CASIE
La noche estaba lluviosa, la tormenta arrasaba allí afuera y yo no podía dormir, no desde que se enteré de todo ¿Cómo no lo supe desde el principio? Si ellos eran perfectos en todo lo que hacían ¿Cómo no darme cuenta? En ese momento me sentía como una tonta.
Debí saberlo cuando entré en el cuarto piso de la mansión y ví aquella puerta gigante de oro, debí saberlo cuando al ir subiendo las escaleras vi aquel perro gigante de tres cabezas, con una melena y una cola de serpiente y garras de león ¡Qué tonta he sido!
¿Cómo no darme cuenta que el lugar en el que había vivido desde hacía tres meses era el...?
- Casandra – llamó Ajax al otro lado de la puerta pero yo no dije nada ¿No que no quería hablar conmigo? Pues le estaba dando la oportunidad de no hacerlo, pero entonces recordé que a pesar de todo, quería saber lo que él tenía para decir, quería escucharlo porque por alguna razón esto tal vez significaba que yo debía tomar una decisión sobre mis sentimientos por él y darles fin de una vez por todas.– Casandra, sé que estás despierta, por favor, necesito que hablemos.
Muy bien podría simplemente aparecerse dentro de la habitación pero supuse que quería respetar mi espacio así que me levanté con pereza de la cama y fui a abrir la puerta con cuidado, no lo miré, solo abrí y sin decir nada más, me acosté en la cama poniendo las mantas hasta la punta de mi nariz - ¿Por qué no me lo dijiste? – susurré.
- Tenía miedo de lo que pensaras – se acercó despacio a mí, sin hacer ningún ruido – No es fácil lo que soy, Casie.
- Llevas semanas sin dirigirme la palabra ¿Por qué estás aquí? - por fin lo dije.
- Creí que era lo mejor.
- ¿Para quién? ¿Para ti? Dijiste que no sentías lo mismo, que mis sentimientos no eran correspondidos - me senté en la cama para mirarlo más de cerca, sin borrar mi tono de amargura, por supuesto.
- Tus sentimientos son más que correspondidos - dijo él despacio - pero tenía miedo que lo supieras y me vieras de otra forma, no... no quería ver tu mirada de desilusión hacia mí.
- ¿Qué está mal en ti? - pregunté con voz tajante. No podía permitir que él creyera que no era suficiente para mí simplemente por lo que era pero que no decidió ser.- Tú no lo escogiste, Ajax y tampoco eres malo ¿Qué está mal en ti? Dime - grité lo último cuando él me dio la espalda mientras se agarraba el cabello con fuerza.
- ¿Recuerdas esa profecía que Helena te dijo?
- ¿Un hermano con el poder del cielo y otro con el poder del infierno? - por supuesto que sabía cual era, desde que Helena me lo dijo esas palabras rondaron todo el tiempo por mi cabeza. - Según dice, fueron dos hermanos separados al nacer, la profecía puede no ser cierta.
- Las profecías siempre se cumplen, Casandra. Yo podría traer la destrucción a este mundo - me miró mordiéndose el labio con fuerza.
- ¿Crees que se trata de Alesandro y de ti?
- Sí.- suspiré, tratando de buscar una respuesta que me ayudara a hacerlo entrar en razón, pero solo pregunté.
- ¿Y si no es la correcta?
- No sabría si es o no es la correcta, pero todos dicen que se trata de mí ¿De quién más podría tratarse?
- No lo sé, pero podríamos averiguarlo, podríamos... no sé, hablar con tu padre, tal vez él...- me echó una mirada como diciéndome que estaba loca - Sé que no debe tener un aspecto paternal adecuado, pero...
- Mi padre me dejó ver el mundo cuando me escupió, Casandra. No tiene un aspecto paternal en ningún sentido, es un tirano.
- Lo sé, pero...
- Sé a lo que quieres llegar - dijo poniendo los ojos en blanco pero casi, casi esbozó una sonrisa - No puedo creer que después de todo lo que escuchaste solo pienses en querer ayudarme - sin previo aviso, acortó la poca distancia que nos separaba y tomó mis manos entre las suyas, besando así mis nudillos.
- ¿Qué haces? - hace unos minutos parecía estar a punto de enojarse, ahora solo era... romántico.
Me encantaba este chico, pero algún día iba a querer estrangularlo.
- Quiero que seas capaz de ver lo mucho que me he enamorado de ti.
- No sabía que los fantasmas podían ser poéticos.- se inclinó hacia mí con una sonrisa lobuna.
- Por ti puedo ser muchas cosas.
- Por supuesto, mi rey.- le di una pequeña reverencia, él me miró con sorpresa.- No creas que dejaré pasar por alto que me he enamorado del Dios del Inframundo.- le recriminé con una ceja alzada.
- Y yo me enamoré de una... tú - dijo con suspicacia, abrí la boca ofendida.
- Que romántico eres, Hades.- dije su nombre con énfasis, él puso los ojos en blanco con fastidio.
- ¿Cuándo dejarás de molestarme con eso?
Me encogí de hombros - Supongo que nunca.
- No puede ser - susurró cuando yo me separé de él.
- ¿Por eso querías que estuviera con Evan? - pregunté volviendo a la seriedad de la conversación. Me senté en la cama y más atrás, él se sentó conmigo.
- Si - me quedé allí sin apartar la mirada de sus hermosos ojos - Si llegabas a enamorarte de él, tal vez no tendrías que vivir las cosas que podrías vivir conmigo. Evan es un Dios de luz y yo... pues ya sabes.
- Nunca me preguntaste si me gustaba más la oscuridad o la luz del sol.
Enarcó una ceja - A nadie le gustan las sombras, Casandra.
- Podría acostumbrarme.- dije con una mano tocando mi barbilla.
- ¿Estás diciendo que...?
- Creo que siempre fuiste tú.- y al terminar de decirlo, sus labios estaban sobre los míos, tan cálidos y tan imponentes que parecía estar hambriento. Si alguien me viera en este momento, sabría que estaba ruborizada. Le correspondí el beso, tratando de dejar a un lado todos los problemas que implican que pudiéramos estar juntos, pensando en que tal vez este pudiera ser nuestro momento.
Sus manos se pusieron a cada lado de mi cabeza y sentí una corriente recorriendo mi cuerpo al acercarme más a él.