Amo de la seducción

CAPÍTULO 2

Sofía

La lluvia golpea las ventanas con una paciencia renuente, el mundo parece reducirse a una lista de preguntas sin respuestas.

Cuando Danielle me habló sobre Angelo, me lo imaginé en un consultorio repleto de paredes blancas, no en un club nocturno abarrotado de gente y a punto de reventar.

Dios, ni siquiera debería estar en este lugar.

Miro el reloj con preocupación, apenas son las nueve de la noche y no veo rastros de su presencia, por suerte pude costear la entrada a este sitio, no es nada barata, pero la situación lo amerita. Con las manos temblorosas, aprieto mi cartera de cuero, como si eso pudiese reconfortarme de alguna manera.

No soy de frecuentar este tipo de sitios, pero todo sea por recuperar mi relación antes que se desmorone por completo.

No me imagino lejos de John después de todo lo que hemos vivido juntos.

La puerta se abre con un tintineo suave y entonces lo veo, un hombre de piel ligeramente bronceada, tiene el cabello oscuro, y una presencia que no necesita gritar para hacerse notar. Sus ojos grises profundos me evalúan con la objetividad de quien ya ha visto demasiadas cosas en la vida.

En vez de estar en traje, tiene una camisa a medio abotonar color blanca que resalta el contraste en su tono de piel y jeans oscuros que le quedan como un guante.

—Sofía ¿verdad? —pregunta, extendiendo una mano que no tiembla en absoluto.

—Sí —respondo con firmeza, sintiendo un nudo en el estómago.— Soy Sofía Barazarte.

—Un placer conocerla.

Es a primera vista, el tipo de hombre que podría convertir la palabra «problema» en un plan de acción por el aire de confianza que transmite.

Nos sentamos frente a frente en el sofá, con la mesa entre nosotros, dividiéndonos, estamos en un área apartada de lo que comprende la fiesta, solo el cubículo en la segunda planta nos separa de la multitud de personas bailando y pasándola bien.

—Antes de empezar, quiero aclarar dos cosas —dice Angelo, jugando con el borde de una servilleta—. Uno: lo que voy a hacer no es magia; es estrategia y sobre todo, una estructura de acciones que debemos acordar, medir y reevaluar cada semana. Dos: en teoría, me estás contratando para salvar tu relación. Pero si en algún momento el objetivo cambia, me lo dices y reajustamos. Sin dramas.

Asiento, sabiendo que cada palabra pesa más de lo que parece. No es que no quiera creer en la posibilidad de terminar, simplemente la idea me asfixia por dentro.

¡No puedo echar a la basura cinco años!

—Así es, quiero recuperar mi relación —digo, y la palabra «recuperar» deja una nota áspera en el aire—. Pero si hay algo que no pueda resultar, espero que me lo digas.

El inclina ligeramente la cabeza, no por superioridad sino por una curiosa exactitud que me hace volar la mente cuando se sirve un trago, el me convida y yo me abstengo.

—Podemos empezar por entender qué significado tiene para ti recuperar tu relación. ¿Qué quieres que cambie para que todo mejore?

La pregunta me toma por sorpresa.

—Quiero que volvamos a conectar, que me vea como la mujer de su vida—respondo con sinceridad—. No soporto esta frialdad que nos arropa cada día.

Angelo toma notas en la tablet que ha traído consigo, apenas moviendo el lápiz sobre la pantalla táctil. Sus gestos son medidos, como si cada movimiento estuviese coreografiado para evitar errores.

—Vamos a diseñar una secuencia de encuentros y mensajes que pueda despertar la pasión entre ambos. Te prometo un plan que podamos medir. Si falla, lo corregimos. Si funciona, seguimos.

—Perfecto.

—Quiero que cada encuentro te dé una señal de que tiene interés en ti y que cada señal sea real, no una ilusión que tú misma te crees —explica el con una seguridad que parece venir de años de experiencia.

—¿Entonces qué debo hacer exactamente?

—Las herramientas te las daré en nuestra próxima sesión, por ahora necesito conocer bien tus límites y saber qué es lo que estás dispuesta a hacer para que funcione —musita con sus ojos fijos en los míos— ¿Usas ropa interior de abuelita?

Siento un hueco en el estómago al escuchar lo que acaba de preguntarme sin pena alguna.

—¿Qué tiene que ver eso?

—Mucho en realidad —relame sus labios esculpidos—. La monotonía es una de las primeras cosas que puede matar una relación de pareja.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.