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Esta historia la escogí por varias razones, pero una de ellas es porque a mí también me pasó algo similar, no podía dormir por las noches por un problema que tuve con una compañera del instituto.
Lo estuve guardando durante meses, hasta que un día Celeste lo vio y ahí pude abrir los ojos y comprender realmente lo que estaba pasando, ella fue mi hada ¿Quién podría ser el hada de Blanca?
—Necesitare una cosa que la tengo guardada en mi casa, esperadme en la entrada de la biblioteca, ahora vuelvo—Dije cogiendo el cochecito con mi hija durmiendo dentro.
Me fui cuesta arriba donde estaba mi casa, entre y subí arriba con Platina en brazos, sabía que Albino estaba en casa, mi marido, así que la deje a su cargo ya dormidita y me fui a coger el regalo que me hizo Celeste en ese entonces.
Era un libro de los pensamientos, a mí siempre me ha gustado leer y escribir, y ese libro me abrió el corazón, ponía cosas como “¿Cómo estas hoy? Explica las cosas buenas y las cosas malas de hoy”, o también, “sueños en mente que quieras cumplir a corto plazo”, lo escribías y al final te ponía. “Pues lucha para conseguirlo, no dejes que el pasado te lo impida”.
Estaba bastante bien, me abrí al libro y poco después pude contárselo a Celeste.
Bajé con el libro en la mano y se lo enseñé a las chicas, a Celeste se le saltaron algunas lágrimas sabiendo que lo he tenido guardado todo este tiempo.
—Pero entonces, ¿tenemos que regalarle un libro?
—Puede ser cualquier cosa, que le gusta? Hace mucho tiempo, no pensareis que recuerdo lo que os gusta a cada una.
—Bueno, siempre ha tenido debilidad por los peluches—Dijo Rosa.
—Es verdad, en su fiesta de pijamas habían un montón de enormes peluches.
—¿Y te acuerdas? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿15?—Preguntó Luna.
—Disculpa por acordarme de todo, esa fiesta fue una de las mejores, y eso que teníamos 9 años.
—Entonces ¿hay que comprarle un peluche? De los grandes—Dijo Sol.
—Quizá se desahogue con él. Ya sé, ya se, es mayor tiene 24 años como nosotras, pero no os podíais imaginar las cosas que hacemos cuando estamos solos y no nos ve nadie.
Decidimos entre todas comprar un oso gigante de peluche, era el animal que más tenia, según Celeste, que se acuerda de todos los detalles de la fiesta.
—Ahora decidimos quien se lo va a entregar, ¿Por qué me miráis así?
—Porque se lo vas a regalar tu tontita—Dijo Celeste.
—¿Yo? ¿Por qué?
—En primer lugar dado que trabajas en la misma tienda, pasas más tiempo con ella, y en segundo, porque es Blanca, has estado enamorada de ella desde, no sé, ¿siempre? Haznos un favor a todas y dale tu el regalo, a ver si así te cuenta algo, o por lo menos habla con el oso.
—Celeste tiene toda la razón—Dije afirmándolo.
—¿Todas pensáis igual?—Todas aceptaron con la cabeza, incluida yo, mientras que Rosa estaba sujetando el regalo envuelto para que no se ensuciara. —Está bien, se lo daré yo.
—Perfecto, dáselo ahora.
—¿Ahora? No. Estamos en un día de descanso, me lo llevaré a casa y se lo daré mañana, o pasado, o quizás el sábado.
—Dáselo mañana sin falta.
—Está bien, pero dejadme ir a mi casa a descansar, ya os diré algo mañana—Cogiendo el regalo se fue hasta su casa, mientras Celeste, Luna, Sol y yo, nos quedamos charlando.
—¿Creéis que lo va a hacer? Es una persona tímida cuando está enamorada—dijo Celeste.
—¿Porque es tan difícil decirle a alguien que lo quieres? No lo entiendo, yo con Albino tarde tres años en decírselo, ¡tres!
—Bueno, Albino tampoco es que tuviera prisa por decírtelo, estaba más pendiente de ser el mejor en los deportes del instituto que de ser tu novio, la verdad.
—Ya, en eso tienes toda la razón Luna.
Después de esa mañana todo estuvo tranquilo, hice mi rutina diaria de siempre con Albino y a la mañana siguiente tenia curiosidad por saber la cara que pondría al ver el oso de peluche así que Celeste y yo nos fuimos a la tienda a espiar sin que nos viesen.
Luna y Sol no podían, tenían que atender “la casa de la adivinación”, así que nos fuimos nosotras dos solas.
No había nadie en ese momento, se acababa de ir el último cliente y de la nada Rosa empezó a hablar, ¡pero no podíamos escuchar nada! El cristal de la tienda era muy grueso para escuchar, solo podíamos ver que estaban hablando porque movían los labios.
El peluche lo estaba llevando delante de ella ¡no vimos su reacción! ¡Qué mala suerte!