Amnesia capitulo I
Una combinación de olores entrando por mis fosas nasales me hizo reaccionar, trate de abrir los ojos, pero estos estaban tan pesados, aspire de nuevo, percatándome de los olores a medicamento que invadía la estancia en la que estaba.
Trate por segunda vez de abrir mis párpados, lográndolo. La falta de iluminación bloqueo por completo mi buena perspectiva de él lugar en él que estaba, lo único que lograba distinguir era él color blanco y un sonido rítmico que entraba por mis oídos.
Estoy en un hospital.
Trate de levantarme, pero mi cuerpo no respondía, no tenía la menor idea de cómo había llegado a aquella cama incomoda, las preguntas se instalaron por arte de magia en mi cabeza, haciendo que cada vez me sintiera más desesperada por saber la respuesta.
Me propuse él saber realmente donde estaba, mi vista había comenzado a rodar por la habitación, a mi derecha estaba aquel aparato ruidoso y a su lado un suero que no me había percatado estaba sujeto a mi brazo derecho.
Continúe barriendo la habitación hasta que di justo a mi izquierda con un sofá, pude ver la silueta de una persona acostada allí.
Él pánico comenzó a inundarme ¿quién era?, ¿qué hacía?, ¿qué quería?
Levante mi espalda de él colchón apoyando mi peso en mi mano sana, para de alguna manera reconocer a la silueta sin embargo me fue imposible.
Un dolor atravesó mi brazo izquierdo haciendo que él peso que estaba allí apoyado se fuese al frente cayendo de lleno en el piso. Él dolor fue lo primero que me invadió.
Él suero que tenía en mi mano se había salido y además de esto mi brazo había quedado doblado debajo de mi peso, y gracias a él dolor no podía moverme.
—Kare.... —murmuraron de la oscuridad, cuando alce la vista yo ya estaba siendo levantada y puesta de nuevo sobre la cama.
La silueta había tomado forma de un chico.
Él pánico seguía inundando mi sistema, la cara de Rinaldo apareció en mi cabeza justo cuando llegue a la cama.
No podía ver al chico en la oscuridad, solo podía ver como se encaminaba rápidamente a la salida de la habitación. Escanee cada parte de su cuerpo que podía ver, si él era como Rinaldo mas me valía conocerlo a detalle.
Él chico volteo hacia mí y sus ojos que gracias a la oscuridad no podía distinguir se fijaron en los míos mientras comenzaba a caminar hacia mi dirección.
—¿Estás bien Kare? —No me había percatado de que él sabía mi nombre, quería hablar para yo hacer las preguntas. Abrí la boca, pero nada salió de ella mi garganta estaba muy seca.
Él chico pareció percatarse, ya que comenzó a buscar con la mirada algo, justo arriba del buro de mi lado izquierdo había una botella de agua cerrada, que tomo de manera rápida, la abrió y me la tendió, apenas podía levantar la mano gracias al dolor.
Se acercó con la botella aun en mano y comenzó a darme traguitos, cuando sentí mi garganta mejor me dispuse a querer calmar mis nervios.
—¿Quién eres? —pregunte. Él chico abrió los ojos y me miro, a pesar de la oscuridad que había en la habitación pude ver como palideció de repente.
Un estruendo lo hizo voltear a la puerta, venían dos mujeres, una con bata blanca hasta abajo sosteniendo una libreta y la otra venía con una vestimenta característica de enfermera, una bata azul claro que le llegaba a la rodilla y el gorrito en la cabeza que nunca supe cómo se llamaban.
La primera mujer se puso frente a mí, y el chico se escabulló a la salida sin responder a mi pregunta.
—Hola Karenina, mi nombre es Betty —dijo la mujer con la libreta en mano, pude distinguir unas cuantas canas en su cabello cuando le puse más atención a su figura—. Soy tu doctora, tuviste un accidente de coche y estuviste en un estado inconsciente alrededor de dos semanas.
Abrí la boca, yo no recordaba nada de eso.
—Yo no recuerdo…—masculle. La mujer sonrió un poco, sin hacer que la sonrisa tocara sus ojos. De repente la duda me invadió—. ¿Quién es él chico? —La doctora Betty devolvió la mirada hacia la enfermera y se aclaró la garganta.
—¿Cuál es tu edad? —Soltó la doctora, ignorando mi pregunta.
—18 años —masculle—. ¿Quién es el chico? —pregunte de nuevo. Esta vez la mujer me miro.
—Tu edad es de 21 años —refuto la mujer, la mire con mala cara ¿a que estábamos jugando? —Perdiste la memoria. —La calma inundaba su rostro, nada que ver con cómo yo me sentía.