Amo de la seducción

CAPÍTULO 8

Sofía

«Hija, llámame cuando puedas» dice el mensaje apenas lo abro.

Siempre es igual, el ambiente está cargado de una urgencia que parece no poder contenerse por más que no trate de pensar en lo peor. La llamada llega cuando el DJ ha cambiado de canción y el club, por un instante, deja de sentirse infinito, así que muevo mis piernas tan rápido como puedo, sosteniendo el teléfono como si fuese un lo más preciado que tengo.
Me encierro en el baño de damas, el lavabo, con el agua que gotea suave, parece sostenerme en medio de este caos. Me miro en el espejo, incluso en mi reflejo puedo notar lo lamentable que soy.

Enojo, culpa, esperanza, miedo.

Dios mio, no puedo creer que esté temblando en este preciso instante.

Me lavo las manos como si quisiera atravesarme la piel, tras secarlas, decido realizar la llamada.

—Mamá —digo al abrir la boca, la voz me sale en un hilo, temiendo lo peor—. ¿Qué pasa?

—Es tu hermano, necesita un transplante de riñón. El médico dice que la causa ya no se sostiene por sí sola, que cada día que pasa es un día más corto para él —el tono de mi madre, es seco y agotado.

Siento como el mundo se desmorona, no es una noticia que pudiese absorber de golpe cuando hay mucho que asimilar: Citas médicas, listas de espera, la sombra de una operación y lo más importante...

Un donante.

—¿Cómo está hoy? —pregunto, tratando de no temblar y de sonar lo más tranquila posible, aunque mi pecho vaya quedándose sin aire.

—Sigue débil, desde ayer no ha comido casi nada. Tu padre está agotado, quieren que yo tome una decisión rápida, pero no se trata de decidir por él, se trata de salvarle la vida —solloza a través de la otra linea— Es duro, Sofía. Es duro y el miedo no se va.

—No creí que el cuadro de mi hermano avanzara tan rápido, pensé que mejoraría con los tratamientos que he costeado todo este tiempo.

—Ha soportado mucho, es un chico muy valiente, pero puedo ver la tristeza en sus ojos, ya está cansado.

—¿Cómo se sabe si álguien es compatible para ser un donante?

—Tendría que someterse a una serie de pruebas, ya tu padre y yo lo hicimos pero no somos compatibles.

No es una decisión fácil ni para el que dona ni para el que recibe. Es una prueba de amor, de responsabilidad.

Trago saliva.

Cada frase hace que las paredes del club se vuelvan más delgada, más fácil de atravesar.

—Yo… quiero ayudar, mamá. Haré lo que haga falta. Hablaré con el hospital, buscaré datos, lo que sea —pronuncio con una convicción que suena a promesa y a miedo, a la vez.

—Gracias, cariño. Créeme que eres lo único que nos mantiene a flote ahora mismo, te extrañamos un montón, pero sé que estás cumpliendo tus sueños, trabajando en lo que siempre quisiste.

—Si... Mandale saludos a Sebastian de mi parte, dile que lo amo y que haré hasta lo último por verlo sonreir de nuevo.

La llamada termina, por lo que me permito sacar a flote mis sentimientos sin importar lo que otros puedan pensar, estoy en una situación muy cruel.

Mi hermano está debatiéndose entre la vida y la muerte, no tengo un empleo para poder seguir costeando sus gastos médicos. Un transplante puede llegar costar miles de dolares, sobretodo en Venezuela, dónde puedes pasar años en una lista de espera sin éxito alguno. En el club, la gente sigue bailando como si nada.

Si, puede que estés en tu peor momento, que te sientas de lo peor, sin embargo, el mundo seguirá girando como siempre, no va a detenerse por nada, ni nadie, eso es un hecho.

Algunas parejas se acercan, se abrazaban, perdiendose en la música, mi idea es volver a la pista, buscar el consuelo en este sitio fugaz, pero algo en mi interior me dice que el silencio también es un refugio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.