Sofía
Aún sigo conmocionada por haberme topado con ese desconocido, pero debo concentrarme y recordar porqué estoy aquí.
John, avanza hacia la pista de baile tras separarse de sus amigos con esa mezcla de torpeza contenida, lleva la chaqueta oscura que tanto me gusta y puedo apostar que hoy se ve más encantador de lo habitual. Una chica se acerca a él, pero este la esquiva, por lo que va directo hacia una mesa llena de aperitivos y bebidas.
Aún a distancia, lo reconozco. La piel se me eriza y, trato de relajarne y de no verme tan ansiosa, como si no estuviese esperando este mismo momento desde hace tiempo.
Sus ojos se iluminan cuando se da cuenta de que estoy aquí, primero me detalla con sorpresa, después cambia su expresión por un gesto más relajado, como si tuviese todo bajo control.
—Sofía —dice con la voz baja, temiendo de romper el instante tan fugaz.
Sonrío y doy un paso hacia él sin dejar de mirarlo.
—Hola John.
—¿Qué haces aquí? —indaga, aunque la pregunta viene más de la curiosidad que de la necesidad de saber en que he estado estos últimas semanas.
—Estoy esperando a unas amigas, pero parece que me van a dejar plantada…
—Me sorprende que estés en un sitio como este, no eres de salir a fiestas.
—Siempre hay una primera vez para todo —le guiño un ojo— ¿Cómo has estado?
—Bien, no me quejo...aunque te he extrañado, lamento mi conducta la última vez que hablamos.
—Lo importante es que estamos aquí, me alegra verte y me gustaria que dialoguemos en un sitio más tranquilo en otra oportunidad.
—Estás hermosa.
—Gracias, tu igual estás muy guapo esta noche.
—¿Qué tal el trabajo? He visto por televisión la edificación de nuevos proyectos.
Me muerdo los labios al escuchar la pregunta, así que tengo que fingir que todo está bien y que no soy una mujer desempleada.
—Muy ajetreado, pero estoy conforme con los resultados.
Mi novio da otro paso, y es suficiente para entender que debo realizar el siguiente movimiento, no decimos nada más, nuestras miradas, respiraciones que se sincronizan, la promesa muda de que, a partir de este segundo, todo podría volverse sencillo.
Entonces, con un gesto apenas notable, la música asume su papel, no es una pieza solemne ni una balada extrema, es una melodía de fondo, el tipo de canción que se cuela en la memoria y se queda para recordar la pasión entre dos emamorados, dejo que su cuerpo responda a la invitación de mi baile. Sus movimientos no son perfectos ni coreografiados, simplemente son honestos, espontáneos que me hacen mover mi cuerpo con energía hasta que una figura masculina se queda parada observándonos con una mueca de desagrado.
—Debo regresar con mis amigos —murmura en mi oído para que pueda escucharle—. Lamento no poder invitarte, pero estamos en medio de una reunión de negocios con álguien muy importante.
—¿En un club nocturno?
—Sé que suena descabellado y poco creíble, pero hay personas que quieren firmar contratos en un sitio relajante y no con un ridículo traje de oficina —agrega—. Sabes lo mucho que he querido ascender, esta es la oportunidad para hacerlo.
—Lo entiendo y valoro tu éxito —musito, sintiendo un escalofrío al percibir su aliento cerca de mi piel, mientras lo miro fijamente a los ojos—, siempre has sido ambicioso y trabajador, no te preocupes por mí.
Da media vuelta para regresar con los suyos sin dar tiempo a reacciones ni pensamientos claros de mi parte. De pronto, me encuentro envuelta en una marea de colores, movimientos y sonidos que me arrebatan momentáneamente de las miradas intensas de los demás, los destellos de la pista empiezan a confundirme con mi propio estado de alerta.
Mi teléfono suena y mi corazón se acelera como loco.
Es mi madre.