Rosa
Me desperté con la cabeza dando vueltas, el frasco de la estantería estaba roto y esparcía el olor a lavanda, una olor que me recordó a mi infancia, cuando todavía éramos amigas…
La mire, estaba plácidamente dormida, parecía que soñaba algo agradable porque se veía su sonrisa cálida como antes. Toque su mano y nos transportamos a un parque, era un antiguo parque que jugábamos cuando éramos pequeñas, hoy en día ya no es así.
Yo seguía cogida de su mano y por detrás de mí apareció una niña muy parecida a Blanca, con el cabello corto por debajo de los hombros, liso, lacio y con el flequillo corto, de cabello castaño claro. Esa niña corría hacia un tobogán donde había dos niñas más arriba, una que se parecía a mí y otra que se parecía a Celeste ¿Qué estaba pasando? ¡Éramos nosotras de pequeñas!
—Venga Blanca, ¿a que no me pillas?
—Sí, yo te pillare Rosa— Blanca subió muy rápidamente y bajamos Celeste y yo como un rayo por el tobogán, en ese entonces éramos muy felices, teníamos alrededor de 3 años porque me acuerdo que ese día, Blanca se hirió la rodilla por tropezar con una roca.
—¿Y si jugamos al pilla pilla?— Propuso Celeste, quise seguir viendo que ocurría pero Blanca se empezaba a despertar y quito su mano de la mía, en ese momento el recuerdo se fue y volvimos a la tienda.
—¿Estás bien? Quieres que te traiga agua o…
—No me toques. Te dije que el frasco era muy delicado, no se tocan cosas que no se deben tocar— Ese tono y esa mirada no lo veía desde hacía mucho tiempo. Blanca se levantó antes de que pudiese decir algo y miraba el frasco roto en el suelo.
—Lo siento pero… ¿tu sabias lo que era?
—Lavanda… El olor favorito de la señora Sienna, como se entere de que hemos roto el frasco…
—No va a pasar nada— Dije cogiéndole de la muñeca, estaba agobiada.
—No, no va a pasar nada, no me va a pasar nada a mí, vas a tener que explicarle porque le cogiste el frasco y no voy a hablar en ese tema cuando se entere.
—¿Enterarme de qué?
—Señora Sienna— Dijo girándose hacia ella, ya me temía lo peor.
—Em… ¿Por qué baja con maletas?
—Me voy unos días de vacaciones, no me he despegado de esta tienda en muchos años, ya es hora ¿no creéis?
—Pero entonces, ¿quién cuidara de la tienda?
—Vosotras por supuesto.
—¿Nosotras? ¿Las dos? ¿De la tienda?
—Ay cariño, eres igual que tu abuela, por supuesto tesoro, ya lo tenía planeado desde hace tiempo.
—¿Como que desde hace tiempo?— Pregunté extrañada.
—Vaya… ¿qué le ha pasado al frasco?
—Em… yo, lo siento mucho, le comprare otro de verdad, no me despida, necesito este trabajo.
—¿Despedirte? ¿Por qué iba a hacerlo?
—Pero…
—Tranquila mujer, ese frasco me lo compre en un mercadillo y lo que lleva es el olor a lavanda que tanto me gusta, pero tengo muchos más en el piso de arriba.
—Pero si me dijo que era muy importante y que no podía tocarlo—Dijo Blanca.
—Sí, cuando eras pequeña, tú y tu hermana mayor estabais corriendo por la tienda como dos auténticos terremotos, ¿de verdad pensabas que si fuera importante lo dejaría a la vista de todos?
—¿Y la puerta? ¿Cómo explica eso? La puerta no se puede abrir.
—Esta tienda hace muchos años que la tengo, y como todo se hace viejo, a veces esta puerta no se abre por el simple hecho de estar atascada, en varias ocasiones me he tenido que esperar horas para que me pudiesen abrir pero ya le he pillado el truco a este cachivache— Dijo cogiendo el mango de la puerta. —Coges el mango, lo subes para arriba hasta que haga un sonido y lo bajas muy fuerte para abrirlo. Cosas de viejos, bueno hasta dentro de un mes.
—¡¿Un mes?!—Las dos saltamos de la desesperación, pero la mujer ya se había ido, ¿un mes trabajando en una tienda con una antigua amiga que ahora nos odiamos? Esto no puede ir a peor.
—¡Hey! ¡Hey! ¿Qué tal os va?— Preguntó una chica con el cabello corto, ondulado y castaño rozando al rubio, tenía el flequillo al lado y sus ojos eran marrones miel.
—¡Celeste!— Gritamos las dos sorprendidas.