Amigo, no te vayas.

26.

Era un beso suave, apenas un roce entre los labios, un juego y robo de suspiros, Pete sentía lo mismo, no tenía tiempo de sorprenderse, era algo que él también estaba desoso, si no lo hubiera hecho Dante, es probable que él lo hubiera hecho en cualquier momento, pero quería más, quería arder y al mismo tiempo consumirse en aquel ciclón; eternizar la sensación, amar y sentirse libre como las aves, emprender el vuelo y dejarse flotar en los labios del contrario; abrió un poco su boca dándole acceso a Dante, ambos pechos de los chicos se llenaron de amor y latidos soñadores que robaban suspiros pero daban vida, cada uno de ellos, los hacía sentir plenos, vivos, enamorados.

 

—Me gustas, Pete.—se separó Dante admitiendo todo lo que había guardado durante todos esos meses que llevaban juntos.—Me gustas tanto, Pete Jhones, por favor comparte tu vida con la mía, no sólo como amigos, como algo más.

 

—Dante.—suspiró Pete aún en la ensoñación de esos labios del ojimiel, justo como sus ojos sus besos eran suaves, tiernos y a veces decididos y salvajes, no lo pensó una segunda vez, la respuesta era obvia y entre besos se transmitía un sí cuando Pete tomó el rostro de Dante y lo besó.

 

El baile era tranquilo, un baile de grandes deidades dónde solo iba a existir un ganador, uno que ya estaba definido, el tocadiscos estaba comenzando a bajar su volumen dando cuenta que esta pieza ya estaba ganada y próxima a acabar, Iustitia, sonreía desde su asiento haciendo un pequeño brindis con quién se encontraba a su lado.

 

Y en la pista, la Muerte, soltó su mano, la mano del Amor que galante sonreía, aceptó su derrota, porque el amor, había ganado.

 

La muerte lo sabía, iba a perder pero por ese baile, estaba dispuesta a entrar a la pista, grandes titanes se debatían por un amor puro, un amor nacido en la adversidad y que adversidades superará en un futuro, de esos que son pasionales y amorosos, que se nutren casa día y al mismo tiempo crecen y forjan raíces.

 

De esos que muy pocas veces se cuenta porque cuando la perdición toque tu puerta, puede que el amor venga detrás. Quién sabe, es tan irónica la vida que jamás sabremos lo que nos depara con ella y ahí está lo mágico.

 

Un día podríamos estar perdidos y en el otro, encontrarnos a alguien que siempre nos ha estado buscando, o un está bien, un abrazo, un hola, un amigo no te vayas...Cualquier cosa puede cambiar nuestro destino ¿Es hermoso, no? Tal vez nunca se cambió y ese era el destino o tal vez, estamos creando nuestro propio destino, porque amar jamás debió tener reglas, el amor es libre, sin cadenas, quien lo metió en una jaula fue quien tuvo miedo de el, ahora solo queda liberar esa ave, que sea libre, que ame, que una personas y les de felicidad.

 

Porque somos mortales, Memento Mori¹, entonces, ¿por qué esconder el amor? A la muerte y al amor no le importa tu género, quién eres o quién eras antes de, a quien ames o a quien no, sólo sucede ¿Por qué debería ser incorrecto? Al final el amor puede ser nuestra única salvación, porque "el amor no lastima, lastima quien no sabe amar".

 

Así que no te tortures, el amor, una amistad, una persona, vendrá para ti y ese día sabrás que ha llegado.

 

—Dante.—llamó Pete quien se encontraba en su hombro después de haber llegado a la casa del ojimiel.

 

—Dime.—sonrió besando la frente de Pete.

 

—Gracias, por todo, muchas veces, no encuentro una razón y otras veces estoy muy perdido en mi mismo, otras tantas estoy en paz y calma pero contigo, todo está bien, hay un perfecto balance en medio del caos que me encanta, en serio.—regresó su mirada al Corgi que nos veía desde su cojín.

 

Dante sonrió orgulloso de Pete, amaba poder compartir ese momento con él y saber que comenzaba a curar todas esas pequeñas heridas que alguna vez dañaron su ser y su mente, era una emoción que no podía contener, estaba feliz. Besó su frente y acarició sus cabellos como si estuviera organizando una obra de arte parte por parte y es que para Dante, Pete podría ser la obra de arte que debería ser vista en todos los museos pero más importante que viva a flor de piel el día con día y si podía, él estar en esos días, Dante sería la persona más feliz del mundo.

 

Dante no necesitaba grandes riquezas y si era así, que sea el amor que muy pocos logran tener de verdad y cultivar con realidad mientras lo hacen crecer sanamente. 

 

—Pete, soy feliz cuando me agradeces pues me hace darme cuenta que estás mejor, pero no es necesario porque tenerte a mi lado es mi mayor alegría, yo no lo hice con pesar, fue porque te amo, así que vamos, no creas en ningún momento que fuiste una carga, no estaba dispuesto a rendirme cuando tenía la oportunidad de ayudarte a sanar tus heridas y sé que mi hermana y tu hermana están orgullosas de que lo lograste.—Pete sonrió y besó los labios de Dante, no sólo en agradecimiento sino porque le nacía hacerlo, ahora que había probado su hermoso elixir que reposaba en los labios de ojimiel, era imposible no querer hacerlo.




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