Amigo, no te vayas.

20.

Pete.

Había pasado un rato desde que mis heridas hayan sido tratadas, el dolor no era tan fuerte a comparación de otras veces, pues esta vez, alguien había llegado a tiempo a salvarle, Dante.

Estaba feliz, el dolor se disminuía en gran cantidad con solo estar cerca de Dante, como si su sola existencia fuera un analgésico a mi vida, por primera vez, no lamenté los golpes, no me enojé conmigo y no me odie porque él estaba ahí con esa preocupación pero aún así con una sonrisa cálida.

Dante era mi paloma, mi puerta a la libertad, mi calma y una creciente pasión en mi pecho. 

Después de todo aquello, me había puesto otra ropa cortesía de Dante aunque sus pantalones me quedaban un poco flojos y no contaba con cinturón el día de hoy, así que solo me dió un short que me quedaba mejor y una playera suya, era bastante cómoda y de un color negros con algunas franjas.

—Pete, tienes que detener esas agresiones.—me dijo decidido.

—No quiero problemas con David y sus idiotas.— dije por lo bajo, tenía terror corriendo por mis venas, terror y dolor.

—Pete, si no pones un alto, tendrás problemas, aquel idiota ya te destruyó demasiado, no me lo niegues, sé que estás sufriendo, sé que vives con miedo y la tristeza te hace pensar en la muerte, porque yo sé que eso ronda tu cabeza.— su voz sonaba lastimada.— Sal de tu burbuja, Toma mi mano y no la sueltes, vayamos al fin del mundo, a ver el atardecer o al sol ponerse, las estrellas brillar o lo que más anheles pero por lo que más te pido no sueltes mi mano.— sus ojos tenían determinación, tenían cientos de emociones que me dió miedo sostener la mirada de sus ojos, eran bonitos, pero ¿por qué algo le dolía? Esos ojos no deberían albergar dolor, y aunque suena tonto viniendo de una persona que se refugia entre pensamientos tristes la mayor parte del tiempo, él no lo merece.

—Dante, ¿Tú...?—dije algo dudoso, no sabía si preguntar o no.—¿Puedo preguntarte algo? Perdona mi imprudencia pero...

—Dime.— me interrumpió sin más.

—¿Tú?, ya sabes, ummm.—medite mis palabras aunque no sabía si él había estado cerca de hacer aquello que a veces atormenta mi mente.

—Yo no, no es lo que parece, yo...— sé quedó pensando o simplemente no quería hablarlo.—Mi hermana Sam murió hace dos años, terminó con su vida.—bajó la mirada y sabía perfectamente que aún le dolía, joder.

Si yo viera a Enid así de rota, me dolería tanto que enloquecería, iría al fin del mundo para que ella estuviera bien pero al tratarse de mi dolor, no sé cómo sanarlo.

Y también entendí, todo lo que ella hacia por mi.

—Éramos mellizos, sabes, yo ingenuamente pensé nos contábamos todo.—tragó fuertemente y no pude evitar intentar reconfortarlo, lo abracé, ni si quiera lo pensé mucho y sus lágrimas se sintieron caer en la playera que me había prestado pues la mía tenía sangre.

—Tranquilo.— susurré y acaricié su pelo justo como él lo hizo conmigo aquella vez que lloré, cuando nos conocimos, no sé si así se reconforta la gente pero espero que funcione, quiero que esté bien.

—Ella entró en depresión, no era tristeza, era depresión y jamás lo noté, o más bien lo minimice, se volvió más arisca conmigo, culpe a las hormonas y era claro que no era así, cada quien empezó a ver por si mismo, mi hermano mayor estaba en la preparatoria en ese entonces, mi hermana y yo éramos menores por tres años y la perdí a los 16, no pude hacer nada porque fui muy idiota, por impotencia y por falta de información, pero cuando yo...— su voz tembló— cuando yo entré a su habitación para que saliéramos ella estaba rodeada de pastillas, joder.— sus lágrimas bajaron por sus mejillas acumulándose en sus pestañas.

—Yo nunca pensé que fuera a hacer aquello, conoces el tema o lo escuchas pero jamás piensas que en tu familia va a suceder, que aquella persona que estuvo desde el vientre contigo se iba a ir tan pronto, Sam me dejó y ella era la hermana fuerte, ella era mi admiración sabes, pero jamás pensé que terminaría así. Fui al psicólogo y me dieron información y evitar algunas situaciones futuras, por eso sé que tienes que detener esto, porque mi hermana murió a causa de las burlas que alguna vez recibió, era muy inteligente pero decidimos ir a diferentes escuelas, jamás debí separarme de ella, porque la mataron lentamente y jamás nos dimos cuenta que ella se estaba muriendo, por eso mismo cuando me enteré de lo tuyo, me enojé porque le reclamaba cada noche el haberme dejado, éramos como uña y mugre y ahora parece que ya no iba a ser igual; en ese momento me equivoqué por ser egoísta y reclamarle su vida, pero me cegó tanto el dolor que me negaba a dejarla ir, sin embargo, a ella no le pedía una respuesta, si no a todas esas personas que la molestaron, cada vez que la hacían menos, quería saber que demonios, pasaba por la cabeza de esos chicos, Pete, por favor, alza tú voz.— sorbió de su nariz y verlo roto me dolió, me dolió tanto que yo mismo solté lágrimas y no sabía cuándo empezaron a brotar.

—Yo, tengo miedo, todos me dicen que debo hacer, incluso yo lo sé, pero el miedo corre por mis venas, siento que cada vez que me levanto y me veo al espejo, me odio, simplemente quisiera desaparecer y las palabras de David se repiten en mi mente una y otra vez.—susurré.—Entonces no pienso en otra salida, solo quiero huir de mi realidad.

—Entonces no lo hagas solo, no estás solo me tienes a mi, si intenta hacerte algo no voy a dudar en defenderte para eso estoy.— sonrió.

—Dante, quiero hacerlo.—dije decidido.—Si tú me apoyas quiero decir la verdad, quiero que me dejen de lastimar, permanece a mi lado y dame fuerza por favor, que no creo poder hacerlo yo solo.

—Lo haremos mañana a primera hora, iremos con el director y dirás todo, esto no se puede quedar así, ¿Me entiendes?—acarició mi pelo y yo me dejé caer en aquella reconfortante sensación.

—¿Tomarás mi mano?—no tenía idea de cómo salieron esas palabras, estaba avergonzado pero quería y deseaba tanto que me dijera que si, cada partícula de mi ser me exigía sentir su tacto.




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