Amo de la seducción

CAPÍTULO 1

Sofía

Es de noche, las luces cálidas de la sala se derraman sobre la mesa de madera donde dos tazas de café esperan a ser tomadas. Tengo el cabello un poco desordenado por la brisa que entra del balcón, he estado mirando a través de la ventana hacia la calle mojada por un buen rato, organizando mis ideas.

Mi amiga Danielle se acomoda en el sofá contiguo, ajustándose una bufanda que no parece necesitar, pero que de algún modo encaja con la atmósfera tranquila de mi casa. Nos conocemos de toda la vida y en este momento, es la única persona en la que puedo confiar ya que estoy lejos de mi familia.

La realidad es que emigré hace años a Portland por una oportunidad laboral y desde que me fuí, no he podido ir a visitarlos nuevamente a Caracas.

—¿Qué te pasa Sofía? Últimamente has estado bastante rara —pregunta la castaña con evidente preocupación.

Suspiro, dejándome caer en el respaldo del sillón, mis manos rodean la taza como si la tibieza pudiese darme el valor que necesito para contarle cómo me he estado sintiendo.

—Estoy agotada, Dani, ya no siento que John me ame —le confieso—. Es como si la llama se hubiese apagado. Antes éramos dos faros que se encontraban al final del día. Pero ahora es silencio la mayor parte del tiempo. Y cuando hablamos, es breve con sus respuestas.

Inclina la cabeza y asiente, sin dar órdenes, solo invitandome a continuar con mis palabras.

—La última semana ha sido un tira y afloje de palabras cortantes y silencios que duran más que cualquier explicación. Me pregunto si es que ya no quiere estar conmigo, o si simplemente está pasando por alguna situación en su vida que desconozca.

—¿Has hablado con él cara a cara?

—Hemos tratado, sí. Pero cada intento termina en discusiones que no parecen tener fin. Me dice que estoy pidiendo demasiado, que no entiende porqué me siento así. Y yo… yo solo quiero sentir que seguimos el mismo rumbo, que nada está perdido.

Ella deja escapar una risa suave, que parece contener un coro de certezas ajenas a la situación.

—¿Y si alguien te ayudara a abrir ese canal de comunicación de una manera que no sea confrontativa?

La miro, intrigada por su sugerencia.

—¿Quién podría ayudarme en algo como esto? —indago con exceptisismo.

—Angelo Giustiniani —pronuncia—. Muchos lo conocen como el amo de la seducción.

—¿Qué hace exactamente? —pregunto, tratando de imaginar la vida de esa persona como para tener ese apodo tan peculiar.

—No es un médico, ni un psicólogo de clínica. Es alguien que acompaña a las personas a mirar sus relaciones sin esquemas, ni culpas. Te enseña a entender qué están buscando en verdad y qué miedo está impidiendo que esa verdad salga. Es bueno para ayudar a otros a recuperar lo que creían perdido, o a descubrir que tal vez lo que buscaban no era lo que creían.

—¿Y crees que podría ayudarme?

Sonríe con una mezcla de ternura y determinación, dándome luz verde.

—Completamente, es un viejo amigo mío, me ayudó en el pasado.

—¿Qué tendría que hacer?

—Acudir a su local, estoy segura de que te atenderá sin ningún problema.

—¿Podrías acompañarme mañana? —pregunto con una mezcla de esperanza y timidez.

La castaña estira las piernas y abre la boca tras tomar un sorbo del café que he preparado para ambas.

—Me encantaría, pero tengo cita para terminar de hacer los últimos ajustes de mi vestido de novia, no sé cuanto vaya a tardarme. Pero no te preocupes, me comunicaré con él para que pueda recibirte.

—¿En serio? —la miro como si no pudiese creer lo que está contándome— ¡Muchas gracias Dani, no se que haría sin ti!

—Luego me cuentas como te fue —termina de tomar lo que queda en la taza y tras levantarse no tarda en recoger sus cosas—. Debo marcharme, mi prometido está esperando por mí, te enviaré la ubicación de Angelo en lo que llegue a casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.