Amigas para siempre

Capitulo 20. El oso gigante de peluche

Blanca

—Em... ¿Rosa? ¿Qué haces?—Me quede confusa, ¿por qué me regalaba algo tan grande? ¿Por qué me regalaba nada?—Rosa, sabes que hoy no es mi cumpleaños ¿verdad?

—Lo sé, es solo un regalo de amistad, ábrelo por favor—Con dudas en mi cabeza empecé a abrir el regalo, era un… ¡¿oso de peluche gigante?!

—¿Que te crees? ¿Que tengo 9 años? Yo ya no estoy para esto, además, tenemos que encontrar todos los ingredientes o no podremos tocarnos sin tener ese especie de sueño.

—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que quieres tocarme?

—Em… tocar como todo el mundo, no pienses mal! Y saca este oso de aquí, llévatelo a tu casa si quieres, yo no lo quiero—Dije subiendo las escaleras.

—¿Sabes una cosa? Eres una mala agradecida, te hago un regalo para poder tener paz contigo, pero ya veo que no puedo, haga lo que haga a ti todo te parece mal, si no me explicas lo que te pasó conmigo, ¿cómo pretendes que yo lo sepa?—Esa palabras me pararon en seco.

Quizá… me había pasado un poco con ella, no lo hacía con mala intención y nosotras siempre nos regalábamos cosas aunque no fueran nuestros cumpleaños, nuestras madres decían que se arruinarían si seguíamos así, aquellos tiempos…

—Me lo quedo—Lo cogí. —Ha sido un detalle por tu parte, gracias—Lo subí a la planta de arriba, no vi su cara pero espero que no fuera de enfado o al menos no tanto.

Lo dejé en una esquina para llevármelo a casa por la noche y cogí los papeles que iba a buscar, pero me tropecé y me caí encima del oso gigante, se estaba muy bien, era muy cómodo y agradable. Pero no, tenía que ir a trabajar.

Bajé las escaleras y ahí estaba, ordenando los productos en sus estanterías, a veces pienso que estarían mejor sin mí, solo les hago más que sufrir con mi pasado, que no quiero contar.

—Bienvenido—Dijo Rosa al ver otro cliente. Y así pasaron las horas, yo comía aquí pero Rosa se tenía que ir a una cena familiar, me dijo que vendría por la tarde así que aquí estoy, comiendo sola.

—Bueno, estamos tu y yo solos aquí osito—Lo mire atentamente. —Lo que me ocurrió en un pasado, no quiero que nadie más lo viva, tener una pistola apuntándote es bastante… aterrador… y encima si tu mejor amiga te deja tirada… pero no le cuentes a nadie lo que te he dicho ¿vale? Será nuestro pequeño secreto.

Espero que no sea uno de esos juguetes que tienen micro y cámara incorporados, si lo fuera, que vergüenza.

—Tener ese sueño, revivir esa pesadilla… no sé si podre decirles algún día lo que me pasó—Me levanté. —Ya sé que lo único que quieren es ayudarme pero no lo están consiguiendo si cada vez que me ven, me quieren hacer que hable a la fuerza, esto es un tema muy delicado para que lo exprese tan tranquilamente.

El oso seguía inmóvil y lo mire desde mi altura de 1,59. Me puse las manos en la cintura y voltee para ver el pueblo.

—Se que seguramente me ven más egoísta o cerrada, pero hasta yo misma sé que tengo que abrirme, pero llegará el momento oportuno, y no puedo hablarlo sola, se lo tengo que contar cara a cara a Rosa, ella fue una pieza clave para el problema—me senté y suspire. —No sé qué hacer…

—¿Hola? ¿Hay alguien?—¡Era un cliente! Bajé las escaleras y lo vi ¿Qué hacia Mauro aquí?

—¿Mauro? ¿Necesitas algo?

—En realidad venia a ver como estabas, perdona si te he asustado al algo ¿estabas haciendo algo importante?

—Nada, estaba hablando con un oso de peluche.

—¿Todavía los coleccionas? ¿No eres un poco mayor para eso?

—En primer lugar te diré que no he tirado ninguno de los que tengo en casa y en segundo lugar, me lo ha regalado Rosa. Está comiendo con su familia por la tarde vendrá.

—¿Y tú no comes con tu familia?

—Mi familia está en la isla Cristal hace meses y mi pariente más cercano esta pasado el puente de verdelón, así que como comprenderás, no me sale a cuenta ir y volver ¿y tú qué? ¿Ya has comido?

—Sí, y me he quedado lleno. Oye, ¿tú no necesitaras por casualidad una cámara de vigilancia?

—¿Una cámara de vigilancia? ¿Para qué?

—¿Hola? Para vigilar, tienes una tienda, te pueden robar.

—Esto lo lleva la señora Sienna, no sé si le gustaría que su tienda tuviera un cambio tan importante como una cámara de vigilancia.

—Vamos, es lo último que me falta para vender, si no lo vendo antes de 24 horas no me darán más cosas que vender.

—¿Cuánto cuesta?

—24,56

—Está bien, te lo compro.



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En el texto hay: drama, amor, amistades que no se rompen

Editado: 12.02.2020

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