Pete.
Las voces, los insultos y los golpes no dejaban su mente de camino a casa de Dante pues él no estaba listo para afrontar a su madre, incluso aunque fuera a casa, ella no estaría, estaría trabajando, como siempre.
Dante tomó su brazo y lo guío dentro de su hogar ignorando al perrito que saltaba frente a ellos dejando al menor en el sofá para poder tranquilizarlo.
—¿Y si es cierto?— las manos del menor temblaban, su llanto era incontrolable.—Yo debería...—su desesperación era mas evidente no dejaba de temblar, de consumirse a si mismo con palabras, dejando ir por la borda toda la tranquilidad que en su momento comenzó a conseguir.—Fui tan tonto, creí que había felicidad para mi, pero debería yo...
—Jamás, vuelvas a repetir eso, no para calmar mi corazón, si no porque nadie merece ser juzgado por alguien que carga con un peso mayor; tú vida no depende de él, tú vida depende de ti y de nadie más, el no puede arrebatarla o decirte que hacer con ella, porque el único dueño de ella eres tú.—cortó los malos pensamientos del menor con una con suave y tierna explicación llena de amor pero al mismo tiempo decidida sin dar paso a la duda llenando el corazón de Pete de tranquilidad y empezando a calmar su errática respiración.
—Abrázame, abrázame por favor Dante, lo necesito más que nunca.— estaba por caer al suelo al intentar ponerse pie fuera del sofá, estaba llorando, destrozado, su máscara había caído, la tristeza salía más que otras veces pero a diferencia de esos momentos, por primera vez, sintió que no estaba solo.—Eres el mejor, no esperaba que la nariz de David sangrara por tu causa, gracias.—Soltó una pequeña risa, recordando que no todo fue malo, sólo no supo llevar aquello y lidiar con las palabras venenosas de David, ahí entendió que debía actuar con la cabeza en frío, Dante estaba con él y no lo dejaría, en cambio David, junto con los que se hacían llamar sus amigos pasaron de largo cuando le expulsaron, cuyos no se salvaron puesto que recibieron la misma sanción.
Dante rió, en ese momento no lo pensó, simplemete actuó, tal vez la violencia no fue correcta, sin embargo, no encontraba otra manera de callar a David, porque Pete era más importante para el.
—¿Sabes que es lo mejor de caer?— preguntó Dante abrazándole y dando mimos en su espalda.
—¿Que vas a llorar y tener alguien para abrazarte?—dijo en el piso oculto en el pecho del mayor, le daba una seguridad que tal vez nadie podría dar, sus inseguridades desaparecían por un momento y era cuando se daba cuenta que nadie había podido darle esa mínima seguridad para vivir, para sentirse libre y merecedor de ese sentimiento que otorga la vida.
—Bueno sí..— sonrió cariñosamente.— Pero aparte de eso, es que cuando haz caído, sabes que debes levantarte porque ya sabes que se siente estar abajo pero tú debes aspirar a la cima y no estás solo, por más que lo pienses así, querido amigo, sé que te quieres ir pero por favor no te vayas de mi lado.— le abrazó con mayor cariño, con devoción y entrega y por supuesto, lo más importante, con amor. — Es algo egoísta pedirte esto por mi cuando debe ser por ti, es egoísta el que te pida esto y lo sé, soy un egoísta pero no quiero vivir por ti, ni morir por ti, quiero que vivas conmigo, lado a lado riendo y corriendo con Pizza, te ayudaré en todo esto pero tienes que ver qué ahora mismo lo más importante eres tú en tu vida, no David, no nadie más que tú, nadie puede vivir tu vida, nadie puede acabarla porque tú eres el dueño de esa pluma y si es necesario elimina a los villanos con tinta, ponles una mancha y eliminalos de la historia porque no te ayudarán a vivir.
El pecho de Pete latía como un loco, un ladrón y un enigma; no era tonto, lo sabía pero al mismo tiempo, se sentía incorrecto aceptar esos sentimientos por su amigo, pero por otro lado, a veces lo "incorrecto" es lo que nos mantiene vivos porque el amor jamás será incorrecto.
—Dante, sé que no es un buen momento pero quiero saber, como era David antes, cuando eran amigos, porque no permitiré que sea el villano de mi vida porque no es mi villano, es el villano de su propia historia.— susurró Pete.— Cada quien tiene sus demonios y él se ha convertido en el propio ¿Por qué?
—Quiero que me prometas algo, te diré sobre David, es una historia corta pero hoy mismo le dirás a tu madre lo que sucede, no lo tienes que hacer solo pues estoy a tu lado y te lo he dicho no me iré de tu lado aunque te comas el último trozo de pizza.— una sonrisa iluminó el rostro de Pete, no podía creer que en unos segundos Dante mejorara su estado de ánimo y lo sentía, sentía que su corazón se llenaba de amor cada vez que estaba a su lado y aún sin saberlo como sucedió, sonrió, porque el amor no pregunta, sucede, no da explicaciones y solo pone las cartas sobre la mesa cuando ya no hay vuelta atrás y lo único que queda es huir de él o aceptarlo.
Y Pete, lo estaba aceptando.
—Lo prometo, sé que es un camino difícil y lo de David ha sido el comienzo, estoy cansado de huir y ya no tengo tanto miedo, porque sé que mi familia siempre iba a estar para mí y mi miedo me alejo de ellos, pero quiero que estés conmigo, dame fuerzas.— Pete dijo sin duda y evidentemente sin saber que un castaño se enamoraba cada vez más de él, sin dar paso a qué sus emociones pudieran explotar en cualquier momento.
El baile continuó, Iustitia se retiró de la pista dando las gracias, volviendo a abrir los ojos y ver a su al rededor, las cosas habían salido bien, todo estaba bien, ahora invitaba a sus dos grandes amigos a tomar paso y continuar su danza, necesitarían ayuda, pulir el piso y cambiar el vinilo pues no era tarea fácil y aún ambos estaban dispuestos a luchar, el amor dió pasos más certeros, dejando una impresión grabada en el rostro de su oponente, quién sonrió, le gustaban los retos, lo fácil, no era lo suyo y lucharían, bailarían por ganar.