Amigo, no te vayas.

3. Quédate, por favor.

—Ven conmigo, por favor.— rogó Dante.

—Ni siquiera te conozco y además ¿por qué te preocuparías por mí? ¡Y una mierda! ¡No necesito tu lástima!— grité escudándome, evitando derramar las lágrimas que no buscaban permiso para salir, simplemente me avisaban que es lo que iba a suceder en un momento.

—¿Lástima? ¿Por ti? Te equivocas.— dijo un poco molesto ante mi renuencia, estaba enojado y su regaño no me ayudaba, sin embargo ¿por qué le importa esto?— Disculpa que te diga esto, pero déjame permanecer a tu lado para ayudarte, no quiero que saltes, no quiero que te vayas, no te vayas.— dijo lo último más bajo pero sin despegar sus ojos avellana de los míos. Un susurro lleno de súplica, una súplica que se sentía ajena.

—¿Por qué me quieres ayudar?— inquirí, sé que he deseado tanto esto pero parece tan irreal que siento que es una mala pasada de la vida, siempre es así, ya no sirve de nada ilusionarme.

—Porque es lo que realmente quiero.— no titubeo, dijo sus palabras y la firmeza en su mirada declaraba que no aceptaría un no como respuesta.

—Haz curado mi abdomen, te lo agradezco pero no quiero ir a tomar clase, simplemente hoy no me apetece, ni siquiera quiero llegar a casa.—suspiré, estoy exhausto.— Vete Dante, por favor, esta batalla ya la perdí hace mucho, déjame, vete antes de que esto te consuma a ti también.—rogué al borde del llanto.

—No me voy a ir, no te voy a dejar y esto jamás me va a consumir, si estoy aquí es simplemente porque quiero. Sé bien que no te conozco, pero no me importa, realmente quiero quedarme, quiero evitarlo por primera vez.— sin mover su postura, volteó a verme y limpio una que otra lágrima de mi rostro, su tacto era cálido.—Dime quién te golpea.—pidió con un tono de voz más suave, pero que sin dudas exigía una respuesta pronta.—Por favor.— no apartó su mano de mi mejilla y pronunció las palabras con suma tristeza.

—Dante.

—Si no quieres regresar a casa ni a clases, ven, toma mi mano. Vamos.—dijo extendiéndome su mano, sé que no debería hacerlo y es algo que no pensé mucho, no tenía más opciones, tenía miedo y aun así tomé su mano.

Estaba loco, pero no más loco de lo que sobre pensar me volvía.

—¿A dónde vamos?— cuestione mientras bajamos las escaleras para salir de ese martirio, llamado escuela.

—A mi casa.—dijo sin más y me opuse un poco.—No hay nadie, vivo solo, si es lo que te preocupa, sólo tengo un Corgi.—sonrió cálidamente.

Probablemente una persona prudente no iría a un departamento solo de una persona sola, que acababa de conocer pero eso no era tema a discusión, quería irme de este lugar, me estaba sofocando.

—¿Un qué?— dije sin entender ¿Qué era un Corgi? ¿Debería buscarlo en internet?

—Un perrito, un lomito, es su raza, se llama "Pizza"— sonrió desbloqueando su celular y mostrándome una foto que se encontraba como su fondo de pantalla, supongo que ese perrito es un Corgi.

—¡Es muy lindo!—sonreí olvidando todo dolor anterior, igual y pueda confiar en él, un poco, sí, eso.

—Vaya, veo que la mariquita se consiguió novio— mi sonrisa como vino, se fue, pero que efímero y que doloroso es el sentir.— ¿Acaso no eres lo suficientemente hombre para defenderte tu solo?— sonrió molesto, que si aquello ¿era posible? Por desgracia era contradictoriamente real, aun así el dueño de esa sonrisa no era nada más ni nada menos que aquella persona que siempre me golpeaba con sus idiotas lamebotas, David.

—¿Qué quieres, David?— dijo Dante bastante serio notando mi temblor y mis lágrimas esperando para salir.

—Contigo—señaló a Dante. —Nada—restó importancia.—Con el idiota detrás tuyo, mucho, digamos que pulir un poco mis puños.— sonrió de una manera que solo avecinaba una pelea o bueno, no cuenta como una pelea si no me puedo defender.

—Déjalo. Respetaré estos años, así que déjalo y ve a jugar con tus soldaditos. — dijo lo último con burla refiriéndose a sus amigos o los que se hacían llamar así, pero sólo recibían órdenes de este y podría haber sonreído si no es que ese neandertal de David me veía como si me fuera a atacar cuál bestia rabiosa.

—Te salvaste idiota, pero no cuentes con eso la próxima.—caminó a mi lado y chocó mi hombro diciéndome aquellas palabras que solo pusieron alerta a Dante.

—Creo que me ha quedado claro quien hizo esos moretones, ¿Por qué?—preguntó curioso, jugué con mis manos dubitando si decirle la razón o hacerme el loco, tenía miedo y lo acaba de conocer pero me ha defendido de David, en realidad, no pierdo mucho, todos conocen la razón, sólo se ocultan y hacen oídos sordos.

Todos los saben, pero nadie hace nada.

— Realmente es una mierda—suspiré caminando con él.— Me molestan porque no entro en sus estándares, porque prefiero a los chicos que a las chicas. Un día simplemente se enteraron por cuestiones de la vida, porque confíe en alguien, pensé que sería mi amigo, tonterías, era simplemente un idiota más de David, me hizo contarle mis secretos y todo y yo pensé que éramos amigos. Todo fue una treta.

Desde ahí me molestan, no soy afeminado como ellos juzgan y si lo fuera ¿En qué les concierne? Soy callado y la mayor parte del tiempo traigo sudaderas oscuras y holgadas, ni siquiera llamo la atención pero para ellos soy un simple chico más, un juego, algo sin valor, que estoy seguro que si dejara de venir, lo único que sentirían sería no haberme pegado más.— y sin pensarlo las lágrimas ya corrían por mis mejillas y sentí sólo un abrazo, no, no era sólo un abrazo, era un abrazo que necesitaba.




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