Sofía
La noche anterior ha cambiado toda mis perspectivas respecto a mi dinámica romántica con John.
Quizá Angelo tenga razón en lo que dice, es hora de dar de mas para que esto funcione.
A media mañana, un mensaje breve llega a mi correo cuando estoy ocupada en mi oficina ajustando los últimos detalles de uno de mis diseños arquitectónicos.
Abro la ventana y me concentro en leer lo que parece en la pantalla de la computadora.
Señorita Barazarte, ¿puede pasar por la oficina ahora mismo?
Lilly Goodrem, jefa de recursos humanos de Sky Group.
Con una mezcla de curiosidad y miedo, me dirijo a la pequeña sala donde las paredes guardan ecos de reuniones que ya eran historia.
La puerta se cierra con un clic que tiene más peso del que debería, entonces me siento frente a Lily para escuchar lo que tiene que decirme.
—Buen día, aquí estoy. ¿Qué sucede?
—Quería hablar contigo de algo importante —inicia con seriedad, nunca antes la había visto así —. Se trata de una restructuración en la empresa, cambios que afectan a varios departamentos. Lamentablemente, tu puesto ya no es necesario a partir de hoy.
Cada sílaba cae en el silencio, cortando sin anestesia.
Siento un vacío en el estómago y una sensación de falta de aire que llega sin avisar tras una especie de asombro que no alcanza a convertirse en rabia ni en tristeza, como si la habitación se desdoblase por segundos, como si hubiesen dos yo, una que entiende la situación y otra que no quiere aceptarla.
Definitivamente no quiero aceptarla, ¡mi familia depende de mí!
—Te daremos una compensación por el tiempo que tuviste trabajando en Sky Group —continúa con gesto profesional, como si estuviese leyendo un libreto aprendido desde hace días.
—Esto debe ser un error, no puedo perder mi trabajo, yo...
—Te facilitaremos el paquete de salida y las indicaciones para recoger tus cosas. Si necesitas cartas de recomendación o apoyo para la búsqueda de otro empleo, podemos gestionarlo.
No es la primera vez que pierdo un empleo, pero sí es la primera vez que una decisión así me golpea con tanta frialdad.
—¿Cómo pueden echar a la basura mi desempeño en esta empresa?
—Lo siento Sofía, pero son ordenes del jefe, no hay nada que pueda hacer para ayudarte, me hubiese gustado que siguieras en el equipo.
La firma de la carta queda frente a mi, impresa en papel blanco que sabe a desilusión. No leo cada palabra a detalle, dejo que mis ojos recorran la última línea, la que quizá dice cuanto tiempo tengo para empacar y poder cerrar este capítulo en mi vida, no necesito más letras para entender: Mis días, mi esfuerzo y mi papel en esta historia han terminado.
El silencio que sigue es raro, ni gritos, ni llantos, solo una ausencia que parece hacerse mas pesada en el aire. Cuando al fin alzo la vista, veo que Lilly está esperando sin animos, con esa piedad de toda una profesional que a veces duele.
Tras firmar el documento voy directo a la oficina a recoger mis pertenencias, da igual que siga aquí en los próximos tres dias si igual terminaré afuera, así que recojo mis cosas del escritorio. Una taza vacía que parece un recuerdo de todas las reuniones, una libreta con notas que ahora se siente ajena y la foto enmarcada de mi equipo de trabajo.
Al salir de la empresa en busca de aire fresco, el mundo continua como si nada, el sol golpea las ventanas con una claridad que parece cruel, iluminando las sombras de su chaqueta y el nombre de mi cargo en la tarjeta que aún llevo en la solapa.
«Despedida» la palabra que antes había estado evuelta en eufemismo ahora es parte de mi realidad.
Mi teléfono vibra, alertandome que he recibido un e-mail en mi bandeja de entrada, lo abro y me topo con el nombre de Angelo Giustiniani junto a un archivo adjunto que me hace temblar las piernas.