Amnesia (#1 Oels)

3. La muerte de Camil

Sentía como si mis vías respiratorias dejaran de funcionar, era un recuerdo tras otro, todos disparejos pero con el mismo resultado: dejarme atormentada.

Los desplantes de mi padre y el desinterés de mi madre, las historias alocadas de mi amiga pelinegra que ahora recordaba perfectamente como Anastasia, el humor negro de mi amigo George y mi casera Amelia, pero había más, mucho más que me dejaba con más preguntas sin respuestas y aunque no hubiese querido ver más recuerdos no dejaban de llegar, pero al final no daba con nada <<¿Quien soy? ¿Cuál es mi nombre?>> Sabía que no era Casie, entonces ¿Cuál?

Un zarandeo me devolvió a la realidad, una mano grande y cálida se posó en mi hombro y luego de tomar una gran bocanada de aire pude volver en sí, encontrándome con una silueta que despertaba de sobremanera mi curiosidad.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó en voz muy baja, como si temiera que por el mínimo escándalo me rompiera a llorar.

Y sin querer o tal vez queriendo, aunque fuese un poco, pude verlo, pero verlo de verdad. Su cabello negro lacio y despeinado, sus ojos ámbar, su nariz perfilada y sus labios llenos. Quedé hipnotizada solo de verlo.

Tal vez él era la representación de la belleza masculina, un Dios griego o el chico más hermoso que hubiese visto en toda mi vida.

Todo en él desprendía misterio y sensualidad. Solté un suspiro sin mi entero consentimiento y no pude evitar observar de la cabeza a los pies, viendo como su camisa negra se ajustaba marcando sus brazos y torso, luego sus jeans desgastados hasta terminar a sus botas militares.

Él era... Simplemente impresionante.

Me quedé sin habla por un momento hasta que se me presentó nuevamente un fuerte dolor de cabeza y posterior a ello, un recuerdo.

- Cuidado por donde caminas, engendro - escuché decir a Bradley.

- ¿Bradley? ¿Quién es Bradley? - un fuerte sonido traspasó mi cabeza, haciendo que llegara el dolor con más fuerza - ¿Qué me está pasando? - Los sonidos que me llegaban eran horribles, no sabía cómo detenerlo, tampoco sabía cómo describirlos. Lo único que sabía era que ese sonido me hacía llorar de dolor.

- Tienes amnesia - todo era blanco. Estaba en un hospital. Se sentía tan real.

- Ah - grité, no soportando la punzada en mis sienes. Todo daba vueltas. Y ya no pude enfocar nada - Ayúdame - le dije a la silueta a mi lado - P...Po...or fa...fa...vor - mis labios comenzaron a temblar. Sentía como si la vida se fuera de mis manos. Grité más fuerte y me llevé las manos a los lados de mi cabeza, tapándose los oídos para que se fuera de una vez por todas ese sonido tan desgarrador.

- Lo lamento - me apresuré a decir después de haber tropezado con alguien- Venía distraída. Gracias por ayudarme a levantarme.

Le dí la espalda dispuesta a marcharme, pero sus palabras me hicieron detener en seco.

- Al parecer te distraes fácilmente con el físico de los demás. - objetó el chico con voz ronca.

Me di la vuelta para enfrentarlo...

Sus ojos...

Esos hermosos orbes de color ámbar con una pisca de cobre.

Una alarma sonó en mi cabeza.

- Me pareces familiar ¿No te conozco de algún lado?

- Creo que no. Lo recordaría si así fuera - me miró con suspicacia.

Algunas hebras de su cabello caían por su cara tapándole los ojos. Él de un manotazo se los quitaba de la frente, tenía largas pestañas y abundantes cejas negras.

- Eres nuevo ¿Verdad? Nunca te había visto por aquí.

No dijo nada por un buen rato en el que permaneció mirándome fijamente, poniéndome más nerviosa de lo que estaba. Antes de contestar, el resopló - No estudio aquí. Vengo... Eh... - se rascó la nuca un momento y agachó la cabeza para quedarse mirando el suelo -... Por asuntos de trabajo - dijo en un susurro que pude lograr oír.

- Oh.

- ¿Vives aquí?

Sin saber siquiera de qué lugar se trataba, sabría que no vivía allí, al menos no de manera permanente ¿Qué fue lo que me sucedió para terminar así? 

- Tú... Tú... Eres tú - susurré bastante azorada. Las orejas me palpitaba, sentía que mis manos temblaban mucho y la falta de respiración empeoraba.

¿Acaso debía morir ya? ¿Éste era el fin?

Yo no quería morir así.

Aún no quiero morir.

Y volvió el recuerdo...

- ¿Sabes dónde queda la sala de conferencias? - habló él.

Asentí y le señalé la puerta que estaba a su lado.

Extendí mi mano - Soy Casie - y apenas lo dije, él solo se alejó de mí.

- Respira, respira - lo escuché decir, pero su voz era cada vez más lejana - Respira. - sus manos grandes y fuertes tomaron mi barbilla alzándose - ¿Me escuchas? Por favor, trata de respirar - pero yo no podía,  llegó un punto en el que no supe como hacerlo. Por más que quisiera que mi mente volviera a su lugar, simplemente no podía. - Escúchame, por favor. - de nuevo, sentí que mis ojos se  ponían en blanco.

Se escuchó un grito agudo.

Vi al chico de hacía unos segundos salir corriendo lejos de donde yo estaba. Iba como si hubiese cometido un crimen y necesitara escapar. Lo seguí con la mirada hasta que cruzó la esquina y alarmada me dirigí a la sala de conferencias. Abrí la puerta encontrándome la sala vacía, pero al acercarme más, escaleras arriba vi a una chica en el suelo que no respiraba.

Y ese chico...

Salió corriendo después del grito de mi compañera como si su vida dependiera de ello.

Camil, la chica con quien compartía algunas clases, estaba paralizada en el suelo con sus ojos abiertos y fijos en la nada.

Estaba muerta.

- ¿Me escuchas? - los ojos de él se veían cada vez más sobrenaturales. Eran extraños y hermosos, mucho más brillantes que hace unos segundos atrás. - Por favor, trata de respirar.




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