Amelie

PRÓLOGO

El olor a chocolate caliente y hotcakes era lo común en las mañanas de Amelie, su padre iniciaba el día cocinando, siempre había sido un hombre de casa y amaba cada segundo que compartían, a veces jugaban en el parqué, muchas otras terminaba con moratones por la irresponsabilidad del hombre. No tenía mucha familia, solo un par de primos tontos que la molestaban en cada visita; la única amistad que se le permitía era la pequeña Sarah, era hija de uno de los socios de su madre, tenía mechones rubios en medio de sus motas castañas, unos ojos verdes resplandecientes la acompañaban a toda parte, Marie era importante en muchos aspectos, en el gobierno era considerada como una de las mejores científicas y estrategas del siglo, desarrollaba prototipos de rastreo, equipaba divisiones enteras con la mejor tecnología, además jugaba a ser diseñadora de modas, ahí tampoco le iba mal.

Era el cumpleaños número seis Amelie contaba que llegaría Sarah, sus padres, y la tía Adelaide con sus inquietos hijos, sobre el marco de la ventana observaba ansiosa la reja. Era casi medio día cuando una pequeña cruzó, llevaba un vestido turquesa y el cabello recogido, saltaba alegré acercandose a la entrada. Amelie corrió abajo tropezando uno de los jarrones de su madre, el brusco movimiento le dió un gran susto, los miles de dolares que costaba los sacarían en cara, por suerte no paso a mayores. Después del susto reanudo su camino hacía la puerta, pero Winston el mayordomo había dejado pasar a su amiga y esta devoraba un muffin en la cocina.
-Melie feiz pumplemos -dijo Sarah aturugada -legaso yo deme ali -comento señalando las escaleras.
Amelie sonrío
-Gracias Sarah- dijo ríendo y caminando hacía el regalo. Un lindo oso beige una bolsa de lona con algo dentro y muchos chocolates la esperaban. Luego de comer pastel y unos pocos dulces jugarón en la ciudad de metal, un cuarto lleno de simuladores donde cualquier cosa que imaginarás se reflejaba. Las pequeñas se divirtierón por poco más de una hora, pero a su edad dormir un poco no era mala idea. Lo que sí, era dormirse en las escaleras, el chirrido de las bisagras desperto a Amelie, no habían transcurrido dos horas cuando un grupo de al menos doce ingreso por la entrada principal, llevaban trajes negros, el saco sin botones dejaba al descubierto una camisa blanca, la excepción era la mujer del frente, vestía de morado y llevaba una bolsa metalizada colgando del brazo derecho
-Amelia! -expreso agradable en tono de sorpresa -es un presente para ti, querida, el sexto cumpleaños es el más especial -dijo alargando la bolsa hacía la pequeña
Amelie dudo un poco, pero aun así extendió la mano y agarro el obsequio sonriendo
-Gracias -su madre siempre decía que debía ser amable, pero con tantos pares de ojos sobre ella le costaba mucho seguir la norma 
La mujer sonrió, tenía ojos azules y el cabello casi blanco llegaba hasta los hombros
-Soy Ava y ellos - señalo al grupo -trabajan para mí. Necesito a tus padres Amelia
-Amelie -corrigió la pequeña -espere un momento, comentare su llegada
-Gracias, pequeña -respondió la señora sonriendo mientras la castaña caminaba hacía el dormitorio principal.

Sus padres no lucían muy felices con la visita, pero les invitaron a pasar y luego se encerraron en el estudio a discutir quién sabe qué. Algunos gritos se colaban entre las rendijas, parecían clamar por salvación, luego todo volvía a la calma.
La tía Adelaide y sus espantosos hijos llegaron temprano, lo peor, tuvo que soportarles primero, Christian y Daniel cumplían doce en septiembre, eran gemelos y jugaban a confundirla, creían ser iguales, pero Daniel tenía ojos verdes, no cafés además también tenía un poco más largo el cabello, eran morenos por parte del padre y molestos por cualquier lado donde se mirase.
Ingresaron con el mayor ruido posible, tía Adelaide regañaba y lanzaba maldiciones a los pequeños, pero ellos solo se motivaban y lo hacían peor. Sarah desperto asustada deslizandose por las escaleras
-Winston, puede por favor llevar a tía Adelaide a la habitación de invitados -pidió Amelie
El mayordomo sonrió 
-Por supuesto señorita -dijo señalando el camino a los invitados.
Después de acomodar las pertenencias los pequeños demonios regresaron al salón principal, sonreían pícaros, como si algo estuviesen tramando. Tomaron una merienda y decidierón poner todo patas arriba, comenzaron bajando un lienzo enrollado, era el plan de batalla cinco, Marie junto a uno de sus colegas lo había diseñado y era el próximo a usar en la guerra, contaba de solo tres partes, era sencillo y efectivo, Amelie lo había escuchado cuando su madre lo discutía mientras tomaban el desayuno e incluso había logrado comprender lo que buscaba. La pequeña gritaba y corría tras ellos, Sarah seguía dormida y aun no entendía cómo con todo el ruido no se despertaba. 
Los pequeños demonios seguían volteando y dañando todo, Christian intento ingresar al estudio, pero un fuerte grito, seguramente de Ava lo alejo asustadonde ahí. Tía Adelaide conversaba coquetamente con el mayordomo cuándo uno de los gemelos llego sollozando a sus brazos con un grupo de hombres de negro detrás, no se les notaba ninguna emoción, los hombres de Ava esperaron junto a la puerta principal, mientras su jefa descendía las escaleras.
Ava sonrió a Amelie
-Amelia, querida. Puedes venir, por favor -dijo melodiosamente
La pequeña miro a su amiga que acababa de despertarse con una leve confusión -Po-porsupuesto señora
-Dime Ava, querida -sugirió
-Ava
En el estudio Marie Y Dereck esperaban ansiosos, el hombre tenía los ojos rojos y el cabello desordenado, Marie lucía furiosa
-Amelia tu vida cambiará -informó Ava -no podrás salir de casa y un tutor del gobierno te educara, a partir de mañana niños y niñas pródigos llegarán de diferentes lugares, solo se te permitira dirigirles la palabra en dos casos: pedir ayuda o disculpas -suspiró -Ah y no puedes pasar más de dos minutos con ninguno
-Pero... Pero por qué? -cuestiono la pequeña
-Ordenes gubernamentales, querida -finalizó Ava mientras salía satisfecha.




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