Amigo, no te vayas.

7. Tiempo.

Dante.

Lo he arruinado. Es lo único que podía pasar por mi mente, lo único que rescataba de esa noche que me sabía a melancolía era que de todo lo que pude hacer y debía hacer, fue todo lo contrario.

Quisiera decirme que no tenía idea de porque me enojaba, pero era mentira, tengo más idea de lo que sucedía y me enojaba no poder controlar el presente, porque el pasado aun me molestaba.

No quería verlo así, no a él y mucho menos de esa manera. Estoy cansado de perder a personas, no quiero seguir con permanecer a la expectativa de que pudiera volver a suceder y mi corazón lloraba porque no lo quería perder a él. Era irónico porque definitivamente, él no me conocía y poco sabíamos el uno del otro, pero desde que lo vi aquella vez, no he querido mas que defenderlo y no porque fue débil, para que se diera cuenta de la fortaleza que tenía y que aún no podía ver y admitir.

Es absurdo seguir justificándome y convencerme que no fue mi culpa porque lo fue. Minimicé sus problemas, su dolor y sobre todo dañé esa confianza que comenzaba a ver en sus asustadizos ojos, pero él no lo sabía, no podía verlo. Yo tenía mucho más miedo y muy en el fondo podía hablar el rencor hacia alguien más por haberme dejado así, sin dejarme una señal, sin darme razón y todo eso sólo me hacía querer regresar el tiempo, encontrar esas señales y juntar el rompecabezas, pero la vida se construía de hechos, no de deseos pasados.

Y Pete, no quería que llegara a ese extremo, en donde pude evitarlo y lo vea desvanecer su recuerdo entre mis manos, no quería. Dolía, me quemaba la piel, me ardía el alma porque yo no quería volver a presenciar esa historia que no se puede reescribir, de esa en la que el retorno, no es una opción.

Estaba exhausto, mi mente sólo albergaba desesperación, suspiré y pasé frustrado la mano por el cabello.

Soy un idiota por no detenerlo y soy más idiota por no saber como hablar en este momento, porque si seguíamos hablando sin enfriar la mente, nos íbamos a lastimar más. Y los dos ya estábamos lo suficiente heridos, por distintas situaciones, pero con caminos y decisiones que convergen.

Tomé un largo suspiro, mis llaves y ojalá pudiera haber tomado valor de la misma mesa en donde acaba de poner mi mano. Revisé por todos lados, caminé un poco hacia donde apenas se divisaba algún auto, No encontré nada, sólo un taxi arrancando, intenté agacharme y no pude ver nada, por primera vez estaba molesto con la noche, con esa luna que no me daba la suficiente luz y con todo lo que estaba mal conmigo.

Yo sólo deseaba y quería una cosa. Que estuviera bien.

Quedé absorto en las emociones de ese día, era como si comenzaran a cobrar factura y todo pasara frente a mí. Sentir era exhaustivo, pero eso no significaba que fuera malo. En toda la maraña de sentimientos no comencé a darme cuenta cuando a lo lejos sentía un ladrido y cuando pude espabilar cualquier tormenta en mi mente, noté que Pizza había comenzado a ladrar. No sé si me advertía del frío y yo había salido sin abrigo o me reclamaba por haberlo dejado partir.

Entre el decidir y la duda, sólo decidí con un vago ademán llamarle para que entrara a la casa conmigo.

Si bien creía que todo pensamiento lo dejé allá afuera antes de cruzar mi puerta, estaba muy equivocado. Mi mente era un desastre. Yo lo era.

Lo he lastimado cuando prometí lo opuesto y verlo caer, derrumbarse por dentro duele tanto que notas esa tristeza que lo ronda, que le jala los grilletes a consumirme pero que al mismo tiempo. Sabía bien que sentir tanto por él, no iba a hacer que él retrocediera, el amor no es tan fuerte como para el dolor de la mente, puede impulsarte a salir, a continuar, pero nunca sanarás por amor totalmente, porque no era el proceso, el medio, era el inicio apenas. Por más que amaras, eso no iba a salvar por arte de magia a la otra persona. Y dolía, joder que lo hacía, porque sólo podía ser espectador a lo que Pete decidiera.

Pero quería quedarme, me negaba a irme. Conocía las consecuencias que vendrían de primera mano, sabía que una charla no lo iba a salvar de inmediato. Sí, quería cuidarlo, protegerlo, pero lo que más quería es que él se viera, se considerara, se reconociera y con el paso sanara. Porque me gusta más de lo que me gustaría admitir, porque esto se siente tan absurdo que sólo podía pensar en impulsos como el mismo que no dejaba de rondar mi mente, buscarle mañana y hablar.

Llamé a Pizza para ir a dormir y fue la noche la que me lo dijo en aquel momento, no podría hacerlo, me lo había confesado en un susurro tan nítido que permanecí expectante, hasta que mi mente decidió que era un excelente momento de hacer ruido, de tomar ese barco de dudas y navegar en los recuerdos de hoy, por mares de inseguridad y problemáticas. Yo no veía más oportunidades, la vida no regresa, la vida no espera, la vida…Es efímera.

Repasé cada esquina del cuarto una y otra vez, pero las respuestas no venían a mí. No había guía para lo hecho y lo no hecho, sólo había pensamientos y dudas. Y en un destello de lo que creí que podría ser el descanso que deseaba, sólo pude recordar aquel día.

La escuela ya no me estaba sirviendo de distractor en todo esto, salía cansado de alguna clase y me sentía culpable por ni si quiera poder poner atención, pero estaba mentalmente exhausto. Las cosas estaban complicadas en casa, como nunca lo estuvieron hoy parecía una burla que sucediera. Quería distraerme, solamente no pensar en todo lo malo.




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