Amigo, no te vayas.

9. La jugada de Pizza.

Dante.

Abrí los ojos con pesar, traté de enfocar correctamente, lo que fue un esfuerzo inútil pues la luz del día me lastimaba un poco la vista. Me sentía cansado, revisé el reloj y era lo suficientemente darme para haber perdido las tres primeras horas de clase. Busqué a Pizza a mi lado y no lo encontré.  Probablemente el ya se encontraba esperando su comida.

Me levanté con el cansancio que tenía, sentía que habían pasado muchos días sin descansar. Entré al baño y ver mi aspecto tan demacrado no me sorprendió, me veía como me sentía. Exhausto. Decidí pasar de aquel reflejo mío y tomé un baño como si eso fuera a hacer que mis ideas se acomodaran y no siguiera pensando en todo lo que estaba pensando, pero sólo perdía el tiempo mientras el agua caía.

AL terminar volví a ver ese reflejo que el espejo me regalaba y no había cambio, sólo gotas cayendo de mi pelo. Sequé el agua restante y terminé de vestirme. Necesitaba un desayuno urgentemente y un café que me mantuviera despierto las últimas horas a las que llegaría.

—Pizza, ven a desayunar.—grité, esperando que estuviera en algún lugar cercano. Volví a hablar y no vino.

Desayuné y me puse a buscar a aquel corgi con nombre de comida por toda la casa. Revise en mi habitación, en la de invitados, en la sala y no pude encontrarlo en ningún lugar, hasta que decidí entrar al baño de abajo y darme cuenta de que estaba sobre la sudadera de Pete, ni si quiera noté que no la llevaba ayer.

La lavaré cuando se despierte y se la llevaré mañana, supongo. Revisé el reloj una vez más y el esfuerzo era inútil, no llegaba a ninguna clase por más que me apurara. Tomé los utensilios que había ocupado para lavarlos. Pizza después de aburrirse de estar solo, decidió hacerme compañía en la cocina con la sudadera del pelinegro.

—Yo también lo quiero ver.— respondí como si supiera lo que me intentaba decir o tal vez era el delirio que con necesidad me exigía ver a Pete.—Pero creo que no lo veremos por un tiempo.— suspiré.

Lo que necesitaba en este momento era dejar de pensar, aclarar la mente.

—Vamos, saldremos a pasear.—dije y de inmediato como si hubiera pronunciado una palabra mágica, mi compañero de aventuras iba y regresaba con su correa. Desbordando la energía que a mi me faltaba en ese momento.

No llevaba mucho caminando cuando comencé a notar que las nubes comenzaban a amontonarse, a juntarse y a bloquear el sol, definitivamente, el tiempo era tan incierto como el amor. Si llovía Pizza y yo íbamos a terminar más que empapados, de verdad deseaba que sólo se nublara y no más que eso.

Pizza se dedicó a olfatear algunas flores amarillas y algunas blancas, como si me dijera de tal apreciación de su olor que yo mismo me perdía, veía a todos lados como de costumbre y al mismo tiempo como si esas calles le fueran nuevas a la memoria.

Hasta que sentí que dio un tirón demasiado fuerte, algo que no era común en él.

—Eh, Pizza, basta.—le regañé.— deja de jalar tu correa así, ten paciencia, estamos por llegar.—pero me ignoro y como pudo, jaló su correa hasta soltarse y poder correr a no sé dónde.

Hasta que se detuvo abruptamente y comenzó a saltar con euforia frente a una persona que se encontraba sentada cerca de las raíces del árbol. Cuando dicha persona alzó el rostro, por un segundo sentí que debía tener demasiado sueño para estar alucinando y ver a Pete frente a mí. Todo el ruido alrededor se sentía lejano hasta que el ladrido de su canino y un leve llamado del chico de pecas le hizo volver su atención a la persona frente a él. Sintió una emoción indescriptible y tenía ganas de felicitar a su perro por esa coincidencia.

Pizza te he extrañado.—expresé sin saber cómo empezar y el corgi fue corriendo a donde él estaba para que le brindara mimos y caricias. Dejó salir una leve mueca que parecía una sonrisa algo torcida y noté ahí como es que su nariz se escuchaba congestionada y un poco roja, sus labios un poco rojos, probablemente resultado de su manía al morderlos como manera de desestresarse y sus pestañas con algunas gotitas atrapadas entre ellas.

—Dante.—dijo alzando la mirada, como si quisiera expresar un saludo o simplemente su sorpresa de que yo seguía ahí parado como el árbol de enfrente sin emitir sonido o hacer algún movimiento. Lo único seguro es que no podía descifrar su expresión y mucho menos cuando su mirada volvió al perro frente a él.

—Hey— intenté saludar aunque terminó siendo demasiado ambiguo. —Por cierto, quería decirte que mañana te llevo tu sudadera, Pizza la encontró en la casa hoy.— dije esperando que no se notaran mis nervios aunque eso bien podría ser en vano.

Quería abrazarlo, saber cómo se encontraba, eso es lo que verdaderamente quería, no avisarle sobre una sudadera que le pertenecía.

—Oh, está bien, gracias, no lo había notado hasta que me dijiste, lamento las molestias— dijo algo dudoso de como continuar la conversación y siguió abrazando a Pizza.

—Pete, sé que esto puede ser algo abrumador, pero escúchame antes de que digas algo y puede que sea confuso, de verdad no soy muy bueno expresándome, pero aquí voy. —tomé un poco de aire tomando valor y continué.

«Ayer dijimos cosas que tal vez dañaron al otro y específicamente quiero hablar por mí; no fue correcto asumir tus sentimientos o tratar de hablar de ellos como si lo conociera, pero de verdad tenía tanto miedo. Yo no quería perder a alguien más, lo siento, lo hago de corazón y me gustaría poder entenderte mejor porque sé que si lo hago pueda entender tal vez, acciones pasadas. Sólo si me lo permites y si tu deseo es que me aleje, lo respetaré totalmente, no necesito que respondas en este momento sólo quería externarlo.




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