Amenaza Encubierta

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Ernesto

 

 

Cuando se fueron sabía que no tenía que quedarme con los brazos cruzados, a pesar del shock que viví ayer, que fue muy traumático para mí. Ayer fue una de mis experiencias más feas, traumáticas de mí vida, de hecho jamás me había pasado algo tan feo y grave. Sentía el miedo recorriendo mis venas, sentía la muerte cerca de mí, no sabía que pudo haberme hecho, no sabía si de verdad me hubiera matado después de que pensó que yo era Roberto.

   Él sabía que si volvía a ver a Roberto tenía que matarlo, porque la policía lo perseguía, bueno no toda, solo mi hermano Ángel. Si me hubiera secuestrado, no sé qué hubiera hecho, o mi familia. Pero en estos momentos Bárbara está arriesgando su vida, sé que tengo que hacer algo, y no quedarme con los brazos cruzados, soy un periodista, un reportero, que día a día vivirá con peligro. Desgraciadamente así es, muchos mueren en el intento de una noticia, muchos mueren por una nota.

   Puede que yo no sea la excepción, pero por mi familia soy capaz de todo, los tres lo estamos haciendo y debo seguir luchando. Subo a mi recamara y encuentro una pistola de mi abuelo, la pongo en mi mochila. Tomo las llaves de donde están colgadas y tomo la camioneta. Me subo a ella, prendo el motor, y acelero sigo el GPS de Bárbara, y descubro que están en un bar del centro.

   Y me estoy escondido, esperando que salga del lugar, reviso mi celular y son las 11:30 de la noche. Entonces recuerdo la cara de ese cabrón, y sé que Roberto se acuerda de él, pero no quiere decir nada. Porque ahora entiendo muy bien su miedo, lo entiendo perfectamente.

   El solo pensar que esos ojos chiquitos, negros y fríos te miren, te da una sensación de pánico total, te da un miedo horrible como si vieras a la persona más psicópata, aún recuerdo algunas de mis clases, psiquiatría, él lo es, o eso quiero creer. Miro desde la ventana y veo las placas del taxi, se sube un joven de unos 18 años gay. Quisiera hacer algo, por ese joven y que no le pase nada.

   Entonces lo sigo, veo que lo lleva hasta Chapultepec, y el joven ahí se baja sano y salvo, saco el aire de alivio, regreso al bar donde sigue el punto de Bárbara. Al poco rato, veo que es hora, Bárbara camina y sube al taxi. Cuando voy manejando persiguiéndolos, veo que el tira el celular por la ventana.

   Me asusto, y sé que ella está en problemas, sé que él se dio cuenta lo que queremos hacer, no es idiota. Veo que se mete entre calles, y lo sigo con cuidado para que no pueda verme. Puedo ver que estamos en un baldío. Veo que ella se baja del taxi corriendo y se esconde.

   Saco de mi mochila el arma. Me bajo con cuidado sin hacer ruido, empiezo a caminar poco a poco. Saco mi celular, le envió un mensaje a Ángel.

 

Te envió mi ubicación, estamos aquí, los seguí.

 

Pulso enviar.

   Volteo a los lados para que el puerco no me pueda ver. Camino poco a poco. Veo que la encuentra la empieza a tocar.

 

Bárbara: suéltame, ¡suéltame! ¡No me toques, por favor! - las lágrimas se le salen, comienza a llorar tan fuerte –

Taxista: pero si estás bien rica mami – comienza a reírse, que su risa me provoca asco –

Bárbara: ¡aléjate de mí! – lo dice gritando como si alguien la pudiera oír, comienzo a poner mi celular para que se grabe el audio –

Taxista: aquí nadie nos escuchara, y no sabes lo que hare contigo, primero te cogeré tan duro y rico que jamás olvidaras esta experiencia sexual, luego te matare y te enterrare debajo de aquí…. No te resistas mamacita, me encantas preciosa.

Bárbara: suéltame, por favor. – llorando –

 

Puedo ver que la está besando como un loco desquiciado, yo camino poco a poco, para que no pueda oírme, levanto el arma y lo golpeó fuertemente en la cabeza hasta que cae al suelo. Ella me mira sorprendida y en sus ojos puedo ver un alivio total, corre y me abraza.

 

Bárbara: Ernesto, que bueno que estas aquí – llorando fuertemente –

Ernesto: ya vienen por él, los seguí, no podía confiarme tan fácil del GPS, porque este no es pendejo.

Bárbara: si no lo es.

 

Cuando me doy la vuelta veo que se levanta y me golpea fuertemente en la cara que caigo al suelo.




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