Mauro
—¡Bien! Muchísimas gracias Blanca—Me dio el dinero. —Te la vendrán a instalar mañana mismo.
—Sin problema, aquí estaré.
—Ya estoy aquí.
—¿No has venido muy deprisa? Todavía no son las 16:00
—Es que me aburría y además, no iba a dejar que lo hicieras todo, tu sola.
—¿El qué? Ya está todo hecho, es más, porque ha venido Mauro si no todavía estaría… em… bueno, ya sabes, haciendo cosas mías.
—¿No estabas hablando con el oso de peluche?
—Cállate. No, el oso esta en un rincón y punto. De ahí no sale—Blanca se estaba poniendo roja a cada segundo que pasaba y de reojo vi que Rosa sonreía feliz, pero tenía una cara extraña, parecía estar… ¿¡enamorada de Blanca!?
—Em, bueno, ¿entonces no hay nada que hacer? ¿Estás segura?
—Segurísima.
—¿Y esto que…?—Rosa iba decidida a ver qué había detrás del mostrador.
—No, esto es…—Sus manos no se llegaron a tocar por poco, como si no quisieran. —Es una caja de dibujos y pinturas.
—¿Estas dibujando otra vez? ¡Qué alegría!
—Es verdad, eras muy buena dibujante, ¿por qué lo dejaste?—Pregunté.
—No me sentía cómoda con nada y con las pinturas no iba a ser la excepción.
—Pues dibujas muy bien, todavía tengo los dibujos que nos dibujabas para nuestros cumpleaños, los tengo todos—Le salió una sonrisa preciosa. —Eso es, hay que sonreír a la vida.
—Entonces, si no hay nada más, a las cuatro en punto estaré aquí.
—Espera, ¿a dónde vas? ¿Tienes que hacer algo?
—Voy a la floristería de Violeta, a mi madre quiere que le compre algunas.
—Vale, te esperaré aquí para abrir la tienda.
Ambas se sonrieron, parecía estar viendo una novela romántica, se ven muy alegres y felices pero… ¿por qué me siento tan mal, entonces?
—Espera Rosa, voy contigo, hasta luego Blanca—Me despidió con una sonrisa de punta a punta. Salimos fuera de la tienda y de camino hablamos para no estar callados, éramos amigos desde hace mucho tiempo claro. —Parece que ya os lleváis mejor, ¿no?
—Le cuesta pero se abre poco a poco. Queremos averiguar lo que le pasó para poderla ayudar, pero si no habla es muy difícil.
—¿Queremos?
—Celeste, Luna, Sol y yo.
—Yo me apunto si se puede.
—¡Por supuesto! Cuantos más mejor y más si somos todos antiguos compañeros. Hola, ¿Violeta?
—Buenas tardes, ah sí, Rosa, tengo las flores encargadas—Dijo con una bolsa de cartón llena de macetas pequeñas.
—Muchas gracias Violeta.
—¿Abres ahora?
—No, hasta las 16:30 no abro, pero Rosa me llamó para encargarlas y como tiene que trabajar a las 16:00 le dije que viniera antes para dárselas.
—¿Estás bien? Pareces preocupada—Preguntó Rosa.
—No, estoy bien, como siempre.
—¿Por qué me da que no es verdad?—Dije.
—¿Todo el mundo piensa que somos tontos? Se os nota mucho cuando estáis inquietas o preocupadas, eres igual que Blanca.
—Está bien—Suspiró. —Es Oriol. Se va este viernes a la isla Cristal, le ha salido un nuevo trabajo de policía y me dijo de ir con él… pero es que no quiero dejar a mi familia sola, después de lo que pasó con mi hermana…
—Lo que pasó con tu hermana no fue culpa tuya ni de Oriol, ¿de acuerdo? Y con lo de la isla Cristal tú decides, puedes ir y venir en fiestas ahora que viene navidad en diciembre.
—Supongo, ya veré que hacer, gracias—Nos despedimos de Violeta. Y de camino hacia la tienda de Blanca encontré algo peculiar.
—Vaya, mira que flor más rara—Una flor de cuatro pétalos verdes, la arranqué del suelo y se lo enseñe a Rosa.
—Mauro, has encontrado un trébol de 4 hojas, ¡qué bien! Ya verás que contenta se pondrá Blanca.
—¿Ah sí?—Perfecto.