—Imagine todo lo que podría hacer con este dineral, doctora. Sé que lo disfrutará.
¿En verdad? ¿Es así de fácil?
Es justo lo que necesito. Es decir, una cantidad suficiente de dinero para retirarlo y luego huir, esconderme en un recóndito lugar del planeta tras haber dado luz revelando la verdad.
Un momento, no quiero vivir escondida.
Tampoco quiero vivir huyendo.
Mi deseo como investigadora es encontrar la verdad de los hechos, difundirla y colaborar a toda la población con tales hallazgos. No obstante, el precio del poder parecer ser tu propia capacidad creativa ya que deja de estar limitada y al servicio de los demás.
Observo a la mujer.
Observo el cheque.
Mis manos están tan cerca de poder tomarlo, serían dos cosas al mismo tiempo de la buena manera: dinero suficiente para vivir de manera holgada toda la vida y también hacer un aporte al mundo desde mi carrera como científica.
Sin que nada pueda darme la certeza de que todo vaya a estar bien, del mismo modo que no tengo la certeza ahora mismo de que ella… Oh, rayos.
—Permiso, por favor—digo, alejando mis manos del cheque e intento evadir a la reportera, pasando por su izquierda.
—Doctora, ¿en serio piensa rechazar esta oferta?
—Lo siento, necesito salir de aquí.
Este es un lugar sumamente exclusivo.
Una reportera cualquiera no se puede filtrar en este lugar.
Un medio masivo tan grande como ese no actuará sin ningún interés, sea del medio o sea de la mujer, si es que la mujer no es una farsante.
—Es una oportunidad única en la vida, ¿imagina todo lo que puede hacer con millones de dólares, doctora Mercy?
—Entonces tómalo tú—le digo, tratando de evadirla, pero se vuelva a anteponer delante de mí. En sus ojos hay odio, no me quiere dejar salir—. ¡Hazte a un lado!
—Baja la voz, perra. Toma este bendito cheque y dime todo lo que tengas para decir, claro está que ocultas algo.
—¡Muévete! ¡AYUDA, POR FAVOR!
Ella me empuja y doy un paso hacia atrás.
—¡Cállate!—. Parece estar mordiendo cada letra—. ¡Nadie va a ayudarte!
Intento evadirla por el lado contrario, pero ella le pasa seguro a la puerta del baño.
—Piénselo, doctora. Piénselo bien.
Me vuelvo a ella y fría como el hielo le sacudo la cara de una bofetada que termina por arrojarla contra la pared.
Me queda ardiendo la mano. Ella se afirma de la pared para no darse contra el suelo y se vuelve a mí, enojada.
Ahora que sí he quedado contra la puerta le quito el seguro y salgo corriendo de aquí.
—¡¡AYUDA, POR FAVOR!! ¡¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!!
Un guardia de seguridad se aparece corriendo por el pasillo. Identifico que se trata de la guarda privada exclusiva de la Agenda 2030.
—¡Doctora! ¿Qué sucede?
—Una mujer me increpó en el baño. ¡No me dejaba salir!
Él pone un comunicado por auricular y otro de los seguratas se aparece, identifico que es uno de los íntimos del presidente Cruz quien no me ha perdido el rastro en ningún momento.
—Doctora, por acá. Estamos rastreando el lugar.
Aparecen otros dos que salen con auriculares hablando, sin embargo, mientras me llevan hasta un lugar seguro tras el estrado, observo todo lo que puedo el pasillo esperando al momento en que saquen a la supuesta reportera del baño de mujeres.
Pero no sucede.
Sigo esperando a que se aparezcan con ella y la metan a la cárcel, con ningún efecto en concreto.
El tiempo se me hace eterno.
El presidente Cruz termina de hablar, han cerrado la votación ganando por unanimidad tal cual se esperaba.
—Señorita, no hemos dado con ninguna persona en el baño—indica el guardia—, estamos rastreando las cámaras, pero no tenemos dentro del baño de mujeres—advierte él.
—¿Qué? No puede ser, es el bendito Comité de la Agenda 2030.
—Pero no es nuestro país ni nuestro edificio. No podemos obligarles a colocar cámaras en el baño de mujeres.
—Por todos los cielos, ¿y al ingreso?
—Tampoco. No da directo. Hay otra en el pasillo lateral y otra en el exterior, pero están averiadas.
—Es una broma, ¿verdad?
Aterrada, me abrazo los codos en la silla mientras los escoltas del presidente Cruz le acompañan hasta su posición, pero al verme acá, se ubica a mi lado mientras el coordinador de Protocolo concluye la jornada.
—¿Alba?
Me mira a mí y luego a su gente.
—Señor Presidente—murmuro con un hilo de voz que ni siquiera ha de ser audible en medio del ruido de ambiente.
—¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?
De seguro mi pinta ha de ser similar a la de un fantasma.
Uno de los guardias se acerca a él y le informa:
—La doctora Mercy se encuentra a salvo, señor. Pero ahora debemos continuar con el protocolo del evento y debemos salir de aquí.
¿En serio?
¿Qué piensan hacer ahora, tratarme por loca? ¿O están protegiendo a esa mujer? Me vuelvo a Cruz mientras nos llevan escoltados hasta una movilidad que nos conduce fuera del palacio mediante una salida subterránea.
—¿Qué ha pasado?—me increpa Vicente.
—Una mujer me amenazó en los baños, pero no la han encontrado—le explico a Cruz.
—¿Cómo que no encontraron…?
—En los registros de cámaras que tenemos acceso no hemos registrado nada al respecto—añade uno de los de seguridad.
Cruz se vuelve a mí, perplejo.
—Me crees, ¿verdad?—le pregunto, pero no hay tiempo a responder ya que nos meten a un auto blindado a toda prisa y nos sacan de aquí.