—¿Pete, estás bien?— preguntó Dante, no había entrado a clases; me levanté temprano y salí huyendo de casa a la escuela y corrí a refugiarme a la azotea.
Como siempre.
Voltee al cielo, como si este tuviera las respuestas a mi encrucijada y al final, todo esto me atormentaba, algo me decía que sería mejor morir. Que lo hiciera. Ya. Ahora. Al final ¿no sería lo mejor?
El dolor se acabaría, la agonía y la incertidumbre se desvanecerán en un instante y yo, tendría paz…
Yo…
—Sea, lo que sea que estás pensando, conozco esa mirada y la respuesta es no.— se sentó a mi lado mientras yo hacía migajas un pan empaquetado para poder alimentar a algunas palomas.
—Dante, lo siento.— dije en pequeño susurró, quería aguantar todas las lágrimas que se avecinaban, pero no lo logré, en un instante estaba llorando en su hombro y él abrazándome de la cintura mientras yo rodeaba su cuello, era cómodo, Dante era mi personificación de tranquilidad, aquella que hace unos minutos añoraba con otro método, pero ahora me sentía protegido, junto a él, con él.
Aunque sabía bien que no deseaba estar a su lado sólo por eso, iba más allá de un sentimiento de confort, era algo que ni yo mismo podía entender.
—No tienes algo por lo cual ser disculpado, te dije que no te abandonaría, mucho menos te dejaría morir. Sabes, tomemos esta aventura llamada vida, luchemos y corramos en un pastizal de sueños, libres, con vida. — Dante subía y bajaba su mano derecha por mi espalda tratando de calmar los hipidos que salían de mi boca.
Se decía tan fácil, pero no lo era.
Pero la idea de intentarlo, tal vez…podría funcionar…
Tal vez.
—Pero soy una carga para ti.— solté, lleno de inseguridades, eso sentía, no quería serle una carga y a la vez algo me decía que fuera un poco egoísta, que abarazara esa luz que irradiaba Dante.
Pero tenía miedo, como el humano banal de acabar con esa luz, no quería ser egoísta, él no tenía porque ayudarme, no quiero que se agobie por mi, no quiero herirlo.
—Eso hacen los amigos.— sentí que sonrió y lo intente pero al llegar a hacer la mueca rompí en llanto.
—Enid... Ella.— exhalé tratando de calmar mi respiración.— Ella se fue, se mudó.
—Necesitaba ser libre. Bueno, necesitaba su espacio, necesitaba comenzar a vivir y eso no es tu culpa, necesitaba saber del mundo de allá afuera, cada quien tiene sus demonios, algunas personas viven con ellos, tomándolos como beneficio y destacando, otros son dominados por ellos y pierden la batalla.— suspiro Dante.
—¿En qué categoría entro yo?— pregunté sin entender, no era aún ninguno de ellos.
—En la que tienes demonios y aún no te das por vencido y un chico súper guapo, será tu amigo y te salvará.— orgulloso levantó el mentón y llevó su mano al pecho airoso.
—Sí, claro, échate flores.— dije riendo levemente y haciendo una mueca para empujarlo por lo que dijo y me detuve abruptamente cuando vi que se me había quedado mirando con una cara de extraño total.
—¿Sucede algo? ¿Acaso me he dejado la pasta dental en el rostro? — pregunté viendo sus ojos, son lindos.
—Tú...
—Si, ¿Yo?— ¿Qué rayos estaba sucediendo?
—Estás riendo y es hermoso, ¡Estás riendo!— dijo sonriendo ampliamente dejando sus hermosos hoyuelos como prueba de ello, mientras sus ojos se achicaban y se abrían con sorpresa.
—Basta.— le regañé y me abrazó.
Se sentía bien tener un amigo, se sentía cálido y tranquilo, se sentía paz. Me gusta esta calidez y es lo único que me importa en este momento.
—¿Entonces no me he dejado la pasta en la cara?— pregunté algo preocupado y su risa empezó a sonar, veía como su pecho subía y bajaba y reí sin poder ocultar sus dientes y sus hoyuelos.
—No, pero si el café en la playera.— dijo riendo y yo me sorprendí y voltee a verla automáticamente y vi que me había mentido.
—¡Dante!— le pegué en el hombro.— Ni siquiera tomé café hoy en la mañana, no puedo creer que haya caído.
—Y, como recompensa ¿qué tal si vamos a tomar un café? O lo que gustes.— sonrió como niño pequeño que acaba de hacer una travesura y asentí.— Ambos no vamos a entrar a clases y las palomas ya están satisfechas así que, qué mejor que utilizarlo al ir a tomar algo juntos. Vamos, te invito. es más, te cambio una sonrisa por un café.
—Lo tomaré, pero me ofende muchísimo.— dije tratando de sonar imponente y solo vi que sonrió más.
—No trates de cargar al mundo en tus hombros, porque con el tiempo te va a aplastar. Lleva poco a poco, roca por roca, planta por planta.— dejo de sonreír pero su mirada era serena y lo que me había dicho me había dejado sin palabras, ¿estoy cargando a todo el mundo en mis hombros?— Porque en un futuro, alguien podrá cargar contigo su propio mundo, el de ambos.
—¿Por...
—Un día lo sabrás, pequeño curioso, por lo mientras, sonríe más, inténtalo, todas las sonrisas dan vida, todas las sonrisas son bellas, pero siempre habrá una que anhelas ver una y otra vez, así que no le quites esa oportunidad al mundo.— me dió una última sonrisa y entramos a la cafetería.