y no les agrado a muchos. —dice con vergüenza y sinceridad.