Amigas para siempre

Capitulo 4. La reflexion de Blanca

Blanca

Salí de la sala empecé a barrer el suelo con una escoba que se encontraba cerca del perchero. No quise pensar en nada, quería borrar ese cruel pasado que me toco vivir.

—Blanca ¿Qué haces?—Preguntó Rosa, no quise contestar y seguí barriendo. Acto seguido me quitó la escoba para obligarme a hablar. —El suelo está limpio, y todavía no hay clientes, ¿puedes abrirte a nosotras como antes y decirnos que te pasa?

—No quiero hablar contigo—Le cogí la escoba bruscamente y subí al piso de arriba, no le mire la cara pero seguro que estaba confundida. Suspiré y me senté en una cama, el piso de arriba era la pequeña casa de la señora Sienna, solo tenía una cama, una pequeña cocina y una televisión antigua.

—Oye, esto que le acabas de decir a Rosa está muy mal ¿no? Así no le habla a una amiga—Dijo Celeste abriendo un poco la puerta.

—Una amiga es una persona que está contigo pase lo que pase, en las buenas y en las malas. Y créeme que ella no ha sido una buena amiga, al menos no para mí. Dejadme tranquila por favor.

Celeste y Rosa se fueron de ahí y bajaron a bajo, me quedé dormida y cuando me desperté ya era hora de cerrar.

—Oh no, la tienda—Bajé deprisa y olvide que habían escaleras, así que me caí por ahí. 45 escalones, uno detrás del otro, al menos me protegí la cabeza.

—¡Blanca! ¿Estás bien?—Oí la voz de Rosa. Me ayudó a levantarme aunque no quería ninguna ayuda, en ese momento yo estaba muy dolorida y no podía hacer fuerza. —Eso de aquí es…

—No es nada—Me bajé la camiseta, tenía una cicatriz en la parte derecha de mi cintura, solo mis padres lo sabían.

—Eso de ahí era una cicatriz, desde cuando la tienes?

—¿Es que acaso te importa? ¿No puedes centrarte en tu trabajo y dejarme a mí en paz?

—Muy bien, me rindo, no me preocupare más por ti, pero que sepas que ya es hora de cerrar, han venido unos cuantos clientes y he tenido que llamar a la señora Sienna para que me ayude ya que soy nueva aquí y no conozco muy bien esta tienda—Dijo cogiendo su bolso. —Por cierto Celeste se ha cansado de esperar y se ha marchado. Toma las llaves, cierras tu cuando te vayas—Dijo al salir, cuando cruzó la puerta no miró hacia atrás.

La seguí mirando mientras cruzaba el paso de cebra, dos coches pasaron detrás de ella y yo me senté en la silla ¿Qué estaba haciendo? Era muy fuerte para mí hablar sobre ese tema, un tema que para mí siempre había sido tabú.

Cerré la tienda y me dirigía a mi casa, mi piso individual cuando de repente un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo, ¿alguien me estaba siguiendo? No giré mi cabeza por miedo a descubrir que fuera verdad así que ande un poco más rápido que antes.

Por fin llegué a mi piso y sin girarme saque la llave y entre en el portal, todo esto con nervios y con el corazón a mil. Subí arriba, planta tres puerta dos y cerré mi puerta con llave antes de suspirar de alivio.

Me duche, me puse el pijama y me quede dormida sin cenar, tampoco tenía hambre. Hoy había sido un día muy largo, con recuerdos del pasado que pensaba que no volverían nunca más, pero estuve equivocada. Este día lo iba a recordar para siempre, el 10 de octubre del 2039.

Me desperté al día siguiente cinco minutos antes de que sonara la alarma, me vestí, desayune muy poco la verdad, no suelo desayunar mucho por las mañanas. Y me fui al trabajo, abrí la tienda y empecé a colocar objetos que había en unas cajas.

—¡Buenos días!—Rosa había llegado. Su coleta de rizos pelirrojos y su vestimenta llamativa se hacían ver.

—Buenos días—Dije sin ánimo. Seguí colocando los objetos en sus estanterías.

—No parece que tengas buena cara—Dijo antes de que entrar un cliente. —Un cliente, ¿que desea encontrar en esta tienda señor?

—Buscaba algún objeto para ahuyentar a los espíritus, creo que hay alguno en mi casa que no me deja tranquilo.

—No hay problema, déjeme ver—Dijo cogiendo el libro de la señora Sienna, ese libro servía para dar información a los dependientes sobre los objetos que había en la tienda.

—Señor, lo que busca esta en el pasillo cuatro, ahí encontrará muchos objetos que pueden echar a los espíritus—Dije cogiendo la caja vacía.

—Gracias.

—Lo sabes todo sobre esta tienda ¿verdad? Me vendría bien alguna ayuda.

—Parece que no te acuerdes de nada de lo que pasó ayer.

—Sí que me acuerdo, pero no quiero que esto afecte a nuestra amistad.

—¿Que amistad? La nuestra murió hace 9 años—Dije entrando en el trastero. El señor volvió con un objeto. —Velas de laurel, buena elección—Dije al verlo.

—Gracias ¿Cuánto es?

—Serán 5,90 por favor—Dijo Rosa. El señor se fue contento y volvimos a estar solas. —No lo entiendo, porque no me dejas saber lo que pasó.

—Porque tu ya lo deberías saber.



#18918 en Fantasía
#3988 en Magia
#40913 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amistades que no se rompen

Editado: 12.02.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.