El de como se conocieron Abigail, Liagibal y Mateo.
4 Octubre de 2005.
Mateo.
6 años.
Mamá dice que necesito pasar más tiempo con niños, que necesito hacer amigos y dejar de ver los padrinos mágicos.
Bueno, mamá no sabe lo que yo necesito.
Son vacaciones lo cual significa que me estoy dando un tiempo de todo lo relacionado con la escuela, lo cual ella no entiende porque claro, no sabe lo que es ser un niño. La vida de adulto suena menos aburrida, no puedo esperar por ya ser un adulto y hacer lo que se me dé la gana, como papá. Se la pasa afuera todo el día, de seguro haciendo cosas divertidas.
—Mateo, ve con los nuevos vecinos a la casa de enfrente. Me pareció ver una niña adorable. Te hará bien hacer amigos y no estar todo el día encerrado—dijo mi mamá cepillándome el cabello. Detesto eso, mi cabello está bien así ma.
—¿Niña? Nop, están llenas de piojos.
—¿Por qué dices eso? Las niñas son lindas.
—Hay una niña en mi salón con piojos, dice que son sus mascotas—mi mamá abrió mucho los ojos. Parecía una caricatura, de seguro ella tampoco sabía eso de las niñas.
—Bien entonces ve a jugar con la niña en lo que yo llamo a la escuela. Te veo por la ventana así que no huyas a las maquinitas ni seas grosero.
De mala gana salí de la casa y crucé la calle, en la casa había una cerca de madera y la puerta estaba entre abierta así que me asomé. Había una niña de cabello color café, como chocolate, cubriendo toda su cara. Creo que a ella tampoco le gusta peinarse.
La niña estaba sentada sobre el pasto con un vestido verde ahora cubierto por lodo, en realidad toda ella estaba cubierta por lodo. Así de asquerosas son las niñas. Iba a salir corriendo de ahí hasta que vi salir a otra niña.
Genial ahora son dos.
Al menos esta se veía menos asquerosa, tenía un vestido rojo y dos colitas. Ella estaba limpia, aún.
—Nooo. ¿Qué haces? Mamá nos va a matar—parecía que iba a llorar.
Se arrodilló atrás de la niña lodo y comenzó a quitarle el cabello de la cara.
Un momento... ¿dos iguales?
¿Qué? ¿Eso es posible?
No, no lo es y si, y si...
¡Son clones malvados!
La puerta en la que me estaba recargando se abrió más provocando un crujido y yo me escondí detrás de un arbusto. La niña de verde se levantó de golpe tomando una rama y apuntando hacia donde yo me escondí.
—¡Sal de ahí rata!—iba a dar un fuerte golpe con su vara hasta que la niña de rojo se puso en frente de ella.
—Puede ser un perro, detente. Luego va a querer atacarnos.
—Un ra-perro—puso una mano en su barbilla—. ¡Hay que matarlo!
—No soy un ra-perro—dije sin salir de ahí, esa clon se veía muy enojada.
Tal vez una era buena y la otra mala.
—¡Y habla!—roja gritó y comenzó a llorar.
—No seas mensa, es solo un niño baboso—se arrodilló al arbusto y me jaló de mi orejita—. Es un espía.
—Le diré a mamá que dijiste palabrotas—se limpió sus lagrimas con el vestido.
—¿Qué haces aquí?—Verde ignoró a su clon.
—Oigan no, yo soy el de las preguntas aquí—saqué esa línea de un programa—. ¿Por qué son iguales?
Las dos se miraron y comenzaron a reír.
—No somos iguales, somos gemelas—dijo verde.
—¿Qué es una gemela?
—Somos hermanas, solo que la impresora de papá se trabó y sacó una copia de la otra—dijo Roja.
—¿No nos había traído la cigüeña al mismo tiempo?—Verde le contestó.
—¿En serio crees que venimos de una cigüeña?
—Es más probable que de una impresora.
Las dos niñas comenzaron a discutir de nuevo. Son divertidas.
20 de Julio de 2006.
7 años.
Estaba en el patio de la escuela comiendo tranquilamente mi danonino, quería ser alto y mamá decía que esto servía.
—¡Mateo!—una niña se me acercó.
—¿Roja?
—No, verde.
Aún no podía diferenciar a esas dos, solo con los apodos a veces.
—Ya te dije que no me hables en la escuela—me puse el gorrito de mi sudadera. Nadie puede saber que me junto con niñas.
—Es que no tengo con quien estar—hizo un puchero y sacó una barra de cereal. No iba a librarme de ella.
—¿Y roja?—ella me cae mejor.
—Está con uno de nuestros primos, pero él es raro. ¿Puedes fingir ser mi amigo? Qué bueno que aceptaste ¿Puedo sentarme a comer contigo todos los días? Gracias por invitar—esta niña habla muy rápido y sola.
—Los amigos se dicen los nombres.
Había pasado como mucho tiempo y nunca me quisieron decir sus nombres así que por eso la loca era verde y la normal era roja.
—Te diré mi nombre. Es...
—No quiero saberlo—me tapé los oídos. Eso nos haría automáticamente amigos y no quiero.
Automáticamente es una palabra que papá me enseñó la semana pasada.
—Te daré la mitad de mi barrita—la puso frente a mí y quité mis manos. Una barrita de piña a cambio de mi amistad parece el trato perfecto.
—Soy Abigail.
—Fuchi. Es un nombre feo—hay muchas Abigailes en el mundo.
—Y roja es Liagibal—no creo que haya muchas Liag... Lias en el mundo.
—Suena complicado, sigue siendo roja.
25 de Mayo de 2012.
12 años.
—¡Papááá! Déjanos ir, no nos pasará nada malo.