Blanca
Cerré la llamada, quería la fotografía de todos en el instituto y en el colegio para hacer un collage y ponerlo en su lapida. Llegue a la tienda, la cerré porque íbamos a celebrar el cumpleaños de Arún.
—¿Quien está ahí?—Pregunté asustada, había escuchado un ruido dentro de la tienda. —No es recomendable que me ataquéis, voy armada.
—Cariño, ¿me ves que voy a hacerte algo?
—¿Señora Sienna?
—Buenas tardes Blanca.
—No lo entiendo, ¿ya ha pasado un mes? ¿Cómo es que ha vuelto tan pronto?
—No me sentía muy bien dejándoos solas al inicio.
—A buenas horas te das cuenta—Pensé. —No tenia porque preocuparse, lo hemos tenido todo bajo control, las ventas han tenido sus altibajos pero siempre en la línea correcta.
—Esto está muy bien. Em… pero tengo una duda, ¿por qué estaba cerrada la tienda?
—Pues…
—¿Y dónde está Rosa? No se estará escaqueando ¿verdad?
—Han pasado muchas cosas esta semana, Rosa y yo nos hemos peleado y no volverá a la tienda.
—¿Y eso? ¿Qué ha pasado?
—Es largo de contar.
—Veo que estas muy cansada, ¿ha pasado algo más que deba saber?
—Yo…—Bajé la cabeza, aunque la señora Sienna no la conociera, me resultaba muy difícil de hablar de lo que había sucedido. —No, todo está bien—dije con normalidad.
Desde siempre se me ha dado muy bien ocultar mis pensamientos, me decía a mi misma que es cómo interpretar un personaje, un personaje que nunca le pasa nada y así nadie se preocupa por mí…
Me despedí de la señora Sienna y entre en mi casa, en mi piso mejor dicho, era pequeño pero para mí sola tenía más que suficiente. Me duche, cene muy poco ya que no tenía nada de hambre, y me senté con mi bata en mi cama.
Pensé tanto en lo que había pasado estos últimos días que me quedé dormida con la bata puesta.
Al día siguiente era sábado 15, y por desgracia también tenía que ir a trabajar, y más sabiendo que está la señora Sienna. No estaba yo para trabajar, la verdad.
—Aquí tiene, muchas gracias por tu compra—La señora Sienna había despachado al primer cliente del día. —Ah Blanca, ya has llegado, ¿puedes llevar estas cajas al trastero? Nos han llegado muchos objetos de gran calidad y los pondré en la entrada.
—De acuerdo—Cogí una caja grande de cartón, por fortuna no pesaba. Baje las escaleras con dos luces, que triste, tenemos que poner lámparas grandes para iluminar todo el sótano, no esas dos luces que no alumbran ni la mitad. —Menudo desastre, de haberlo sabido lo hubiese limpiado… em… no mientas Blanca, no lo ibas a hacerlo de todos modos.
Pasé cerca de una estantería de colecciones antiguas, nada interesante, al menos para mí, en este momento, pero me tropecé por no mirar por donde pisaba, de hecho, tropecé por llevar una caja tan grande que tapaba mi camino.
—¿Un libro?—Que novedoso, ahora será un libro mágico, en este lugar donde hay colecciones antiguas y mágicas, según la señora Sienna, todo es posible.
Dejé la caja encima de una pequeña mesa y cogí el libro “Conjuros para brujas novatas”, parece un libro de aventuras y magia, un libro normal de fantasía—Lo abrí. —Pero veo que no es así. Conjuros y como deshacerlos, con los ingredientes incluidos y… que bien, dice donde encontrarlos, que lastima que no esté…—Pasaba pagina tras pagina. —No puede ser, no me lo creo, está aquí, conjuro de lavanda, el conjuro que tenemos Rosa y yo, los ingredientes y donde encontrarlos ¡Bien!
—¿Estás bien ahí abajo? ¿Necesitas ayuda?
—No, estoy bien, ¡ahora subo! Y tú te vienes conmigo. Voy a acabar con esto de una vez por todas—Subí las escaleras y mientras la señora Sienna estaba atendiendo otro cliente, yo lleve el libro en el armario de las prendas, lo metí en mi bolso blanco y cerré el armario.
—Muchas gracias por su compra, vuelva pronto.
—Lo siento, estoy algo ausente hoy.
—Bueno, ya son las 14:05 de la tarde, ya es hora de comer, deberías comer.
—No tengo hambre.
—¿Puedes decirme lo que pasó entre vosotras dos? Rosa parecía una buena chica, responsable e inteligente.
—No es nada de eso lo que nos ha separado.
—Entonces ¿qué es?
—Pues…es que… estoy harta, ojala no la hubiese conocido nunca.
—Que gracia que lo digas tan abiertamente—Me giré y no es que me arrepintiese pero no quería que me escuchase decir eso.