Amelia
La cabeza me da vuelta y vuelta, tratando de entender cómo en un pueblo tan chiquito hay desaparecidos y el pueblo más cercano es a horas de aquí, no lo entiendo.
Agarro un cigarro y abro la única ventana de mi cuarto que la vista es el patio delantero de la casa. Lo prendo y le doy una fumada, ya casi son las siete, después de ver el cartel de desaparecida Liana lo arranqué y me vine a mi cuarto, a esta hora me encanta apreciar el cielo naranja. Dejó salir el humo de mi boca y veo a alguien al frente de la puerta de mi casa, entre cierro los ojos para ver de quién se trata.
Tozo casi ahogándome al ver de quién se trata, aplastó el cigarro en el cenicero
Y me paro de la ventana y abro la puerta para salir de mi cuarto, empiezo a bajar las escaleras mientras que el timbre empieza a sonar mi mamá se para enseguida para abrir la puerta pero me le adelanto, agarró la manilla y ella quedó a mi lado con la mano estirada.
—Es para mí. —le digo.
Hace un gesto de asco, alejándose de mí.
— ¿Estabas fumando? —pregunta con asco.
Sin prestarle atención abro la puerta y salgo al patio delantero, me dirijo a la reja y la abro.
— ¿Collin? —lo miro confundida.
—Perdón si te estoy molestando Amelia... —dice.
Me mira y me doy cuenta que estaba llorando. Ya no carga la misma ropa que cargaba en el instituto, traía puesto unos vaqueros con una camisa negra y un morral.
— ¿Que paso? —le pregunto mientras una camioneta blanca de vidrio ahumados pasa lentamente por la acera de nuestro lado, arrugó el ceño y jalo a Collins para que pase.
Cierro la reja y dirijo a Collins a la entrada de la casa.
— ¿Me presentó o algo así? —pregunta.
Volteo a ver a mi mamá y la veo peleando por teléfono en la sala, caminando de un lado a otro. Y vuelvo a verlo a él.
—No hace falta. —le digo con gesto de desinterés. Empezamos a subir las escaleras y mientras escuchamos los gritos de mi mamá.
— ¡NO ME INTERESAN TUS EXCUSAS, SOLO TRÁEMELO!
—grito mi mamá todavía con el teléfono en la oreja.
Le hago un gesto de que empiece a subir a Collins. Empezamos a subir corriendo, ya abriendo la puerta volvió a gritar:
— ¡SOLO TRÁEME LA MALDITA DRO...
Entramos lo más rápido posible al cuarto y antes de que Collins siguiera escuchando cerré la puerta de un portazo.
—Lo siento —le digo avergonzada por los gritos de mi madre.
—Tranquila, aunque no parezca que vivo cosas peores. —dice cabizbajo.
— ¿Quieres hablar de lo que pasó? —le pregunto.
Veo como sus ojos se enrojecen y me atrevo a decirle nada para no empeorarlo. Duramos un rato en silencio, fue extraño apenas lo conocía, pero parece buena persona, se viste elegante y su cuerpo es muy bien definido, tiene un aire de una persona seria, fuerte y segura.
Me dirigí a la ventana y agarré un nuevo cigarro.
— ¿Fumas? —le pregunté.
—Nunca lo he hecho —responde mirándome, sus ojos miel resaltaron con el poquito de luz que entra por la ventana—. Es... ¿Un vicio?.
—Nop —le respondo buscando el encendedor—, no lo llamaría vicio, fumo cuando estoy estresada, triste, malhumorada. —dije encogiéndome de los hombros.
Enciendo el cigarro, me lleno la boca de humo viendo por la ventana como la luna reemplaza al sol lentamente, suelto el humo de mi boca mientras Collins rompe el silencio.
— ¿Me podría servir? —me pregunta con el ceño fruncido.
Me encojo de hombros.
—Inténtalo. —le digo estirando la mano con el cigarro.
Veo que lo acepta y por un momento lo mira con curiosidad, cuando decide inhalar los ojos se le ponen rojos y empieza a toser, toser y toser, lo peor es que se reía tosiendo. Le di unas palmadas en el pecho pero nos empezamos a reír de su intento de fumar.
—Iba a ser un suicidio ridículo. —dice a carcajadas.
—Esto definitivamente no es lo tuyo. —le digo riéndome y apagando el cigarro.
Terminamos hablando como su tía que también se llama Amelia se cayó del tercer piso de un edificio porque esposo le dijo que si se lanzaba resucitaba su madre. No sé cuántas horas pasamos hablando, Collins es un chico muy agradable y de bonitos sentimientos, no es la persona seria que parece.
—Dios tengo hambre. —confieso acostada en el piso.
—Yo también. —dice Collins acostado a mi lado.
—Voy a pedir pizza. —digo.
Cuando llegó la pizza comimos sentamos en posición de indio en el piso.
—Se me olvidó pedir algo de beber. —le digo.
El empieza a buscar algo en su morral y sacó una botella de vino, lo miró con el ceño fruncido.
— ¿Quieres? —me pregunta.
—Nunca he tomado vino. —le digo.
—Bueno será tu primera vez. —me dice.
🌒🌒
No me acuerdo cuánto tomamos, en verdad no lo recuerdo. Pero un sonido me despierta, lo primero que veo es el techo de mi cuarto volteo a la a un lado y veo a Collins durmiendo en el mueble de mi cuarto, vuelvo a escuchar un sonido y me doy cuenta que es mi teléfono me paro de golpe haciendo mi cabeza doler, Dios cuanto tome. Empiezo a buscar mi teléfono en el desastre de mi cuarto, lo agarro y ni veo el nombre solo atiendo.
— ¿Hola? —digo con la voz ronca y un poco dormida.
—Gracia Dios mío, ¿Dónde estabas qué no contestabas el teléfono? —habla July al otro lado del teléfono con un todo de preocupación.
—Estaba durmiendo July, ¿Qué pasa? —le respondo con fastidio.
—Jessica, eso es lo que pasa, Jessica está pérdida, no está en su casa ni en ningún lado, ella me dijo que fuera ayer en la noche a su casa y cuando fui no estaba me quedé dormida esperándola y no regresó, la llamé pero me di cuenta de que su teléfono lo tiene aquí. —dice desesperada.
— ¿Y si está en una fiesta? —le pregunto.
—Amelia, son las doce de la tarde, sus padres siempre le hacen video llamadas a la una y media —dice, da una pausa y respira hondo—. Amelia, si sus padres se enteran de que está perdida la obligará a vivir en Grecia para siempre y sabes que ella odia ir para allá.