Amnesia (#1 Oels)

5. El acantilado

CASIE

14 de Noviembre, 2019

Al despertar no recordaba mucho sobre la noche anterior, sentía que todo había sido un sueño.

Aunque en realidad, la mayoría de las cosas para mí se sentían como un sueño en donde encontraba algo que me pudiera ser de utilidad y luego ya no.

Lo que sí recordaba perfectamente era mi conversación con el fantasma y que luego me corrió.

No dijo "Vete de aquí ahora mismo" pero lo insinuó, de eso estaba segura.

No lo había dicho por mal, sabía que no, pero al escuchar ¿Qué viniste hacer aquí? ¿Cómo fue que llegaste al bosque? ¿Por qué estás aquí? Sentí que todo lo que salía de su boca era para por fin sacarme de la mansión.

Tampoco quería estar aquí, pero ¿A dónde ir? Ni siquiera sabía qué camino debía tomar.

Así que en mitad de la madrugada le pedí al fantasma que se marchara y para mi sorpresa, él lo hizo sin rechistar.

Habían pasado dos días y no supe nada de él, pero ¿Eso a mí que me importaba? No me interesaba lo más mínimo que él no se volviese a cruzar en mi camino.

Es más, mientras más alejado estuviera, mejor.

- Casie - escuché que me llamaron, pero la voz parecía ser lejana. - Casie ¿Me escuchas? - reaccioné cuando la mano de Irene apareció en mi campo de visión.

Seguían llamándome Casie y prefería mantener mi verdadero nombre en secreto después de lo que había dicho Evan.

Si revelaba que me llamaba Casandra no sabría muy bien cómo reaccionaría, tampoco sabía cual sería mi reacción, pero de todas maneras así lo decidí.

- ¿Si? - parpadeé varias veces para salir de mi ensueño.

- Te preguntábamos si querías ir al pueblo con nosotras - explicó Hester, más atrás estaba Helena mirándola con prepotencia.

Asimilé la pregunta.

No me gustaba estar encerrada.

Quería saber definitivamente donde estaba.

Sería hasta una buena oportunidad para escapar de ellos, pero...

No podía hacer eso, por más que quisiera tenía miedo de cruzar la arboleda porque estos últimos días, todo en mi mente se arremolinaba en una sola cosa... Que había detrás de la arboleda y que había más allá de la cascada con agua oscura, pero primero necesitaba averiguar quiénes eran las personas con quien estaba.

Descubrir sus secretos.

Así que lo primero que creía conveniente hacer era explorar por completo la mansión para resolver una de las interrogantes que tenía últimamente con esa familia ¿Por qué cada vez que trataba de subir al cuarto piso todos en esa casa se ponían nerviosos? Quería y necesitaba saberlo, probablemente para hacer el papel de chismosa, pero eso no importaba en este momento.

- Gracias, pero prefiero quedarme aquí encerrada - se excusé vagamente.

- ¿Estás segura? - se adelantó Helena - Todos iremos, tal vez eso te ayude en algo y... - no terminó, puesto que Irene le dio un codazo en el estómago que a mí no se me pasó desapercibido - Auch - la más joven de las tres chicas miró a Helena con un brillo alarmante en los ojos.

- Respetaremos tu decisión- después de decir eso Hester salió de la habitación, seguida de Irene que iba con ropa más juvenil que los otros días y de Helena que llevaba su cabello color miel algo despeinado.

Al salir, casi solté un suspiro de alivio ¿Quién diría que la soledad me traería felicidad en momentos como estos?

Pero cuando se trata de una familia grande, rara vez puedes quedarte a solas.

- ¡Dios del inframundo, al fin se fueron! - ese era Deacon - No tienes idea de lo que me costó no lanzarles un chicle en el cabello para que vayan de inmediato a cambiarse - se sentó a mi lado y me miró con un brillo juguetón en los ojos.

- ¿Y a qué se debe ese pequeño acto de rebeldía? - me reí entre dientes.

- ¿A qué se debe? - preguntó él con fingido asombro - Eres mujer, deberías saberlo - se acomodó en el sillón, poniendo la cabeza hacia atrás y entrelazando las manos detrás de ésta.

- No, no lo sé - volví mi vista al libro que Helena me había prestado.

¿De qué era que se trataba?

- No entiendo porque las mujeres duran mucho arreglándose, Hester e Irene es un poco pasable, pero te juro que a veces solo quiero matar a Helena - expresó - Esa mujer está loca y dura más de una hora eligiendo qué ropa va a ponerse, solo saber que nos toca una salida familiar los pelos se me ponen de punta - tembló como si tuviera escalofríos. Solté una risotada. - Simplemente ella no tiene arreglo.

- Eso lo sabíamos desde hacía mucho tiempo, créeme - dijo una tercera voz, Colin. Llevaba un suéter fino, un pantalón de vestir negro y unos mocasines que se le veían increíbles. Iba entrando a paso relajado en el salón seguido de Evan que al contrario de él, llevaba una bermuda marrón oscura y una franela blanca pegada al cuerpo con unos zapatos más sencillos, pero que sinceramente le quedaba muy bien.

Había tratado de no quedarme a solas con Evan desde el día en que hablamos. Sea lo que sea que le suceda conmigo, no puede ser muy bueno que digamos.

O tal vez yo estaba exagerando.

- Grr, pequeño Colin - Deacon hizo un sonido con la boca y un gesto de la mano tratando de imitar a un felino - ¿A dónde vas tan arreglado? - soltó un silbido mientras Colin daba una vuelta exhibiendo su buen estilo de vestir.

Evan los miró y pues yo hice lo mismo de siempre, rodar los ojos, algo muy propio de mí.

- Iré a una entrevista de trabajo - dijo éste con orgullo.

- Por fin ha llegado el momento en que uno de nuestra generación dé la cara por lo vagos como nosotros - el pelinegro de ojos verdes se señaló a él y a luego Evan.

- Hey - se quejó el señalado - Yo también iré a una entrevista de trabajo - dijo con galantería, no pude evitar enarcar una ceja con petulancia.

- ¿De verdad irás así? - me atreví a preguntar.

- Que pésimo sentido de la moda - habló Deacon con dramatismo.




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