Pete.
—Mamá, estamos en casa.—anuncié dejando las llaves en la mesa.
—¿Sucedió algo malo en la escuela? ¿Tienes problemas? Pete...Oh, Hola—saludó a Dante quien correspondió el saludo y platicaron un rato en lo que se conocían, mi madre se veía emocionada de hablar con Dante, incluso, viendo a Pizza revolotear por toda la casa, ella sonreía, era una situación ajena, sentía que no era yo quien la vivía y aún así, me sentía seguro.
Era cierto, que teníamos que hablar de mucho y no sería fácil, así que estaba dispuesto a hacerlo, necesitaba aquello, liberarme de ese peso.
Mi madre pidió que comieramos primero y fue más ameno de lo que pensé, me sentí bien y un poco mal al haberme perdido todo esto.
Pasó el rato y mi madre nos pidió sentarnos en el sofá, hablaríamos después de todo y sabía que había un apice de tristeza y duda en sus ojos, me dolía el pecho de que mi madre sufriera el dolor de la verdad, pero la ignorancia del tema tampoco sería felicidad, solo una asfixia lenta y segura.
Ahí estábamos, frente a ella, nosotros en el sillón largo gris que compró mi madre en aquella exposición de sillones y ella en el individual frente a nosotros, esperando atenta lo que venía, explicar demasiadas situaciones y con ellas la verdad.
Empecé desde el principio, mis inseguridades, las molestias e incluso llegué hasta David, porque ese era el tema que me hizo salir de mi caparazón, incluso cuando conocí a Dante y todo, mi madre se veía preocupada, culpable y con los ojos llorosos.
¿A qué padre le gustaría saber aquello? A ninguno pero tampoco podría ser una verdad oculta.
La necesitaba, necesitábamos sanar todo.
—¿Enid sabía?—preguntó.
—Lo suponía, pero siempre la alejé, al punto de dañarla.—bajé la mirada y jugué con mis manos, quería llorar, quería ir corriendo a ocultarme pero la mano de Dante dando un apretón en mi hombro me dio las fuerzas necesarias para afrontarlo.
—En un inicio, me dijiste que te molestaban y se aprovecharon de tus debilidades, pero, ¿Cuál fue la razón? Oh, mi niño, no pude estar para ti, tenía tanto dolor por lo de tu padre que no pensé claramente en ustedes, me necesitaban, nos necesitábamos y nos ocultamos todos erróneamente.—limpió sus mejillas y concentró su atención en mi de nuevo.
—Mamá.—llamé su atención, tenía miedo, volteé a ver a Dante y entendió que ese era mi momento, lo diría y me sonrió, Dante me sonrió, me dió la seguridad que buscaba en ese momento. Dante era como un paraguas en la lluvia y al mismo tiempo, el calor del cariño brindado por el latir del corazón.
Regresé mi vista a mi madre, y dije.—Me gustan los chicos.—no bajé la mirada, esperé su reacción, y ella solo lloro y se levantó del sofá y me abrazó.
Estábamos rotos.
Pero podíamos arreglar nuestras fisuras.
Tal vez el amor podía ser una cura, una que te impulsa cada momento, que ve tu risas y tus logros, tus lágrimas y tus fallos, y estaba bien, porque el amor es justamente esa historia que solo nosotros podemos escribir, un amor que nos haga sentir vivos y no nos quite la vida, un amor que nos sane y nos abrace en nuestra oscuridad y al mismo tiempo, el paraguas en nuestra tormenta, la calma y la paz en ella.
Y ahí, Pete no sólo se dió cuenta de cuan rotos estaban y cuán fuerte era el amor familiar, si no que se dió cuenta que durante todo este tiempo, su corazón latía como un loco alrededor de Pete, por y para él.
Sentía amor, amor puro por él, no era solo admiración ni amistad, Pete, lo sabía, no solo gustaba de Dante, no gustaba de su amigo, podía atreverse a decir que lo amaba, porque el mismo sería capaz de darle guantes a Dante para que no se lastimé con su roto ser, pero también sabía que Dante podría pegar su roto ser con amor y bueno, tal vez, la ayuda de alguien más, pero era seguro, que ni David, ni nadie, podrían separar ese amor palpable más aún no dicho.
—Pete, mi niño, mi bebé. Lo siento, en serio siento haber estado ausente por ti, también le debo una disculpa a Enid por hacerla responsable de todo esto sin ayuda y cuánto lamento no haber estado para ti, ustedes son lo más importante en mi vida. No importa quién te guste, está bien, cualquier amor está bien, el único amor que no debe ser es aquel que daña tu ser, pero estoy segura que tendrás un muy buen amor en el futuro.— volteó a ver a Dante y sonrió.
Las mamás sabían, y era cierto, solo ella notaba como Dante estaba sentado al lado de Pete viéndolo con adoración y amor, como si en esa sala dolor sólo estuviera él, como le reconfortaba y calmaba, como ellos sin saberlo expulsaban más amor que del que pensaban.
—Arreglaremos este desastre que hemos hecho de familia.—rió su madre.—Volveremos a iniciar y sanar juntos, sin miedo y hacia delante.—limpió las lágrimas de Pete quien sonrió y volteó a ver a Dante quien le regresaba una sonrisa tierna mientras que le quitaba un cabello rebelde de su cara.
—Gracias mamá, Dante.— sonrió y no pudo evitar llorar, no quería estar más triste si todo se podía solucionar, no sería fácil pero estaba seguro que daría todo de sí, porque ahora no tenía miedo de lo que se encontraba allá afuera y si los entia, sabía que tenía a personas importantes en su vida.