Amigo, no te vayas.

21.

Aquella presencia de gran fortaleza, Iustitia¹, daba paso a su baile suyo y de nadie más, cerrando sus ojos, sintiendo la música del aquel viejo toca discos correr por su venas, sus pasos eran certeros sin duda, observaba antes de actuar y pisaba cada azulejo como si de un truco se tratara pero no era más que ella misma actuando, siendo ella.

Sentía las melodías rondar por su sistema, saludó cordialmente a sus amigos, quienes esperaron por su presencia, se permitió abrir los ojos en ese momento, brindando una sonrisa precisa y calma, actuaría en momentos, volteó a la pista y volvió a cerrar sus ojos sintiendo cada nota.

En ese mismo instante dos chicos, uno dudoso con el temor corriendo en su sistema, algunos moretones morados presentes en su cara iba al lado del mayor de ojos café avellana, caminando hacia lo que podría cambiar la vida del menor, esperando que aquellos miedos disminuyeran.

Dieron un toque a la puerta, audible y claro, certero; al instante una señora de no más de cuarenta años abrió la puerta, los invitó a pasar y pregunto por su estancia en aquel lugar tan temprano, pues las clases comenzarían en apenas una hora.

—Queremos ver al director, si no es mucha molestia, por favor, es un asunto delicado.— Dante contestó por ambos y la señora atinó a ver los moretones de Pete dándose cuenta de la situación y al momento les invitó a pasar a la oficina del director, quién leía algunos papeles y firmaba otros.

—Director, es importante que atienda este asunto, con permiso.— no pidió permiso ni saludó, claro signo de la delicadeza del asunto, el director vió como dejaba la habitación y aún sin poder decir nada ya tenía a dos chicos frente a si, a quienes invitó a sentarse frente a él.

—Jóvenes, ha sucedido algo grave para que Mercedes entre de tal manera, díganme qué ha sucedido.— dejó sus papeles de lado dispuesto a escuchar a los chicos.

Pete tenía miedo, no sabía como comenzar y Dante abogó por él, dando pie a qué él mismo comenzara a narrarle al profesor lo que sucedía en aquella instalación durante los momentos de clase, Pete en algún momento tomó el valor para confirmar cada palabra que decía Dante.

El menor mostró sus moretones en los brazos y la venda que portaba en su estómago, el director no dudó en tomar cartas en el asunto pues esas eran nuestras claras de que esto se tenía que acabar, los moretones que albergaba la cara del menor eran evidentes, y por su puesto Dante no sólo era su acompañante, ni su amigo en ese momento, era un testigo clave de lo que había sucedido, pues nadie más que él se ha atrevido a abogar en contra del abuso que David generaba día con día, decir que Pete, era su única víctima era poco para aquel abusador.

El director les pidió que no se fueran en ningún momento pues prefería que no corrieran peligro cuando llegara David, informó a su secretaria que llamara al acusado en el momento en que pusiera pie en esa institución a su oficina y así como lo pidió, su secretaria, su mano derecha, espero a que en los pasillos se divisara aquel chico de aspecto temerario para sus compañeros pero en realidad, era un chico más que ocultaba sus temores, por desgracia, por medio de la violencia, no podía justificarle pues había causado mucho daño, daño que antes le han causado, sin embargo, a él le tocaba asumir sus responsabilidades y sus actos violentos, costándole una próxima expulsión y una llamada a sus padres ordenando que visitara un psicólogo, error o acierto, aquella acción causó que un demonio mayor se desatará, David estaba molesto pero no era más reflejo que de su miedo, pero no se podía permitir sentir miedo, un hombre no siente miedo, recordó las palabras de su padre, letra por letra, soltando veneno en cada una de ellas.

No puedes acabar con un demonio cuando no conoces su historia, puede que sea una simple marioneta y el mayor demonio se esconda detrás de una figura paterna y una sombra como figura materna.

Nadie justifica los métodos que procedieron día con día, pero ambos necesitaban apoyo, Pete y David, se parecían, ambos estaban rotos, ambos necesitaban ayuda, ambos desearon su muerte en algún momento, ambos dañaron a las personas que más amaban y aún así, uno lloraba en brazos de un castaño y el otro recibía una reprimenda fuera de la oficina del director porque era una deshonra para su familia.

Pete sentía un peso menos, menor a días anteriores en su espalda, pero seguía pesando, no pudo evitar derramar algunas lágrimas recibiendo un abrazo de su amigo en ese momento, David había sido expulsado frente a ellos dos y aún así sabía que todas las miradas de odio que le mandaba este mismo, no solo se centraban en él, si no en Dante y él no tenía nada que ver.

Salieron de la oficina y por petición del director se retiraron a descansar incluso pidió que recibiera ayuda y mantuviera al tanto a sus padres o él mismo se encargaría de llamar, pues la salud mental de su estudiante estaba pendiendo de un hilo.

Cómo director, sintió culpa y como persona, una tristeza enorme, sentía que había hecho una falta por no notarlo antes, sentía que le había fallado así mismo, a la institución y a sus alumnos, pero no paró ahí, empezaría a tomar más cartas en el asunto, no quería que se repitiera aquello.

Ambos chicos salieron de la oficina sin darse cuenta que alguien les esperaba, David, no podía evitar sentirse furioso su padre se había marchado a casa y no tenía ganas de ir, sabía que algo malo le esperaba y aún así, sabiendo comprender ese sentimiento decidió expresarlo en aquel chico, a quien veía recelosamente mientras se dejaba abrazar por Dante, no dudó y simplemente se acercó al menor.

—Deberías haberte marchado antes de este mundo, sólo me haz traído problemas.— susurró con odio y con algo más que no pudo identificar el menor hacia él, pero así como se le acerco, Dante jaló de él, evitando que tuviera contacto con el que alguna vez fue su amigo y sin pensarlo dos veces, Dante dirigió su puño a la nariz de David.




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