Blanca
Me desorienté.
Tenía frio, sueño, estaba confundida y con mucho miedo, a las 04:00 de la noche todo se vuelve tenebroso y todos los ruidos se convierten en alarmas para mí.
Las luces de los coches, farolas que parpadeaban, arboles que se movían con el viento gélido de esta noche de octubre. Todo muy terrorífico si lo piensas, es el mes de los fantasmas, sustos, espíritus y más, en conclusión, es el mes de halloween.
—Hey perdone, sabe donde…
—No, no, no, ¡adiós!—Era un hombre en su coche, ¿pero quién sabe si era algún criminal que me iba a preguntar dónde podía enterrar un cadáver? ¿O algún violador o pederasta? No, no, no. Tenía que volver a mi casa pero estaba tan cansada que apenas tenía fuerzas para andar.
—Todo está oscuro, esta farola, a ver cuando la camban, el parpadeo me acelera el corazón, un momento… este camino… estas dos farolas… ¡no! ¡Estoy en el mismo lugar!—Me giré tan rápido que no vi que venía una persona en dirección contraria, me choque con ella, era un policía.
—¿Está bien? ¿Qué hace sola aquí en plena madrugada? ¿No sabe que es peligroso?
—Yo le voy a decir que es peligroso, peligroso es que tus amigas chifladas te encierren en una habitación con una persona que no quieres ver ni en pintura porque te rompió el corazón y la promesa que te hizo, y encima no se acuerde.
—La tengo que llevar al hospital, esta delirando señorita.
—Déjeme, lo que necesito es entrar en mi casa y descansar antes de abrir mi tienda, bueno, en realidad no es mi tienda, es de una amiga de la familia, pero como le contaba esa persona que no quiero ver nunca más resulta que también empezó a trabajar conmigo hace un par de días ¿se lo puede creer?
—Me lo creo, me lo creo, la llevaré a su casa, por favor meterse en el coche la llevare más rápido—Y me metí…
Me desperté en una camilla atada, no entendía nada pero todavía decía cosas raras por no haber dormido lo suficiente, me intenté desatar y en un momento escuche algo.
—Ya están listos los materiales para recoger los órganos de la paciente 21—Ese era mi numero, lo veía encima de la puerta.
—¿Cómo? ¿Mis órganos? Están muy mal de la cabeza si creen que me van a quitar mis órganos—Me intenté desatar, me moví tanto que mi cama se movió de un lado para el otro ya que no tenia los frenos puestos en las ruedas, los médicos y el policía abrieron la puerta y vieron el panorama.
—Para de moverte, al final te aras daño.
—He salido de una habitación y no pienso estar en otra, quiero irme a mi casa. ¡Usted! Me dijo que me llevaría a mi casa, usted está muerto para mí. ¡Dejadme salir!
—¿Lo ven? ¿Creen que puede ser alguna enfermedad mental?
—Es una posibilidad, pero vamos a probar otras teorías.
—¿Como cual?
—Que necesite dormir—Dijo el doctor. Tenía gafas y bigote blanco ¿o era gris? Da igual, el caso es que acertó, necesitaba descansar pero no aquí, en mi casa.
—¿Como sabe que es eso y no una enfermedad mental?
—Primera prueba, dice cosas sin sentido, claramente esto afecta al cerebro, la memoria y a los cinco sentidos, y por último, sus ojos agente, sus ojos rojos piden a gritos un descanso.
—No lo había visto así.
—¡Quiero irme a mi casa! ¡Ya! ¡Soltadme!
—¿Seguro que es buena idea soltarla?
—Si así puede irse a su casa a descansar sí.
El policía me desató de la cama, pero no me iba a quedar de brazos cruzados, como pasó con Luna, lo empuje y salí corriendo del hospital.
No sé si me seguía porque no mire atrás, salí otra vez a la fría y oscura calle, unos perros bordaban, me escondí debajo de un puente pensando que me seguían. Ese policía los había soltado para capturarme, estoy segura.
—Aquí no me encontraran— Temblé. —Que frío.
Cerré por un momento mis ojos sin saberlo, y me despertaron otra vez esos perros, salí de debajo del puente y corrí como una desesperada, como si se me fuera la vida en ello y en un momento, tropecé con algo, no me detuve a mirar que era, me levante y vi una sombra, no daba tanto miedo como la otra.
—No te acerques que se pelear, si no quieres caer al suelo te aconsejo que me dejes pasar.
—¿Blanca?—Esa persona sabia quien era, se acercó a la luz de la farola y lo vi, un hombre de cabello rubio, ojos azul oscuro y ropa de deporte, me costó un poco saber quién era, pero al final lo supe.
—¿Mauro? Qué suerte…—Cerré los ojos y no los abrí hasta que no salió el sol.