Sofía
La camioneta avanza por la ciudad mientras estoy sentada en el asiento trasero, revisando distraídamente mi teléfono, buscando una respuesta de John en las notificaciones.
Llevo varios días sin saber de él, así que le he invitado a vernos esta misma noche si es posible.
El chofer mantiene una conversación mínima, suficiente para que el silencio se vuelva cómodo.
—¿Estas lista, Sofía? —pregunta, manteniendo la voz neutra.
Levanto la vista y arqueo una ceja, intuyendo que hay algo más.
— Sí. Dicen que es un traslado temporal, ¿no? Solo necesito saber qué voy a encontrar en ese apartamento.
—Un hogar cómodo, señorita. El señor Giustiniani ha escogido el mejor para usted —sonríe con una amabilidad que me deja despreocupada.
Durante el trayecto, observo los edificios de pisos impecables, las fachadas limpias y el leve murmullo de la ciudad que me, pero mi mente no consigue aquietarse.
Hay dudas que no quiero admitir, temores que finjo dejar fuera y una curiosidad que golpea suavemente como una ola.
El chofer se baja conmigo frente al edificio de lujo, un torreón de cristal que parece sostener el cielo con una sola mano. Las puertas automáticas se deslizan con un susurro.
El vestíbulo nos recibe con un aire de hotel cinco estrellas: paredes de mármol, iluminación cálida y un silencio que parece medir cada paso.
—Aquí es ¿Necesita ayuda para las maletas? —pregunta un botones que aparece de la nada, con una sonrisa bien entrenada.
Niego con la cabeza, agradecida por la minucia, avanzo hacia el ascensor. El lobby tiene un olor a cera y a limonada fresca, cada detalle parece haber sido elegido para hacerme dudar menos de esta decisión.
En la planta alta, Malcolm inserta la llave y la puerta se abre de par en par, dejando ver una casa, amplia, luminosa, con ventanales que ofrecen una vista que parece derretirse en el horizonte, extendiéndose como un mapa abierto ante mis ojos.
Muebles sobrios, colores neutros junto a una vibra de calma.
Cierro la puerta detrás de mi, respirando hondo. Malcolm me ayuda a levantar el maletín para dejarlo sobre una de las mesas.
—Bienvenida a tu nuevo hogar, Sofía —dice, extendiendo la mano para presentarme una especie de protocolo de cortesía.
Su voz tiene ese tono cálido que paternal, de protección, es un señor de unos cincuenta años aproximadamente, sus canas y las arrugas en sus ojos lo delatan.
—Gracias, es un lugar hermoso —sueño firme, aunque en mi interior la pregunta más grande es si podré adaptarme y moldearme a lo que Angelo quiere que sea para lograr su objetivo.
—Seré su chofer designado a partir de hoy, solo llámeme y estaré aquí para llevarla a donde sea.
—¿No puedo usar mi auto?
—No lo veo convincente, recuerde que ahora comenzará a codearse con personas influyentes, deben ver que es una mujer que pertenece al mismo entorno y su auto claramente no lo es.
—Puede que mi auto sea viejo, pero al menos no me ha dejado a mitad de camino.
—¿Algo más que deba saber?
—Todo está equipado, ya hay comida en la despensa, ropa nueva, productos de belleza, etc. Vendrá a verla esta tarde para finiquitar algunos asuntos.
—Muchas gracias Malcolm, ya puedes retirarte.
—Hasta pronto, señorita.
Camino por el salón, toco ligeramente el marco de la ventana y dejo que la vista me ofrezca un espejo de lo que puedo llegar a ser. Mi anterior piso no estaba en una zona de mala muerte, sin embargo, este sitio es totalmente de ensueño.
En ese momento, una parte en mi interior se mueve con una mezcla de miedo y emoción, miedo a perder lo poco que tengo, emoción ante la posibilidad de poder salvar a mi hermano de morir en una cama de hospital.
Exploro los alrededores, incluso el clóset personalizado con gustos más refinados en cuanto a moda, me quedo boquiabierta al ver la selección de prendas que ha escogido para mi, desde brasieres deportivos, hasta lencería de algodón y encaje.
Mi corazón se acelera al escuchar pisadas detrás de mí y una voz inconfundible que me deja estática cuando impacta contra mi oído.