Amigo, no te vayas.

Epílogo.

Allá a  lo lejos, yace lo que fuimos y no fuimos, lo no que seremos o en verdad seremos y tal vez algún día podamos voltear a ver nuestro pasado y sonreírle, no llorarle o tenerle miedo, muchas cosas llegan a su fin  y otras otras jamás tienen un final, sólo capítulos aparte, la felicidad en cada situación y a veces la tristeza en las relaciones, así es la vida, podemos decir que las cosas suceden y a veces fallan, personas que son importantes en nuestras vidas y todas aquellas que alguna vez la marcaron, buenas o malas, aún así las personas se mantienen en nuestra memoria, son ese pequeño momento en el que vemos atrás y hemos crecido, de ellas hemos aprendido y con algunas otras más compartido nuestros sueños, e incluso, nuestras vidas.

 

—¡Papá! ¿ En qué piensas?— llamó un niño de mejillas regordetas de cinco años, lanzándose a sus brazos.

 

—Nada cariño, solo en cuan feliz soy con ustedes, ¿Ya terminaste de jugar con tu padre?—abrazó a su hijo y besó su frente.

 

—¡Sí! Estabamos jugando mientras Sushi nos cuidaba.—Y a la mención de ambos llegó Dante con un perrito pug de solo dos años.

 

—Amor, ¿se divirtieron?— sonreí besando sus labios, los dos amores de mi vida se habían vuelto unos fanáticos al basketball, Dante como padre era increíble, a pesar de que Miles apenas tuviera cinco años era un niño bastante afin a los deportes y nos encantaba verlo intentar lanzar una canasta aunque fuera en una de su tamaño que Dante había comprado, no dejaba de ser increíble ver la pasión de nuestro pequeño que daba pequeños saltitos y a veces corría por toda la cancha con un balón de su tamaño y peso, por lo que esos pequeños detalles hacían latir el corazón de Dante y Pete emocionados por todo lo que habían construido juntos.

 

—¡Sí! Papá cuéntale como anoté una canasta ¡Cuéntale!— se emocionó su hijo y Dante sonrió y comenzó a contar la gran hazaña de su hijo mientras caminaban a casa, con la pequeña excepción de deternerse por un pequeño helado, al parecer su hijo amaba el helado de galleta por lo que no dudaban en comprar uno si caminaban cerca o a los alrededores y su hijo era sumamente feliz contando cómo había sido su día de juego.

 

—Son todos unos deportistas mis amores.—sonrió Pete y abrazó a su hijo que se encontraba en brazos de Dante.

 

Veía a su familia y recordó todo, como se conocieron Dante y él, lo que sucedió durante y después, también desde el momento en que entró a la universidad, desde que se desvelaba y Dante le dejaba un café para despertar y fruta en trozos e incluso algunos platillos que aprendía en la universidad que Pete probaba con gusto y placer ya que era un total manjar a su paladar; los años pasaban y ellos cada vez se enamoraban más, era como si estuvieran frente a frente por primera vez, sentía como ese tiempo había pasado corriendo cuando se graduaron y comenzaron a trabajar, primero como aprendices y poco poco como los profesionistas que eran y con ello también vino la propuesta de vivir juntos formalmente ya que muchas veces Pete se quedaba dónde Dante cuando pasaban por sus exámenes y consecutivamente, se comprometieron y felizmente un año después, se casaron, con los viroteos de ambas familias y los hijos de Enid y los del hermano de Dante corriendo por el lugar llenándolo de una alegría pura y hermosa.

 

Pete sonrió, si le hubieran dicho que trece años después estaría así, con su familia jamás lo hubiera creído, mucho menos con su pequeño hijo, que fue realmente gracias a Enid que lo conoció.

 

Enid hace tres años participaba en un programa para llevar lectura a pequeños niños en horfanatos junto con su esposo y un dia, mientras ellos estaban ahí, llegó un pequeño niño de dos años el cual había perdido a sus padres en un accidente, era tan tierno que automáticamente pensó en Pete, a quien no tardó en contarle su idea en algún desayuno en el que pudieron reunirse.

 

—Pete, quiero que vengas con nosotros a nuestro proyecto.—dijo sonriendo mientras bebía su café.—También si puedes traer a Dante, sería muy feliz o bueno, ustedes, yo, no sé, es una sorpresa, quiero presentarles a alguien y si mi corazonada no falla, sé que estarán felices, igual o incluso más de lo que me encuentro yo.

 

—A veces me preocupo sobre lo que planeas pero, estoy feliz por ello, ¿Cómo va todo? ¿Tus hijos están bien? Hermana, te he extrañado, apenas nos vemos una vez al mes, también extraño a mis sobrinos, son unos angelitos.—pregunté emocionado, estaba tan feliz por Enid, por todo, incluso mamá se dió una segunda oportunidad en el amor y si soy sincero fue lo mejor que pudo hacer en su vida, la anterior casa llena de recuerdos se vendió, mi padre vive con su otra familia y está bien, mamá es posible que formalice con su novio y estoy orgullosa de ella, mientras que Enid y yo, a pesar de tener rumbos distntios, buscamos reunirnos lo más pronto posible para hablar.

 

—Estamos bien, su padre los consiente demasiado pero no puede evitarlo con esos ojitos, estoy muy bien Pete, es gracioso, jamás nos imaginamos con una pareja o hijo y míranos, ahora tenemos que hacer tiempo entre el trabajo y la familia para nosotros, estoy feliz por ello.—admitió su hermana y sonrió.




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