Amo de la seducción

CAPÍTULO 5

Sofía

Una vez en casa, estoy en mi cama con la laptop encima de mis piernas, luchando porque los nervios no me coman. La habitación está en penumbras, apenas iluminada por la pantalla de la portatil mientras escucho el murmullo de la ciudad.

Entonces abro el archivo cifrado con una contraseña especial que me ha indicado Angelo, lo que leo a continuación me deja helada. Entre las líneas, destacan varias reglas; algunas suenan prácticas, otras, casi imposibles. Voy leyendo despacio para que ninguna instrucción se escape sin ser entendida.

- Regla 1: El sitio de encuentro será en El Santuario, no te preocupes por la invitación, lo tengo todo cubierto.

«El Santuario»

Repito en voz baja, no es un templo real, sino un lugar simbólico en el que quizá haya espacio para un giro distinto por sus luces cálidas y buena música.

Continúo leyendo lo demás.

- Regla 2: Manten la conversación enfocada en temas ligeros y positivos; evita discusiones que arruinen la noche.
- Regla 3: No uses el teléfono durante la cita.
- Regla 4: Si surge un tema sensible, responde con empatía y sin juicios, que la conversación no se convierta en un campo de batalla.
- Regla 5: Sé coqueta, utiliza tus atributos pero no cedas tan rápido. A los hombres nos gustan los desafíos.

Mi primer impulso es mirar alrededor como si alguien pudiese estar escuchando detrás de la puerta. Me siento expuesta, nerviosa, la sangre me sube a las mejillas y aparece ese rubor cuando se que estoy a punto de enfrentarme a algo importante.

De repente, siento unos golpecitos contra la puerta principal.

—¿Quién podría ser a esta hora? —pienso, intentando ordenar las ideas en mi cabeza. Me acomodo el cabello detrás de la oreja, me muerdo levemente el labio, con una respiración contenida, me acerco a la entrada.

La mirilla deja ver a un repartidor de aspecto cansado y una caja de cartón mediana que lleva en sus brazos. El hombre levanta la vista, me entrega una pequeña tarjeta cuando abro la puerta.
—Tiene que firmar aquí, señorita —dice con una sonrisa de quien ya está acostumbrado a estas entregas.

—¿Quién envía?

—El señor Giustiniani.

—Oh, cierto...

Finjo haber esperado este paquete y hago lo que pide con una letra temblorosa, temiendo que ese simple gesto deje ver lo ansiosa que estoy.

No tengo idea de como supo mi dirección... Seguramente se la ha pedido a Dani.

—Gracias, que tenga buen día.

—Igualmente.

Con la respiración aún acelerada, llevo la caja a la mesa, quito el sello con una delicadeza algo torpe, como si cada nudo guardase un secreto. Dentro encontró una tarjeta, cuidadosamente escrita, acompañada de objetos que parecen haber sido escogidos con precisión.

Entre las cosas, hay una pequeña nota doblada que se distingue por su caligrafía personal

Confía en ti, no prometas perfección, prométete ser tú misma.
¿Recuerdas lo que hablamos?
Para usar un buen outfit debes vestir algo lindo debajo, así que pensé en que esto te ayudaría a sentirte como una diosa y apuesto a que él no podrá quitar sus ojos de ti esta noche cuando lo invites a bailar.

Me quedo pasmada al saber que no solo me ha enviado ropa, sino también lenceria para la ocasión.

Oh Dios, ¿cuánto dinero le tendré que pagar por esto?

No puedo permitirme gastar en lujos ahora que estoy desempleada.

Observo la blusa de satén color marfil con dobladillos delicados, una falda corta negra por encima de las rodillas y zapatos de tacón sencillos para no llamar la atención de forma excesiva. Por otra parte, el conjunto que ha escogido es un sujetador de encaje beige, una braguita a juego de corte clásico y suave al tacto en combinación con medias finas que añaden un toque de elegancia.

Un pensamiento cruza por mi cabeza y no puedo evitar pensar en Angelo escogiendo esto para mí.




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