Cuan injusta puede ser la vida, ¡Qué terrible! Cuan idiota puede ser el humano por echarle la culpa a la vida, pues el único que ha generado aquel daño ha sido el mismo creador de la rueda y el que descubrió el fuego; el ser humano se siente la estrella de la cadena alimenticia sin saber que sin él, la cadena seguiría andando.
Un golpe, dos, tres, los moretones llenaban su abdomen y su labio roto era testigo del enojo de su agresor, sus lágrimas descendían, amargas, llenas de dolor e impotencia pues la felicidad que había tenido horas atrás, se desvanecía, cuán efímera había sido, ahora no quedaba nada de ella pues los golpes se habían encargado de traer a su mente a un estado de caos, haciéndolo creer no merecedor de esa felicidad que horas atrás sentía abrazar poco a poco, pero nadie puede decidir tu felicidad, es algo propio, tu felicidad jamás debe depender de alguien que te hace daño, ni de nadie, más que de ti.
Su dolor se intensificaba y entre cada sollozo en su mente llamaba que apareciera Dante, rogaba al mundo, al universo, a lo que fuera que cruzará esa puerta y le quitara de encima a aquel idiota que se creía superior a él y digno de decidir su felicidad, David.
—Creíste que no los vería, mar...
Sus súplicas como si fueran escuchadas hicieron entrar a Dante quien minutos antes había visto cruzar a Pete directo al baño, estaba en la columna esperando a que saliera para poder ir a casa juntos, hasta que notó que David estaba por el lugar, sin darse cuenta por la interrupción de una chica que le pedía la hora, perdió a aquel chico que tanto miedo generaba en Pete.
Dió un golpe frustrado a la pared y se dirigió al baño pues tampoco había visto salir a quien esperaba, encontró a David golpeando a Pete, su sangre le hervía, quemaba, solo una cosa pasó por su mente, acabarlo, sus instintos más banales, y al mismo tiempo tan salvajes digno de cualquier humano fuera de sus sentidos salían a relucir, no tuvo idea en que momento interrumpió lo que estaba por decir David, cosa que no le importaba en absoluto y lo separó de un tirón de Pete.
No permitiría que le generará más daño a Pete del que le había hecho ya, ¿Por qué las personas tendrían derecho a decidir a quién debemos amar y a quién no?
Como salir a la calle y como si fuera comprar un helado poder escoger entre menta o chocolate, pero en este caso a quien amar y a quién tomar de la mano, sin ser juzgado, no le molestan las palabras, la gente puede hablar pero nadie puede dañar a tus seres queridos con aquellas dagas, las más fuertes, las que matan peor que cualquier arma, lentamente, poco a poco, aquellas llamadas, palabras, un don y al mismo tiempo una condena.
Dante tenía furia en sus venas, porque David se había metido con alguien que era importante para él, quería verlo en el suelo, entendiendo un poco del dolor que había generado en Pete pero a punto de golpear su puño con la cara de David, Pete tomó su mano, negó con la cabeza e hizo que bajara la mano.
—Tú no eres como él, tú no puedes hacer a la basura más basura, porque el está tan abajo que no sabe como levantarse de ahí.— dijo adolorido Pete, su herida se había extendido, física y emocionalmente hablando.—Déjalo, por favor vámonos no aguanto.—su dolor se veía reflejado en el rostro y en su timbre de voz; apenas pudo pronunciar aquellas palabras llenas de dolor y ganas de irse para que Dante lo tomara en brazos y lo llevará a su casa, pensó llevarlo a la enfermería pero era tarde y ni si quiera estaba la enfermera cuando se le necesitaba era un consultorio solo y eso apestaba.
Dante se iba a negar usar su auto para ir a la escuela pues quedaba bastante cerca sin embargo, al querer llevar a Pete ese día decidió usarlo y como si de un mal presagio de tratara lo había llevado, salió y la mayoría abandonaba el lugar y otros estaban en clase, abrió la puerta trasera y depósito a Pete con sumo cuidado.
Manejó no más de diez minutos cuando había llegado a su casa, quería llevar a Pete al hospital pero el menor se negó pues como muchas personas le tenía pavor a aquellos lugares.
Pete se levantó y salió del auto pero inmediatamente se dobló por el dolor que su abdomen le generaba, Dante pasó su brazo por sus hombros y le ayudo a entrar a la casa, llevándolo a la habitación para que pudiera sanar sus heridas y se cambiará de ropa pues la playera que tenía estaba con evidentes gotas de sangre causa de su labio roto.
El mayor inmediatamente fue por el botiquín y le quitó la playera con sumo cuidado evitando rozar los moretones, sacó varias botellitas para sanarle junto con pomadas que le ayudarían a desinflamar.
Todo estaba en silencio a excepción de algunos quejidos de dolor de Pete al tener la venda en su torso y un algodón limpiando su labio y aplicando algún gel que le ayudará a sanar.
—Dante, gracias.— sonrió con algunas lágrimas en sus ojos, dolía, claro que lo hacían aquellos golpes pero sintió una calidez al ver a Dante y simplemente le sonrió a modo de agradecimiento sin saber que ese pequeño gesto albergaba una gran emoción en el pecho del contrario.
¿Cuándo notarían aquello?
Que sus corazones laten sin permiso y sólo por una persona, aquel enjambre de belleza que atrae el caos, aquel que genera emociones fuertes y sonrisas que duelen de la emoción, aquel que hace desear los labios del contrario con emoción y al mismo tiempo, con devoción.
Tal vez, pronto.