Siento que no soy suficiente
Probablemente puedas ver a través de mí.
Anson Seabra—I can't carry this anymore
—Pasa.— dijo sonriendo mientras dejaba las llaves en una mesita que estaba al lado de la puerta, era un departamento muy lindo, no se sentía solo, se sentía bien, realmente no quería molestarlo, ni siquiera sabía yo realmente porque había aceptado, me sentía bien pero no me sentía merecedor de todo esto ¿Debería irme? ¿Qué debería hacer?
Pero mis opciones son reducidas, mi casa o la casa de Dante y no quiero a Enid haciendo preguntas, no quiero preocuparla, Enid… Cuánto lo siento hermana mía, soy un caos que está siendo consumido por sí mismo.
La casa de Dante era totalmente la mejor opción; la mejor opción para mi cobardía evidentemente.
Cuando terminé de pensar eso, mi panza rugió por falta de comida, mejor momento no pudo haber, llamé la atención de Dante quien sólo me sonrió cálidamente y yo me estaba muriendo de vergüenza por tal acto.
—Pediré pizza, mientras tanto conoce a Pizza. — dijo riendo ante tal cosa. —¡Pizza!— gritó y se escucharon unas patitas bajar en la escalera y al momento ya tenía un perrito saltando en busca de una caricia, que no dude en dar.
—Le agradas. — sonrió y fue a la cocina mientras yo seguía acariciando la cabeza del can que eufórico saltaba como si no hubiera mañana.
—Eres muy lindo. — rasque sus orejitas y me ladró en respuesta, es muy lindo ¿Lo he dicho ya? Jamás he tenido mascotas, pero sería algo bello; Pizza como vino se fue corriendo, hasta él se aburre de mí, pensé o eso hasta que lo vi de nuevo.
Regresó corriendo con una pelota en su boca e instantáneamente sin darme cuenta una sonrisa salió a relucir, los perros son grandes amigos, más que cualquier ser humano, supongo porque ellos son los únicos que no nos pueden mentir, los únicos que no nos pueden dañar, ni herir, los únicos que entienden mejor de sentimientos humanos sin necesidad de hablar.
—Deberías sonreír más.—Dante salió de la cocina y yo bajé la mirada algo tímido. No sé cómo actuar ante esto, ante una nueva persona. Nunca lo había tenido que afrontar, siempre salía corriendo de cualquier situación que involucrara personas, les tengo miedo, no puedo confiar en ellas, todas me han dañado ¿Es correcto confiar en Dante? ¿Tal vez sea bueno arriesgar un poco?
Su hermoso Corgi nos vio a ambos y se llevó su pelota y al instante regresó a sentarse entre nuestros pies.
—La comida está por llegar ¿Quieres hablar? O...—sabía perfectamente que refería a lo de hoy, pero, realmente, no sabía cómo comenzar, tenía miedo de comenzar.
—Comamos primero.— se levantó a abrir sin darme opción a replicar, después de escuchar el timbre, pagó y regresó, en ese mismo momento justo como si hubiera activado un botón en su querido perro, salió corriendo detrás de él, vaya que si le gusta la pizza a ese lomito.
—Gracias, no había comido nada desde la mañana.— no medí mis palabras y lo dije sin pensar, realmente no había tenido tiempo y por egoísta deje el plato frío que me ofrecía Enid, quisiera ser mejor para ella, para todos, para mí, pero me sigo sintiendo tan estancado, tan fuera de mí, como si yo mismo no estuviera viviendo en mi persona.
Y duele mucho, duele querer estar mejor y no poder pedir ayuda. Duele sentir tanto y poder decir tan poco. Duele llegar a tu límite y al día siguiente levantarte con pesar para afrontar la rutina del “no pasa nada”.
—¿Todo está bien?— preguntó mirándome a los ojos.
—La verdad es que nada está bien desde hace mucho. —admití por primera vez a alguien más. —Hablemos más tarde ¿Sí? Comamos ahorita, no quiero que se enfríe, no quiero llorar... —sugerí y asintió.
—De acuerdo, aunque creo que alguien se acaba de robar tu pedazo de pizza. — se mofó y automáticamente volteé y sólo vi como dicho Corgi salía corriendo con mi porción en boca; era un momento cómico, definitivamente me acababan de robar, pero no di mayor importancia, era divertido verlo, era tranquilo estar ahí. Después de la pequeña intromisión, el almuerzo pasó rápido, tranquilo y en silencio. Un silencio cómodo.
Un silencio que no había sentido en años.
—Lavaré los platos.—comenzó a recogerlos.
—Déjame te ayudo.— ofrecí y negó dándome una sonrisa.
—No te preocupes ve a la sala, tú eres mi invitado, iré en unos momentos si es que aún quieres hablar.— sonrió de nuevo.
Acepté con renuencia, pero por hoy, al menos muchos pensamientos negativos estaban fuera de mí, así que solo me acosté en el sillón y puse mis audífonos, pasaron al menos unos minutos cuando sentí un peso sobre mis piernas, era Pizza, sonreí, este perro me iba a sacar más sonrisas de las que había tenido los últimos años.
—¿Qué escuchas?—me sobresalté por la voz de Dante.—Parece que le caíste muy bien, no es así con nadie.—dijo señalando a su perrito por segunda vez.
Me quité uno de los audífonos y se lo extendí, Dante lo tomó sin dudar y comenzó a escuchar la misma letra que yo.
«Ya no puedo soportar esto, siento el peso del dolor dentro de mis venas» Yo tampoco puedo, pensé cuando escuché aquella letra, estaba cansado.