Amo de la seducción

CAPÍTULO 14

Sofía

El club vibra con una música que parece tragarse las palabras. Estoy frente a él, con la mirada fija en sus labios tras escuchar del pasado pesando en la lengua, y logró ver en su interior un océano que no sabía si entendería nadie.

—Hace años, Vince y yo éramos compañeros de proyecto. No éramos inseparables, pero teníamos una visión parecida: convertir esa pequeña empresa en algo que valiera la pena. Por aquel entonces yo creía en los acuerdos, en la confianza, en la palabra dada. El era carismático, convincente, y sabía cómo hacerse oír. Pero maquinó algo que cambió todo.

Me quedo en silencio, y él continua, con la voz más clara a medida que el recuerdo se vuelve tangible.

—Forjó documentos. Manipuló firmas, vendió una parte de nuestras acciones a un tercero sin que yo supiera —explica lleno de indignación—. Dijo que era para proteger la compañía, que era una salida estratégica. Pero todo era una trampa para despojarme de lo que era mío, para convertir mi parte en una deuda que él podría sostener y yo no. Lo que siguió fue un desplome, creo una campaña de desprestigio, hizo correr rumores sobre mala gestión, sobre una supuesta malversación que nunca existió, solo para encubrir su traición. Al final, la empresa cayó, y con ella mi reputación.

Asiento con lentitud, su rostro se enturbia y luego se relaja, como si aceptase un peso que solo ahora tenía nombre.

—Lo siento, Angelo —musito suavemente—. Debió ser devastador.

—Lo fue. Pero hay más —continua con una mezcla de rabia.— Vince no solo destruyó la empresa, me dejó con deudas y en medio de eso, perdí a gente que significaba mucho para mí. No fue solo dinero, fue la confianza, fue la posibilidad de creer en algo sin que me traicionaran por la espalda.

El silencio reina de nuevo a entre nosotros, dejo escapar un suspiro, buscando un gesto que me mantenga en la realidad.

—Lo que te hizo estuvo mal —agrego, perdiéndome en su mirada y en el ritmo de su respiración—. Estoy de tu lado en esto.

—Prométeme que por nada del mundo dejarás que te manipule. Por favor, prométemelo Sofía.

—Lo prometo.

Evaluo su rostro y sello el pacto con mi palabra, no puedo creer como una persona como Vince pueda convertirse en presidente algún día cuando tiene todo ese historial.

Así es la política en general, sucia y peligrosa.

—Deberías irte a casa, seguiré enviando material a tu correo. Te acompañaré afuera.

—Gracias.

Las luces neón proyectan halos sobre el asfalto mojado por la lluvia reciente, y el bullicio se transforma en un murmullo lejano. El aire olía a lluvia fría, a metal y a promesas nuevas. Caminamos juntos entre la multitud, sin prisa, como dos personas que ya han contado lo suficiente para entender que la noche podría convertirse en un nuevo inicio o en un nuevo abismo, depende de lo que decidamos hacer a partir de este punto.

—El dinero ya debe estar en tu cuenta de banco, es solo un adelanto de lo que vendrá.

Le sonrío ligeramente, agradecida por el ofrecimiento y, al mismo tiempo, consciente de que este será más que un reto.

Mientras cruzaban la calle, un Audi negro detiene su marcha en una curva cercana. La puerta trasera se abre con un susurro y una mujer sale de él. Debe tener alrededor de cincuenta años, piel tostada por el sol, cabello rubio cuidadosamente recogido, vestimenta elegante pero discreta, el abrigo ligero que lleva puesto le queda hecho a la medida. Sus movimientos son relajados, seguros, se acerca a nosotros con una sonrisa que parece saber mucho de todo, y cuando llega lo bastante cerca para ser escuchada.

—Angelo —dijo, y su tono era cálido, como si estuviera saliendo de un sueño—. Hace años que no nos vemos, pero sabía que te encontraría en algún lugar entre la música y las sombras.

Angelo reaccionó con sorpresa, una mezcla de incredulidad y una extraña aliada en el pecho.

—Jennifer —responde, nombrándola con un timbre que no sé distinguir si es de alegría o cautela —¿Qué haces aquí?

Ríe con complicidad y me observa con una atención que parece medirme sin palabras.

—Vine por ti, pero veo que tienes compañía. Es bueno ver que la gente no se pierde del todo cuando el mundo se desarma.

Me quedo recorriéndola con la mirada sin esconder una chispa de sorpresa en mis ojos.




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