El sonido de la alarma programada desde la noche anterior hace que casi caiga de mi cama, la detestaba con todo mi ser y desde hacía ya un largo tiempo había dejado de colocar canciones como tono, ya que eso generaba un odio eterno hacía dicha canción.
Tal vez era un poco exagerada, pero prometo que no siempre.
Cuando estoy sentada en mi cama intentando terminar de despegar mis ojos del todo —para no volver a caer en las rienda de morfeo—, como un acto de inercia observo la hora desde el celular que está junto a mi mesita de luz, para darme cuenta que las seis en punto figura en este. De un salto estoy de pie e intento buscar la ropa por el desorden de mi cuarto.
Si, una de mis no tan buenas cualidades es el desorden. Pareciera que un tornado había pasado sobre mi habitación, un desorden total. Si contase las veces que mi madre viene a gritarme y querer obligarme a ordenar, acto seguido yo respondo que es mi desorden y que dentro del mismo yo me entiendo. Creo que a veces se olvida que ya tengo diecinueve años y que soy un ser independiente, que trabaja, estudia y no tiene tiempo.
—Mientras que vivías bajo mi techo seguirás mis ordenes— Chilla mi madre cada vez que le discrepo algo.
Ojala él vivir bajo su techo me salvase de ir a trabajar, pero ni siquiera el llegar tarde ya que luego me harían recuperar ese tiempo. No podía faltar, así el cielo cayera en pedazos debía de ir a cumplir con mis obligaciones y responsabilidades, tal cual me lo han repetido mis padres en el transcurso de mi vida.
¿Dónde estás? Menciono mientras busco mi uniforme como si esté me escuchase y saliera de su escondite.
Por allá en el fondo de una montanera de ropa sobre mi sofá veo como una parte de el se asoma. Lo tomo entre mis manos y me da ganas de llorar, está super arrugado y sé que mis padres me matarán si aparezco así.
Seis y cuarto de la mañana. Necesito plancharlo, corro hacía la habitación de mis padres quienes ya se han ido a la cafetería y comienzo a planchar mi uniforme hasta verlo en perfecto estado.
Mi celular vuelve a sonar y por un momento tuve el impulso de tomarlo y lanzarlo por la ventana, pero algo en mi me detuvo. Sinceramente no quería quedarme sin celular.
Desactivo las próximas cinco alarmas que tengo programadas antes de que el maldito sonido quisiera arruinar mi día, soy de esas personas que programa el despertador cada cinco a diez minutos para no dormirse.
El baño frente a mi habitación se encuentra desocupado, además de que mis padres se van a las seis a la cafetería también soy hija única, por lo que tomo una ducha sin ser interrumpida.
Estando lista para marcharme , por última vez veo mi reflejo en el espejo de la sala de estar y puedo ver las perfectas condiciones en las que se encuentra mi uniforme, lo que me causaría problemas el llevarlo desarreglado. El uniforme consiste en unos pantalones vaqueros con camisas blancas y arriba de esta un delantal rojo con blanco.
Trabajo en la cafetería que tienen mis padres y esta se localiza al lado derecho de nuestra casa, pero eso no me favorece en tener privilegios, en cambio conmigo son mucho más exigentes que con cualquier otro empleado.
Corro hacía la cafetería cuando veo que ya se aproximan las siete de la mañana, siete y media abrimos. Al llegar le doy un beso en la mejilla a mi madre mientras ella se encuentra sirviendo el desayuno, mi taza de café y mis medialunas de jamón y queso me producen más hambre mañanera que de costumbre, por lo que me siento en el taburete para poder desayunar sobre la barra. Se abre la puerta del costado por donde entramos y salimos los empleados y tras ella entra mi prima, quién junto a mi tiene su desayuno servido.
Mi prima y yo somos inseparables, es mi mejor amiga y con ella hablamos de todo. Ella es realmente hermosa y todos los chicos se lo hacen saber, probablemente yo sea linda también, pero mi actitud siempre aleja a los chicos de mí, muchas veces suelo ser lo que llaman rara y aunque nos parezcamos en muchas cosas, ella siempre me ganara en cuanto a belleza se hable.
El "buenos días" de Zach me hace sobresaltar y lo veo caminar hacía nosotras con una sonrisa. Él es mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, vive frente a casa por lo que hemos pasado mucho tiempo juntos. Es como el hermano que nunca tuve, y para mis padres es como un hijo.
En mis días malos, esos que no quieres ver a nadie y sientes desvanecer lentamente tu mundo, aparece Zach y me hace sentir mejor, me hace reír y olvidarme totalmente de mis problemas, es la única persona que lo logra.
Diez minutos después los tres llevamos hasta la cocina las tazas y platos sucios en donde luego nos llevaríamos una gran rezongo de Esther cuando llegue dentro de media hora, pero que se le pasaría dándole un abrazo y diciéndole cual importante es para nosotros, ella se ríe y luego nos abraza diciendo que somos sus chicos preferidos en el mundo.
Al salir de la cocina vemos como mi madre abre la puerta y tras ella comienza a llenarse el lugar poco a poco, algunas caras nuevas y muchas de siempre.
Zach ocupa su lugar tras el mostrador, él junto a mi madre son quienes se encargan atender a las personas que optan por sentarse en la barra, y de dejarnos las bandejas listas para ser entregadas, con mi prima Allison o Lucy —otra empleadas— las retiramos y servimos en las mesas.
Detrás de todo, por la cocina en donde nadie los ve junto a Esther también está mi padre junto a Tyler que son los chef del lugar.
* * *
—Cam el pedido de la mesa cinco se encuentra listo—Zach grita para que le escuche y voy a retirarlo, son las once y media del mediodía y aún me quedan algunas horas más de trabajo.
—Ya, mesa diez—digo mientras le entrego la hoja con una nueva orden que segundos antes le había tomado a una señora. Tomo con ambas manos la bandeja que frente a mí tenía, mientras observo a Zach darse la vuelta para colocar el pedido en una canasta en donde los cocineros retiran las ordenes.