Amigo, no te vayas.

13. Querer ser mejor.

Pete.

—Pete ¿quieres que te acompañe a casa?— me preguntó comiendo el desayuno que anteriormente habíamos preparado.

—No te preocupes, estaré bien.— intenté sonreír, pero creo que no salió muy bien aquel intento porque su cara de preocupación no se movió ni un poco.

—Déjame acompañarte.— dijo una vez más.—Te dije que quería ser tu amigo y quiero acompañarte Pete. Tómalo como algo positivo, además sirve que estiro las piernas, ya sabes, un poco de ejercicio no le vendría a este pequeño también. —señaló al Corgi que le saludaba eufórico pidiendo atención o algún mimo.

—De acuerdo.— Sabía que no movería ni un poco su decisión así que preferí no seguir insistiéndole que no o sería tiempo perdido y al final no llegaríamos a nada y aunque dijera que su compañía no me vendría mal, muy en el fondo, sabía que quería pasar más tiempo con él, porque el tiempo se sentía simplemente correcto.

De alguna manera, con Dante entendí que había personas que podían traerte paz con tan solo una sonrisa y era maravilloso, tal vez, eran ideas mías, pero no experimentar un sobre pensar constante se hacía como una recompensa tan grande que yo sentía que podía ser mejor, no por él, para mí, pero gracias a él, porque con él no me sentía en riesgo no necesitaba un extenuante sentido de peligro como antes y ahora todo podría ser mejor, aunque fuera a llevarme tiempo arreglar todo.

Seguimos desayunando mientras que Pizza entraba corriendo a la cocina y me di cuenta en cuanto destacaba su alegría y no pude evitar pensar cuanto compartía con su dueño.

Pizza.— sonreí al verlo, es tan lindo, demasiado lindo.

—¿Quieres comer, hijo mío?— dijo Dante y yo me reí por el apodo que le puso a su perro porque entendía el cariño que le tenía.

Hoy me sentía bien porque a pesar de saber todo a lo que me tendré que enfrentar, por hoy quería mantener esa tranquilidad en mi pecho, no quería sentir ese estrés o ansiedad inundar mi sistema, al menos al llegar a casa, no quería sentir que el agobio dominaba.

Dante se levantó y fue a darle croquetas en su plato a su canino quien lo siguió feliz, parecía que su caminar elegante era nato, volví a sonreír y ni si quiera sé porque simplemente me nació y se sentía raro, hace tiempo no me sentía así de feliz.

—Deberías sonreír más seguido Pete.— Dante sonrió al decir eso y yo bajé la mirada, siento que sonreír es algo que todos hacen con tanta normalidad y a mí me avergüenza mi sonrisa, porque hace mucho que no sonrío sinceramente, se siente, raro y triste.

—Tal vez.— dije sin más y sé que él sonrió.

—Pete.— me llamó Dante dejando su taza de café frente a él.

—¿Ah?— alcé mi mirada y se veía serio, creo que sé de qué me quería hablar, pero no quiero hablar de eso, hoy solo quiero fingir que todo está bien.

—Respecto a lo de David, ya sabes, tienes que poner un al...

—Dante.— le interrumpí.— Hoy no por favor, no quiero hablar de ello, no quiero si quiera recordarlo, no me lo menciones, por favor.— alcé mi mirada y vi que sus ojos destilaban comprensión.— Gracias, amigo.— dije y sonrió enormemente, jamás había visto a alguien tan feliz.

Más que a Enid, pero no sabía la razón, siempre está feliz cuando está frente al computador, un día en específico y sonríe como si fuera la maravilla del mundo la que está a través de aquella pantalla.

Jamás voy a entender de que se trata todo eso, pero es bueno salir, tener un amigo, la palabra suena rara en mis labios, no como algo prohibido si no como algo extraño, algo nuevo de lo que aún no me acostumbro, Dante me da paz sin si quiera notarlo, quisiera poder decírselo, pero aún no sé cómo, igual sería raro y se alejaría sería fatal para mí, pero me siento cómodo con alguien y por primera vez no quiero huir de su lado y encerrarme en una burbuja.

—¿Vamos?— sonrió Dante al terminar su café, intenté imitar su acto pero totalmente fallé en eso, dejando caer unas gotas por mi barbilla, sonrió y me extendió una servilleta diciéndome que me tomara mi tiempo mientras iba a preparar las cosas de Pizza.

—Vamos.— tomó la correa de su canino y se la colocó mientras que este alegremente movía su colita y daba pequeños saltos llenos de emoción.

Mi madre siempre decía que todo se parece a su dueño y jamás estuve tan de acuerdo con ella, era totalmente cierto, ambos eran tan alegres y lindos, volví a rectificar mi pensamiento anterior y sonreí.

Si yo tuviera una mascota ¿Qué sería?

Realmente no lo sé.

—Dante, si yo fuera un animal ¿Qué sería? Un animal doméstico.— aclaré, volteó a verme como si no fuera yo y me sorprendió aquel acto.—¿Pasa algo? ¿Dije algo malo?

—En absoluto, simplemente me gusta que me hables.— sonrió.— serías un gato.— dijo sin más.

—¿Un gato?— susurré y me quedé pensando en ello, los gatos eran lindos, elegantes, símbolo de la luj... Espera en que estoy pensando, vamos eso no, dijo gato, no pantera, pero ambos son felinos; basta con esto, pero un gato, ¿Por qué sería un gato? Ellos son tan lindos y yo soy como una tortuga.

—Las tortugas no son interesantes para muchos pero son lindas, lo mío no son las tortugas si te soy sincero, pero no serías una tortuga.— interrumpió mis pensamientos y me avergoncé parece que había escuchado o más bien yo había dicho en alto lo último de mis pensamientos.




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