Amigo, no te vayas.

8. El dolor del silencio.

Cubrí mi rostro para que nadie supiera
No quería problemas.

Ella me dijo “chico tienes que decirme lo que te hicieron”

The Boy In The Bubble―Alec Benjamin

Pete.

Dejé mis llaves lentamente y sentí bruma llenar mi mente al notar la luz encendida en la cocina. En ese momento sólo pedí una cosa, que hubieran olvidado apagarla y que ahí no hubiera nadie. Nadie que me esperara para no sentir la culpa y nadie que me hiciera preguntas.

Caminé directo a la cocina, una tarea sencilla, llegar, apagar la luz e irme a dormir a fingir que todo estaba bien. No miré dentro del refrigerador como de costumbre, me dolía tanto el abdomen que pensar en el mínimo movimiento me lastimaba. Llegué al interruptor y a punto de guardarlo cuando su voz me hizo saltar en mi lugar.

—¿Me vas a decir la verdad?— preguntó Enid mientras me veía directamente buscando mi mirada. Soy idiota.—Es claro que no te has caído, entonces ¿me dirás la explicación o seguirás mintiendo? Mi madre se ha ido a dormir y tú, no sé dónde estabas, ¿por qué no me dices eso también? Eh, Pete.— cuestionó y sentí ira. Ira que no tenía razón de ser, ira que me estaba consumiendo. Estaba molesto y ni si quiera con ella porque no podía enojarme su verdadera preocupación por mi y tampoco era con Dante. Estaba enojado conmigo y cometí otro error, dejé salir esa ira contra ella.

—¡A ti que más te da! Demonios. No intentes hacer el papel de madre. No te sale, Enid. Así que deja de molestarme por favor y no te metas en mis problemas. Puedes ir y decirlo todo a mi madre, da igual, pero ya deja de entrometerte en mi vida.— solté molesto.

—Bien.

Lo había arruinado y también lo noté, Enid tenía mucho más que decir, pero cada una de sus palabras las encerró, no se permitió decirlas. Sus cuerdas vocales se habían restringido a decir algo más que eso por un lapso y sólo pude ver esa mirada de decepción en sus ojos. Quería llorar, quería disculparme. Me sentía muy mal.

—Disculpa por meterme en asuntos que no son de mi incumbencia.— susurró desviando la mirada al suelo y salió de la cocina. Apagó la luz sin decir adiós o con un atisbo de dudo por regresar y exigir más respuestas.

Y yo, patéticamente me quedé ahí parado. Sin decir nada. Pensando de todo.

Me llevé las manos al rostro desesperado, me odiaba, lo hacía tanto que estaba exhausto de no poder corresponder como quería a las personas que eran importantes para mí. Siempre terminaba hiriendo a alguien y en ese momento Dante pasó por mi mente, su sonrisa sus ojos comprensivos y lo había arruinado también.

No quería seguir haciéndome ni haciendo daño a otros, pero tampoco sabía cómo comenzar a mejorar.

Subí a mi habitación con pesar, el alma no la aguantaba el cuerpo tampoco, dolía aun y no podía hacer nada más intentar descansar. Después de ver de soslayo como la habitación de Enid permanecía cerrada con un letrero de no entrar y aquel pensamiento de que estarían mejor sin mí, volvió a mi mente. Traté de ignorarlo y entré a mi cuarto esperando alejarme de todo esto. Como si los demonios que me perseguían los dejara afuera, detrás de esa puerta.

Entré y sentí lo frío de aquella habitación, no había nada interesante, era incluso una habitación que perdía la vida, hace cuanto no le ponía algo que me gustaba, que pintaba sus paredes o ponía por lo mejor una planta en la ventana. No lo hacía y esos pequeños detalles, también me desmotivaban porque quería hacer todo y no tenía fuerza ni para levantarme diario.

No estaba cansado o tal vez estaba demasiado cansado pero mi mente no dejaba de maquinar demasiados pensamientos, no me cambié, ni si quiera me molesté en acobijarme, simplemente me acosté sobre la cama, esperando a que todo fuera mejor algún día, las lágrimas corrieron por mis mejillas. Ese día mi mente no descansó por lo mismo de siempre, las mismas preguntas, dudas, tristezas, las mismas situaciones y mi excelente manera de no saber que hacer para que todo ese ruido parara entre todo ese silencio.

Volteé a ver el reloj, ya eran las dos de la mañana, casi las tres, cuestión de minutos; mis ojos los sentía cansados y pesados por llorar, pero aún así, sin poder descansar correctamente y deseando que el día de mañana todo cambiara, como si de un mal sueño esto se tratara y yo sólo tuviera que despertar.

Pero no fue así. Al día siguiente todo estaba igual, el mismo pesar, las mismas tinturas escazas en la pared y la misma molesta alarma que sonaba a la misma hora que comenzaba a odiar. Intenté ducharme lo más rápido posible para poder irme antes que mi madre y mi hermana, pero sentía que el tiempo me había consumido en el momento en el que Enid salió de su habitación.

Era temprano, demasiado a decir verdad y no había razón para irse a la universidad tan temprano. Se estaba yendo más temprano de lo usual, se despidió de mi madre y por un segundo sentí que aquel reloj me engañaba y era verdaderamente tarde para mí.

—¿Vas a ir a ver eso?—preguntó mi madre desde la cocina antes de que se fuera. —Come algo antes de irte.

—Comeré algo en el camino mamá, no te preocupes. Iré a ver si falta algún papel o si hay algún problema, creo que pronto quedará completado todo eso. También sabes, ya ye he mencionado lo de mi padre.— estaba a punto de seguir cuando me vio y desvió la mirada— Te contaré los detalles cuando llegue, se me hará tarde mamá.— detalles que dirá justo cuando yo no esté, pensé.




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